Hermanos, hermanas...
¿Pero qué es el arte, hermanos? Es esa la pregunta que se hace en bucle en cada universidad, escuela de arte y museo del mundo, sin obtener respuesta concreta, y muchas veces contradictorias o mutuamente excluyentes. Bajo mi punto de vista, puedo entender el arte como la producción de un estímulo con la capacidad de provocar una emoción (para bien o para mal) y/o una reflexión personal. Pero acerquémonos a la realidad y veamos cómo se valora el tema, que eso ya es harina de otro costal, máxime cuando tratamos el arte contemporáneo y ultramoderno, el no figurativo (vamos, en el que el fulano de turno no puede decir: “uy, mira esa tía gorda, la han sacado clavadita, que se va a salir del cuadro”).
En este país en el que muchos parados en vez de buscar curro, se van a ver entrenar al Betis, no es tampoco raro que un político pague 300.000 euros de dinero público en una mega-escultura contrahecha y perturbadora a un puto chiflado amigo suyo para decorar un aeropuerto desierto, y que a la gente le parezca lo más normal del mundo.
El arte moderno y el mundillo que lo rodea es básicamente una mierda engañosa y corrupta, en la que se denomina arte serio a lo que un grupo de gilipollas deciden, unidos por su amistad de cafetería, dinero de sus familias acomodadas, e intereses político-económicos (que a partir de ahora llamaremos “generación”). Lo que se salga del criterio de esta panda de botarates no es arte, y por lo tanto no vale dinero. Entre los criterios que hacen de una expresión una obra de arte, están:
Primero: pertenecer a la generación o caerle bien a alguno de sus miembros, para lo que se aconseja pelotear sus chorradas, hacerle de mamporrero en la inauguración de su exposición, o tomarte las cervezas con él.
Segundo: ser excéntrico, que sirve para llamar la atención, como tarjeta de presentación o cartel publicitario… es impagable. Se aconseja un amaneramiento exagerado, efecto acabado de levantar, actitud egocéntrica, y ayudarse en lo posible de porros o rayas de coca.
Tercero: aunque vayas de sensible y artista, sólo te importarán las relaciones con la gente de pasta (concejales, nuevos ricos, narcos… ya sabes, gente de bien) que son los que te van a echar de comer; no te engañes.
Cuarto: acercarse al sol que más calienta es a veces una cuestión étnica (no todo el mundo vive en New York). Si vives en un pueblo andaluz, échate unas birras y unos chistes verdes con los cofrades y capillitas, y con algo de suerte te van a salir trabajos hasta que al hijo chico del hermano mayor de la hermandad le dé por estudiar Bellas Artes.
Quinto: Inventa una historia rocambolesca hablando de tí mismo en tercera persona y con un nombre cool (ahí, como mitificando con estilo), eso siempre resulta infalible. Por ejemplo: “Su nombre era Marcus von Tennesse, expulsado de todas las escuelas de arte de Barcelona, París y Chicago por transgresor, educado por una comunidad de ermitaños en su infancia desde que sus padres desaparecieron en extrañas circunstancias. Inadaptado e hipersexual, se hizo figura a los 16 años al exponer un retrato del Papa cagando. Entre sus parejas sentimentales se encuentran Madona, Julia Roberts, Guti, y la mascota de su mecenas, Chupi. Polifacético, lo mismo pinta un cuadro, que suelta unos poemas con su música, que te hace un corto con super 8, que te cocina un plato de lentejas de la abuela con su chorizo y todo”.
Sexto: Haz un performance donde uses los siguientes elementos; una lata, heces fecales propias, una antorcha, pintura roja, música de ultratumba y gritos a tutiplén. Dale un significado trascendente y anticapitalista y no fallará.
De esta forma, el arte moderno es dos cosas. Por un lado una forma más de que una banda generacional de ineptos gane una pasta formidable sin hacer nada. Por otro, un método magistral del rico para blanquear dinero. (Véanse los casos de todos esos magnates con un Pollock en el baño, que no saben ni quiénes son Delacroix o Zurbarán, o si estos juegan en el Manchester o el Bayern).
Lo que pagan es la firma. La firma del tío ya encumbrado como artista. Encumbrado por la generación pertinente, por los que manejan el cotarro del mundillo en ese momento. Las obras de arte de verdad, en su 95% se perderán para siempre. Porca miseria, hermanos.
Recordemos el suceso hace poco en Arco, cuando sobre un cuadro protagonizado por un grotesco personaje de cabeza descomunal y rasgos expansivos, preguntaron a todos los pringaos presentes, y aseguraron que era una obra perturbadora, cargada de ironía, protesta contra el sistema establecido, ansiedad social, y todas las chorradas que se suelen decir. El cuadro, había sido pintado por un crío de 5 años en la clase de infantil de su colegio, ajeno a que el mundo en el que vivirá su adultez dentro de poco, estará lleno de mentiras y de mierda.
Podéis ir en paz.