Hermanos, hermanas...
El que quiera seguir creyendo en la benigna idea de que la mayor de nuestras represiones es aún el sexo, es libre de seguir engañándose en el tópico victoriano y vivir en una feliz inopia. La realidad es mucho más cabrona, y por eso la reprimimos. Va más allá de la tendencia de los necios de hacer chistes y coñas ante la típica conversación sexual en torno a unas tapas (prueba de que aún no vemos el sexo como algo normal y natural), como el que dice la palabra “vagina” en una clase de la ESO seguida de risitas de niñatillos. Cuando la mente usa el mecanismo de represión lo usa de verdad, con cosas duras, con realidades que no podemos ver por no soportarlas y tener que vivir con ellas. Es un mecanismo más de autoengaño de los que tanto usamos.
El que quiera seguir creyendo en la benigna idea de que la mayor de nuestras represiones es aún el sexo, es libre de seguir engañándose en el tópico victoriano y vivir en una feliz inopia. La realidad es mucho más cabrona, y por eso la reprimimos. Va más allá de la tendencia de los necios de hacer chistes y coñas ante la típica conversación sexual en torno a unas tapas (prueba de que aún no vemos el sexo como algo normal y natural), como el que dice la palabra “vagina” en una clase de la ESO seguida de risitas de niñatillos. Cuando la mente usa el mecanismo de represión lo usa de verdad, con cosas duras, con realidades que no podemos ver por no soportarlas y tener que vivir con ellas. Es un mecanismo más de autoengaño de los que tanto usamos.
El mayor tabú de nuestro tiempo sea quizás, el cangrejo. La gente es capaz de hablar de él con normalidad, incluso le echa cojones persistiendo en conductas que lo atraen, pero no se le mira a la cara. En esta sociedad nuestra, ahora casi todos los súbditos morimos o moriremos por el cangrejo (el que no, de infarto por las mismas causas). Sabes que con mucha probabilidad morirás de esto (y no necesariamente porque te llegue por vejez). Es muy curioso, psicológicamente hablando, cómo vemos caer uno a uno a los que están alrededor, creyendo que es una putada que no va conmigo y que “a mí eso no me va a pasar”. Ya supone una suerte espicharla de forma natural o de digna vejez.
Hace un tiempo, conduciendo por la carretera a Palos de la Frontera lo vi con mis propios ojos. La nube densa y gris dibujaba un arco que iba desde la gran ciudad industrial hasta los campos de cultivo. Los campos de los que salen las fresas y lechugas que comemos por estos parajes. Ensaladas y postres debidamente condimentados con tóxicos directos a cada célula. Lo vi claro, pero sentí en mis carnes el tabú: esto es lo que hay, pero cuando llegue al Mercadona me compraré unas papás cancerígenas de momento… ya comeré sano mañana, que el cáncer, si viene ya lo hará cuando haya vivido lo mío. Así piensa la gente dentro de un tabú. No mires a la muerte de cara… ya si eso, te mirará ella a ti, o no. Mientras, seguimos consumiendo todos los artículos a nuestra disposición, que por ser producidos en masa para cantidades ingentes de personas, llevan sus pertinentes condumios para que duren, para que sepan, para que huelan, para que luzcan y para que te lleve el diablo. Intenta alimentarte de productos ecológicos libres de cangrejo y verás que te sale por un ojo.
Efectivamente, sobrevivir entonces cuesta más dinero. Estar sano te lo ponen más difícil. Pronto respirar estará sujeto a impuestos. Alguno acelera su camino a la muerte agónica echando caladas a palitos de cáncer esperando tener un fin horrible e infernal, alegando la suprema estupidez de que de algo hay que morir. Ignorantes, insensatos. Otra chorrada de este sistema es el estar obligado a no sentirse responsable ni culpable de nada, ni siquiera de la propia aniquilación personal, además de creerse inmune.
De lo que se come se cría. Y nosotros comemos, bebemos y fumamos cangrejo a tutiplén. El sistema nos obliga, nosotros nos autoobligamos. Y nos pasamos todo por el forro alegremente como en aquella película de Michael York, La fuga de Logan, en la que todo tonto tenía X años de vida que gastaban en gilipolleces vacías y riéndose de chorradas, hasta que el pilotito se apagaba y decían: “¡Ahí va, la hostia; no me lo esperaba!”
Aquí les dejo unos mapas en los que podrán ver qué cangrejo les pisa los talones, para que vean de qué y cómo se tienen que proteger (si del sol, del marisco, de la polución, o de lo que toque esa semana). Y no olviden, hermanos, que lo que sale en la tele también le puede pasar a uno. No se dejen matar. Vivan lo que esté de Dios, y luego… que les quiten lo bailao.
Podéis ir en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.