Hermanos, hermanas...
Miremos lo que hacen con esos aparatos. Miguelito escribe en Twitter “ese yoni wapo k estamos aki planeando el finde nos vamos a barcelona loco”. Su compadre Manuel está subiendo al blog unas fotos de sus niños pequeños con sus nombres y aportando gratis el nombre de la guardería, datos que da a diestro y siniestro desde que nacieron para que todos vean la evolución de sus hijos. Y el Antonio en el Facebook, acaba de sentirse orgulloso de los “a 58 gilipollas les gusta esto” que ha recibido su foto de la juerga padre que se metió para el cuerpo durante su baja médica, etiquetando también a Miguelito (que ese día según versión oficial para su mujer, estaba de guardia en la garita) y al Manuel en el climax de su alcoholismo (ese, el de los hijos en el blog).
Pongamos, yo mismo, ciudadano corriente, pudiendo adoptar la forma de… la mujer de Miguelito, los hijos del Manuel, el jefe del Antonio, un ladrón albanokosovar tentado de entrar en casa de Miguelito, un futuro empresario contratador en plena crisis, o algún cabrón maneja-hilos… investigo nada más que un poquito. A nivel familiar encontraré mentiras, engaños, dobles morales. A nivel laboral encontraré la prueba para despedir al tonto del culo de turno. A nivel delincuente encontraré todos los datos del fulano y su gente expuestos con guinda. A nivel mayor encontraré mil y una formas de manipular, explotar, preparar el camino y exprimir a todos estos mindundis, apretando sus puntos débiles y chantajeando en el aspecto que mejor se preste.
Es decir, yo que no soy nadie, sé donde están ahora, sé dónde no están, durante qué tiempo, cuántos hijos tienen y sus nombres, los de sus mujeres, su red extensa de amigos y familias, sus correos, sus direcciones, los contextos de su hijos, lo que hicieron a cada hora de cada momento en el pasado y lo que harán después, lo que les gusta y lo que odian. Si se desplazan y por qué calle. Si están cagando en este preciso instante y si el mojón es grande. El control e influencia que se puede ejercer sobre cada gilipollas es casi absoluto, y ellos mismos lo demandan. Objetivo: apuntar con la publicidad personalizada al individuo, controlar sus agrupamientos de dinero, predecir sus movimientos, etc.
Por supuesto, hay formas de esquivar en baja medida estas cosas con el buen uso de esta tecnología. Pero es como dar a un talibán (ubicado en el medievo cultural) la energía nuclear y pedirle que la use para hacer el bien. La tecnología va más rápida que la educación y preparación del personal.
Si por las buenas no funcionase el método de “implantación del chip” (que lo está haciendo), siempre quedará la popular y siempre efectiva táctica del miedo. Noticias de chiquilla desaparecida, de violaciones en serie, de atentado sorpresa, de asesinatos que pudieron evitarse… ¿con qué? Con el chip/gps/alarma de turno que se recomienda si hubiésemos sabido dónde estaba la criatura. Y todos los padres, nada más nacer los niños harán dos cosas sin pensar: microchip y bautizo. Y si no hay microchip… móvil antes de saber hablar. Véase los niños chicos en la escuela con móvil, para avisar por si les pasa algo. Nos dijeron que el futuro sería muy ciber, pero no que estaría plagado de mariconas.
Bienvenidos a la casa del Señor para escuchar hoy la tercera revelación. Ya hablamos el año pasado de los RFID, o chip de identificación para control del individuo. También hablamos de que no sólo nos impondrían algo así, sino que la gente misma pediría ser marcada con ellos. Parece algo lejano, macabro y de futuro distópico, pero en verdad os digo hermanos, que ya se ha cumplido. Lógicamente no con la forma concreta y tangible de un microchip, ya que la realidad es siempre más compleja y más puta.
Desarrollemos. Fíjense en cualquier reunión de 3 ó 4 individuos y comprueben que a veces todos están manipulando su móvil. Muchas veces es imposible que elaboren una conversación porque a fulano le asedian a base de wassaps, o mengano intenta subir la foto del cubata a Facebook para regocijo de sus amigos, o lo que se tercie. Alguno habrá pillado el móvil gratis por los puntos que acumula cual paloma entrenada, pero muchos de ellos pagaron hasta 300 euros por su iPhone flamante. Cada aparato tiene su GPS (con la excusa de hacerte de guía al coger el coche) del que no se separan ni para ir a cagar (esto, literalmente). No ha hecho falta colocarles de entrada un microchip; ellos han pagado por “tener uno” cuanto más caro y suntuoso mejor. Pero eso tan sencillo es sólo una gilipollez.
Miremos lo que hacen con esos aparatos. Miguelito escribe en Twitter “ese yoni wapo k estamos aki planeando el finde nos vamos a barcelona loco”. Su compadre Manuel está subiendo al blog unas fotos de sus niños pequeños con sus nombres y aportando gratis el nombre de la guardería, datos que da a diestro y siniestro desde que nacieron para que todos vean la evolución de sus hijos. Y el Antonio en el Facebook, acaba de sentirse orgulloso de los “a 58 gilipollas les gusta esto” que ha recibido su foto de la juerga padre que se metió para el cuerpo durante su baja médica, etiquetando también a Miguelito (que ese día según versión oficial para su mujer, estaba de guardia en la garita) y al Manuel en el climax de su alcoholismo (ese, el de los hijos en el blog).
Pongamos, yo mismo, ciudadano corriente, pudiendo adoptar la forma de… la mujer de Miguelito, los hijos del Manuel, el jefe del Antonio, un ladrón albanokosovar tentado de entrar en casa de Miguelito, un futuro empresario contratador en plena crisis, o algún cabrón maneja-hilos… investigo nada más que un poquito. A nivel familiar encontraré mentiras, engaños, dobles morales. A nivel laboral encontraré la prueba para despedir al tonto del culo de turno. A nivel delincuente encontraré todos los datos del fulano y su gente expuestos con guinda. A nivel mayor encontraré mil y una formas de manipular, explotar, preparar el camino y exprimir a todos estos mindundis, apretando sus puntos débiles y chantajeando en el aspecto que mejor se preste.
Es decir, yo que no soy nadie, sé donde están ahora, sé dónde no están, durante qué tiempo, cuántos hijos tienen y sus nombres, los de sus mujeres, su red extensa de amigos y familias, sus correos, sus direcciones, los contextos de su hijos, lo que hicieron a cada hora de cada momento en el pasado y lo que harán después, lo que les gusta y lo que odian. Si se desplazan y por qué calle. Si están cagando en este preciso instante y si el mojón es grande. El control e influencia que se puede ejercer sobre cada gilipollas es casi absoluto, y ellos mismos lo demandan. Objetivo: apuntar con la publicidad personalizada al individuo, controlar sus agrupamientos de dinero, predecir sus movimientos, etc.
Por supuesto, hay formas de esquivar en baja medida estas cosas con el buen uso de esta tecnología. Pero es como dar a un talibán (ubicado en el medievo cultural) la energía nuclear y pedirle que la use para hacer el bien. La tecnología va más rápida que la educación y preparación del personal.
Si por las buenas no funcionase el método de “implantación del chip” (que lo está haciendo), siempre quedará la popular y siempre efectiva táctica del miedo. Noticias de chiquilla desaparecida, de violaciones en serie, de atentado sorpresa, de asesinatos que pudieron evitarse… ¿con qué? Con el chip/gps/alarma de turno que se recomienda si hubiésemos sabido dónde estaba la criatura. Y todos los padres, nada más nacer los niños harán dos cosas sin pensar: microchip y bautizo. Y si no hay microchip… móvil antes de saber hablar. Véase los niños chicos en la escuela con móvil, para avisar por si les pasa algo. Nos dijeron que el futuro sería muy ciber, pero no que estaría plagado de mariconas.
Otro daño, no se si colateral o no, es que la mayoría del público actual va careciendo de la mínima competencia en habilidades sociales. Incapaces de expresar sentimientos o críticas de forma asertiva, lo hacen torpemente y recogiendo fracasos y psicopatologías en sus relaciones, de los cuales culparán después a los otros. Examínese la reunión social por antonomasia (el botellón, la salida callejera o pub ensordecedor) en la que no pueden relacionarse si no es con la ayuda del alcohol, Bálsamo de Fierabrás del discapacitado relacional que cree conectar con los demás gracias al elixir. Lógicamente se prefiere interaccionar con tus 900 amigos de Facebook, que ni son amigos ni son nada, o criticar con insultos impunes la acción cualquiera de alguien, desde la comodidad y seguridad de la distancia física que existe. Además de maricona, el Homo Actualis es un “cobarde-pecador” (sabio concepto profetizado).
Mientras tanto, la carnaza para mantener esto es el ataque directo al hedonismo, al narcisismo, a la necesidad humana de recibir aprecio aunque sea de chichinabo. Al competir por tener más comentarios, por tener más “me gusta”, más amigos aunque sean conocidos lejanos de un ex amigo que me cae mal. El photoshopeo de la foto en la boda de la amiga para el perfil que arranque un comentario, el wassapeo para controlar al novio, el yo te fardo a tí de Smartphone nuevo… y todo Cristo bajo control. Si sabes donde dar, ningún objetivo es invulnerable.
Sigamos dando las cadenas al negrero para que nos las ponga, pero luego no nos quejemos de que nos dan por el culo y no nos dejan defendernos. En los viajes que he hecho por el mundo, he estado en muchos lugares de los considerados 2º y 3º mundo y vi a sus gentes y cómo vivían; a veces no tenían qué llevarse a la boca, no tenían nada, pero había algo que, que inquietantemente, no faltaba dentro de cualquier cuchitril destartalado o en las manos de cualquier paria sin oficio ni beneficio de baja casta: un movil.
Podéis ir en paz.
Miro las estadísticas y en 24 horas que lleva este post en el blog, ya ha recibido tela de visitas. ¿Es por el interés que suscita el tema? No, hermanos. Es porque contiene palabras como smartphone, iphone, facebook, twitter, y demás. Lo que corrobora lo expuesto anteriormente sin necesidad de hacer más.
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