Hermanos, hermanas... Todos se parten la cara por aparentar ser la familia
perfecta, con la pareja perfecta, los niños perfectos. Piensen en la familia
típica de los anuncios de la tele, esos que publicitan cualquier cosa bajo una
imagen hiperaséptica, antibacteriana, vestidos de blanco reflectante, viviendo
en un entorno también blanco, minimalista, sin una puta mancha de nada, todos
como con una especie de pijama blanco, y seguramente cagando truños blancos
aunque no se vea.
En esa familia aséptica, el padre es muy joven y sexy,
fuerte y musculado sin hacerle falta gimnasio, colmado de éxito en su profesión
liberal, de rasgos varoniles que rezuman testosterona como para tumbar un mamut
de una hostia, pero paradójicamente blandito y cariñoso con los niños, cocinero
afanado para su mujer, y amo de casa las 24 horas. La mujer también es sexy (es
una puta modelo de lencería), tan joven que parece recién salida del
bachillerato pero con dos partos ya en lo alto en los que tuvo la parejita
perfecta. Aunque buenorra, es una mujer moderna e inteligente, triunfadora como
directiva en su empresa, con valores, con seguridad sin igual, y una animosidad
que ya quisiera para sí Marisol cuando se pasó por Río. Han contagiado a sus
hijos esa seguridad y esa felicidad por la vida. El niño no tiene ni una tara
física aunque su ligero amaneramiento es mirado con ojos progresistas por la
familia. La niña, rubia y de ojos azules, es educada para ser femenina y
porculera, pero con un gracejo que quita el sentío. Cada cosa en la casa acaba
con un chiste blanco, unas sonrisas de ortodoncia americana y blanqueada. Sus
muertos.
Te están vendiendo papel higiénico, un yogur para cagar
mejor, o unos cereales para el vientre plano sin esfuerzo. Usan eufemismos para
no llamar a las cosas por su nombre. Porque imaginen, hermanos, a ese padre
recibiendo una cagada de paloma en la coronilla, o a esa madre joven tirándose
un cuesco como los de la vida real… No. No puede ser. Y ahí viene el problema…
Me parto de la actitud del personal y sus esfuerzos
hercúleos por dejar claro que son la pareja ideal. Somos la pareja perfecta,
superfelices, nunca discutimos, superamigos, confi total, te lo juro, la base
es la sinceridad, y todo eso. Qué feliz soy yo, qué feliz es ella, follamos
todos los días, que bien nos llevamos con los cuñados cuando nos vamos por ahí
de copas o de excursión, o cuando me echo unos chistes verdes con mi suegro, el
hioputa, entre cañas ahí… jo, menudos somos. Todos escondiendo bajo la alfombra
kilos de podredumbre que no airean hasta que un día por la vecina de tu madre
te llega la noticia de que fulanito y menganita se separan con guerra de por
medio, niños llavero, y cuchilladas por el piso. El día antes eran la puta
pareja del siglo, hermanos. Hoy son unos hipócritas a los que el devenir les ha
quitado la careta.
Si no discutíais nunca, mala cosa; alguien está perdiendo su
personalidad a favor del otro y nunca se aúnan criterios ante las dificultades
impepinables de la vida (en el futuro el primero se irá a por tabaco). Si
follábais todos los días; o es que estáis enfermos por desajuste hormonal, o
tapáis un problema mayor con el triquitraca, o simplemente mentís por
aparentar. Si tan pegado estabais a padres y suegros, ¿no sería porque el haber
aceptado el coche regalado, el pago de la boda, el amueblado del piso, o el
servicio de guardería que os hacen, os ha hecho aceptar también como normal esa
dependencia hacia ellos en una relación que llamáis familiar, no siendo más que
una sarta de chantajes bidireccionales? Si llevabais tan bien la conciliación
laboral ¿no sería porque trabajando a destajo era la única forma de huir de
casa? Si tanto decías que tu mujer era la única que te apetecía tirarte ¿no
sería que te metías una trola a tí mismo porque no aceptabas la realidad? Eso
de estar todo el rato sobremanera animoso delante de los demás ¿no sería porque
sabías que tu trabajo es una mierda, tú un fracasado, y que te equivocaste
casándote y teniendo hijos porque tocaba según los cánones tradicionales,
cuando en realidad te apetecía la vida aventurera, hacer surf y tirarte a todo
bicho viviente?
Hermanos… la tele nos dice que seamos como esa familia del
anuncio. Pero en verdad os digo que esa falsa limpieza no es más que un
producto en el que convertir a los seres queridos. Hay quien ha dejado al novio
porque en una cita el kétchup le saltó a la camisa, quitándole todo el glamour.
Hay quien tras muchos años, abre el grifo para que el marido no escuche el
indigno y sucio chorro de su meado. Todo muy limpio, con relaciones muy
desinfectadas, con emociones muy cool, con imagen de triunfo total ante los
demás… pero en el centro de la familia promedio, un mojón de vaca inmenso y
humeante habita de forma perenne contaminándolo todo.
Ser auténticos cuesta trabajo, hermanos. Muchas veces la
verdadera confianza y la sinceridad entre personas que se quieren es dura, no
es blanca, a veces sucia e incómoda, otras duele mucho… pero siempre, si somos
comprensivos y maduros, es salvadora y agradecida. ¡Un poco de color de verdad
en esa casa, coño ya!
Podéis ir en paz.