Sed bienvenidos...

... los que estáis asqueados de toda la Tontería que nos rodea, los que estáis hasta los cojones/ovarios de aguantar imbéciles e incompetentes, los que tenéis que reventar y no podéis porque vuestra castrante moral judeocristiana os lo prohibe, los que sufríais de pequeños las mofas de seres inferiores, los que esforzándoos no obtenéis recompensa, los que vivís en un mundo que no es para vosotros, los que sabéis parte de la verdad pero os toman por locos, los que necesitáis opinar sin ser juzgados por ignorantes, los que pudiendo cambiar las cosas aún dormimos.

lunes, 9 de enero de 2012

PERSONAS HUMANAS

Hermanos, hermanas...

Mucha gente ha pensado siempre que yo odiaba a los perros porque nunca quise tener uno en casa. ¿Qué tendrá que ver? A mí los perros ni fú ni fá. Reconozco su nobleza y algunos hasta me hacen gracia. Pero lo que tengo claro es que un perro no es de mi especie. Para un misántropo esto no debería ser argumento puesto que podría aplicarse la famosa cita “hay bichos que son mejores que las personas”… y es verdad en la mayoría de los casos. Pero algo que tienen que saber todas las personas, es que los perros no son humanos.

El otro día esquivé a un perrillo en la carretera antes de llegar a un pueblo. Estaba desorientado y nervioso, y no se apartaba de la calzada. Al entrar en el pueblo un minuto más tarde, una moto va delante de mí con dos simios haciendo el caballito, conducción temeraria, juventud pava y cani, con la correa de un perro al viento en cuyo extremo – por supuesto – no había perro. Hijos de mil padres… pensé. Comprendí el suceso. Me acordé del anuncio ese del cánido deprimido en la gasolinera y el famoso eslogan “Él no lo haría”. Me pregunto sobre las circunstancias y razones de las personas humanas de la moto.

En un pasado, el Cabesa – bautizado ad hoc por nosotros para mayor didáctica – fue agasajado con el perrillo por sus padres un verano porque al niño se le puso en los cojones tener una mascota. El Cabesa, que antes se llamaba Antonio, jugó con él hasta que se echó novia una semana después, y desde entonces sacó al perro a mear a la calle todos los días su señora madre. Dos años después, el cánino olvidado, es recordado por el Cabesa cuando su amigo el Yona sugiere que el look que te da un bulldog de 60 kilos o un pitbull es más mejón para que te respeten en la barriada. Aprovechando la inminencia de las vacaciones, planean soltar al perro lejos de allí e ilusionarse con el producto del nuevo chantaje a la madre (o me compras un pitbul o me compras la moto, así que tú verás lo que haces), a lo que ésta responde que el perro porque es más barato.

El Cabesa defiende a muerte a su nueva mascota desde hoy hasta que lo abandone por alguna razón, alegando no se qué del alma de su perro, asegurando que su perro piensa y siente como una persona (esperemos que no como él), y que por su dueño el pitbull se come a su abuela por los pies. Este engendro de tío proyecta su inseguridad y sus complejos, además de su miedo a los demás, en el animal y lo educa para atacar al que le mire mal. Y ahí tendremos problemas, porque este botarate llevará al chucho sin bozal a todas partes.

Luego están las personas humanas que miman a los perros más que a su propio hijo. Les visten con ropa humana, le dan comida humana, les ponen bragas y calzoncillos, les hacen cortes de pelo y manicura, cama con sábanas para dormir, disfraces humillantes, etc. Algún gilipollas da lechuga al bicho porque dice que es vegetariano, o lo lleva al psicólogo porque se ha inventado un trauma para él. Lloran porque el can se ha comido media cara de su hijo el chico, y se plantean “ay pobrecito de mi perro que no se qué hacer para que esté a gusto en la casa con mis hijos”… “no se si mandar a mi pareja a vivir fuera para que el perro se sienta realizado y no me coja celos”… o “qué hago mal, si yo lo trato a cuerpo de rey, hasta con su cinta andadora y su patinete con motor y todo“. Luego tiene que venir el encantador de perros de la tele a decirle al imbécil de turno que su perro no es una persona y que lo trate como lo que es, un perro. Con el rollo de que al cuadrúpedo no le falte ni gloria bendita, hacen de él un chucho discapacitado, caprichoso, celoso y gilipuertas. Exactamente lo mismo que hicieron con sus hijos. Más tarde, en plena epifanía psicoanalítica – y esto si tienen suerte - descubrirán que a su perro lo compraron para centrarse en él a tope y aparcar los problemas de pareja que en realidad tienen, o la inmadurez que presentan para relacionarse con otras personas.

Los perros no tienen más derechos que las personas. Tienen los derechos que tienen los animales, a ser respetados y protegidos (incluso al matarlos para nuestra alimentación omnívora). A muchos de los que se les llena la boca con derechos de animales y facultades sobrenaturales y superhumanas de sus perros los sorprendemos alguna vez en una cuneta como al Cabesa. Los perros, sobre todo para su bien, no son personas. Son perros.

Yo, por lo menos, que opino que los bichos tienen que estar libres y felices en el campo y no humanizados por cojones en un piso, no abandonaría nunca a un animal a su suerte después de haberlo atontado y acostumbrado a una vida estúpidamente humana. Así que absténganse los tontos del culo de llamarme insensible por tratar a los perros como animales, porque al final resulta que el que respeta en realidad a los bichos es la persona a la que menos humanidad se le intuye.


Podéis ir en paz.

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