Sed bienvenidos...

... los que estáis asqueados de toda la Tontería que nos rodea, los que estáis hasta los cojones/ovarios de aguantar imbéciles e incompetentes, los que tenéis que reventar y no podéis porque vuestra castrante moral judeocristiana os lo prohibe, los que sufríais de pequeños las mofas de seres inferiores, los que esforzándoos no obtenéis recompensa, los que vivís en un mundo que no es para vosotros, los que sabéis parte de la verdad pero os toman por locos, los que necesitáis opinar sin ser juzgados por ignorantes, los que pudiendo cambiar las cosas aún dormimos.

jueves, 30 de mayo de 2013

TRATADO ANTROPOLOGICO SOBRE EL MACHO ALFA Y EL PAGAFANTAS

                                                                                                               
Hermanos, hermanas…

En el estudio antropológico de hoy, intentaremos dar una respuesta (como ya hicimos en el tema anterior referente a la Feria de Abril) a la cuestión proveniente de la llamada “sabiduría popular” que afirma que el género femenino se siente atraído sexualmente de forma intensa por los llamados hombres “malos” (a partir de ahora nos referiremos a este espécimen con las siglas ANE: Agresivo, Narcisista, Egocéntrico).

 
Para ello, es importante concretar los rasgos de personalidad que entran en este estilo masculino para en lo sucesivo no caer en confusión. Entendemos como Agresividad el conjunto de cualidades tendentes al dominio, la imposición no asertiva, y la fuerza psicológica ejercida sobre otros, y no necesariamente de la violencia (por la cual se ejecuta la agresividad con el objetivo de dañar). Por  Narcisismo, entendemos la tendencia a orientarse de forma recurrente e intensa al placer personal, en forma de satisfacción biológica, social o estética. Y el Egocentrismo como un rasgo por el que el individuo se sitúa como centro de interés propio y ajeno, dando por supuesta la gran magnitud de su valor y el merecimiento de privilegios aunque sean a costa o a pesar del prójimo. Dichas cualidades interactuando en el mismo individuo son consideradas por la mayor parte de la población en acuerdo casi universal, como desagradables, indeseables socialmente y a poder ser, evitables.

La tendencia de las mujeres a ser atraídas por los ANE es estadísticamente llamativa y reconocida por la gran mayoría de féminas que abarcan este tema sexual de forma sincera o sin complejos, aunque tienden en un primer momento a desmentirlo, evitarlo, o acudir a mecanismos de defensa como alegar la no-generalización o la excepción de casos concretos como el propio. Estudios universitarios al respecto ya han validado esta tendencia estadística descomponiendo el perfil del macho Alfa en los rasgos antes explicados. Se trataría de un proceso psicológico de represión paralelo al evidenciado en la población masculina cuando el hombre asegura desear una mujer inteligente, segura y divertida, cuando realmente la estadística indica su preferencia por rasgos de tipo físico y estético, inteligencia media-baja y extroversión. Para explicar estos procesos psicológicos aparentemente contradictorios hay que atender ciertos parámetros: 1) Historia biológica de la especie o fenotipo, 2) Objetivo y lapso temporal de la relación, y 3) Educación y ambiente.

Influencia del fenotipo

La hembra de la especie, como el macho, posee su particular inercia adaptativa significativa durante el paleolítico (así como en tribus actuales no influidas por los medios) en el que prácticamente la gran mayoría de comunidades y clanes han basado su economía en la caza y la recolección. Estas tareas han estado sometidas a un dimorfismo sexual por el que el macho de la especie se encargaba en grupo de tareas de provisión de aporte proteínico derivado de la caza y de la guerra, con las cualidades que este cometido exige a nivel físico, psicológico y social.

Los cazadores más potentes fueron seleccionados de forma natural de entre los que poseían rasgos particulares relacionados con la acción de la testosterona: masa muscular definida que aporta indicadores de salud y vitalidad, agresividad como herramienta para la protección de la pareja o grupo al cargo e iniciativa clara, estatus o capacidad para imponerlo con las ventajas que conlleva en la distribución de alimentos / excedentes y supervivencia propia y de su grupo, y seguridad en sí mismo o autoestima.

La hembra del clan, que en su especialización de tareas recolecta frutos y se encarga de las crías, pasando mayor tiempo en el poblado acompañada de otros miembros de la tribu que suelen ser también mujeres y niños (importantes competidores por los recursos disponibles y las proteínas que provienen de la caza), se selecciona en base a otra serie de rasgos personales y físicos que le dan más posibilidades de sobrevivir: capacidad / inteligencia emocional para manejar las relaciones sociales en provecho propio y en competición con otras hembras por el macho y sus recursos, empatía para crear las alianzas pertinentes con mujeres y niños, tono muscular y distribución de la grasa corporal en torno a una proporción cintura-cadera de 0,7 que indica salud y procreación así como poder de atracción sobre el macho alfa.

Recordemos ahora los rasgos masculinos subrayados anteriormente. La hembra del clan interpreta estos indicadores como significativos para la protección y supervivencia propia y de la cría. Resulta recomendable para el cazador disponer de unos niveles de agresividad, engaño, egoísmo y confianza más que notables para ser efectivo y práctico en la cacería (véanse estrategias para la caza mayor, bisontes, mamut…). Resulta recomendable para la pareja de este individuo contar con un compañero de estas características: práctico y agresivo para la consecución de recursos, seguro de sí mismo para tomar iniciativas de riesgo y recursos mayores, egocéntrico para imprimir fuerza e imponer la postura propia y de su grupo protegido. Practicidad priorizada sobre la emotividad, útil para sobrevivir al cometido de la caza y la guerra y al manejo de herramientas y armas.

Pero no basta ser, sino parecer. Además de poseer ciertas características hay que “venderlas” para obtener los recursos de procreación y cuidados que posee la hembra en forma de atractivo sexual. Es ahí donde entra en juego el narcisismo o aptitudes más conocidas popularmente como “chulería” o “ir de sobrado”, que aunque desagradables en una situación neutra, resultan tremendamente efectivas para vender la capacidad masculina en el juego de la perpetuación de cualquier especie (véanse danzas de cortejo y conductas de pre-apareamiento animales y humanas). Damos por supuesta la acción subrayadora de las feromonas o el androstenediol, y otras hormonas dependientes de la testosterona alta.

La mujer que durante el Paleolítico eligió estas características en los hombres, contó con mayor número de compañeros capaces y efectivos en los recursos alimenticios y lograron perpetuarse. Las mujeres actuales son las supervivientes y descendientes de aquellas.

Objetivo y lapso de tiempo en la relación sexual

Actualmente, ante los cambios en el dimorfismo sexual en las tareas, si miramos los parámetros de tiempo que piensa invertir un individuo (masculino o femenino) en la relación de pareja y en los objetivos que pretende conseguir, podremos explicar el fenómeno por el que a veces una mujer elige a un hombre que no reúne estas características (a veces las opuestas). Tenemos que manejar aquí el concepto de inversión.

La hembra prefiere para relaciones cortas basadas en el placer personal, un hombre ANE. Este representa al macho Alfa, placer y recursos a corto plazo, estatus transferido a la hembra protegida, seguridad en sí mismo, cualidades fosilizadas en el código genético como indicadores de potencia, salud y validez. Se trata sólo de encuentros sexuales invirtiendo poco tiempo de la vida y poca carga emocional. Las cualidades ANE pueden soportarse durante un corto espacio de tiempo y luego abandonarlo, a menos que se haya iniciado en la hembra una relación con conductas adictivas potenciadas por una educación femenina dependiente e insegura basada en modelos muy primitivos o con bajos recursos emocionales. El proceso es idéntico en los hombres aunque poniendo en juego los rasgos propios del género femenino antes citados (para encuentros sexuales, la hembra atractiva físicamente se considera preferible).

Para relación larga o monógama, el ANE es rechazado en pro de un tipo de hombre más sensible y empático debido a que estas cualidades nuevas tendrán que ponerse en práctica en plazos largos y son fundamentales para la crianza larga de la progenie (pero intentando perder lo menos posible de las anteriores). Este es el motivo por el que el individuo llamado “pagafantas” (alta sensibilidad, bajo atrevimiento, alta posibilidad de ser manipulado y obligado) no tiene acceso a relaciones sexuales promiscuas y lúdicas, pero a largo plazo sí las tiene en un contexto de compromiso y obligaciones dentro del ámbito matrimonial de lapso largo, carente de esquemas flexibles.

Pero como veremos en el parámetro siguiente, la exigencia de la hembra para esta nueva etapa de compromiso es mayor que la del tipo de hombre empático.

Influencia de lo ambiental

Los roles contemporáneos se han desdibujado (la hembra puede traer recursos al hogar y el hombre puede criar eficazmente, aunque aún en número escaso). La educación de una sociedad concreta puede modelar los rasgos genéticos de tal forma que la mujer persiga rasgos que no son ANE (también hombres que desean mujeres no atractivas) debido a la asimilación de ideas o valores morales o religiosos, como la pertenencia a un concreto grupo o tribu social con sus esquemas propios o el seguimiento de alguna doctrina filosófica (véase la judeocristiana). Pero en casi todos estos casos esta tendencia se solapa con un deseo personal de que la relación perviva, como ejemplificamos anteriormente.

Aun así, el núcleo genético y su inercia de miles de años no desaparece, y se da el fenómeno del “lo quiero todo” o del “duro por fuera, blando por dentro”, por el que la mujer, a la hora de hacer el cómputo de rasgos que quiere en su hombre, exige la convivencia de rasgos que a menudo son incompatibles: que aparente ser ANE por fuera, pero sea comprensivo y sensible por dentro (malo por fuera y bueno por dentro, ángel y demonio, las dos cosas en función de lo que toque en la situación actual). La educación recibida por las mujeres y considerada de su propio rol asegura en sus presupuestos que estas cualidades no solo son posibles sino además exigibles. El resultado de ello es una frustración cíclica durante el período vital femenino.

Conclusión

El hombre ANE o llamado coloquialmente “malote” resulta más atractivo sexualmente para la hembra humana (hallándose paralelismos con otras especies), debido a que los rasgos ANE anuncian características muy notables y positivas entre las que destacamos la seguridad en sí mismo y su iniciativa, y la agresividad al servicio del estatus y la protección personal; que son cualidades que correlacionan altamente con el “malote” y en una proporción muy baja con el “buenazo” o “pagafantas” (que será seleccionado para el compromiso y cuidado de los hijos, o siguiendo el lenguaje coloquial, “trabajo de machaca”). El deseo / necesidad de poseer las dos facetas hará que la infidelidad sexual femenina sea tan frecuente como las masculina (aunque la opinión coloquial no científica asegúrelo contrario).

Unos ejemplos actuales de la tendencia primaria o primitiva a emparejarse sólo teniendo en cuenta las señales biológicas, no culturales lo tenemos en las parejas tópicas formadas por “millonario-tía buena” o “futbolista-modelo” (en la primera priman los recursos del macho y la estética y juventud de la hembra, en la segunda es reseñable que el macho alfa posee además de los recursos, los rasgos físicos idóneos).

El malote está diseñado para fecundar y perpetuarse. El buenazo para mantener las crías sean suyas o no. La hembra de la especie no es consciente debido a la represión de la educación, pero lo sabe de forma inconsciente, y ejecuta para tal efecto. El enganche de la hembra a un macho ANE durante períodos largos de tiempo es producto de procesos adictivos fundados en desadaptaciones emocionales infantiles, y se considera una anomalía.

Estos procesos explican fenómenos tan frecuentes como los que observamos en las mujeres al decir que prefieren hombres comprensivos, inteligentes, que las respeten (acentúan aquí la parte del hombre para el compromiso a largo plazo obviando los otros aspectos), incluso clásicos o pijos, amigos de la suegra y pasado por el filtro valorativo de las amigas; cuando en realidad, en el fuero interno optan por el que actúa despreocupadamente, impone su norma u opta por perfiles estéticos que van desde el curtido de gimnasio al hippie tarifeño. Es una forma de autoengaño óptimamente diseñado por la naturaleza para perpetuación.

El proceso psicológico descrito es paralelo en hombres respecto a mujeres. Sólo hay que permutar los rasgos de personalidad deseables desde el punto de vista biológico.

Hoy tampoco he insultado a nadie, pero ahí va. (Si eres pagafantas es cosa tuya, ya sabes lo que hay).

Podéis ir en paz.

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