Hermanos, hermanas…
Hasta hace poco no me explicaba cómo en derredor, las quejas
de los conocidos sobre la imposibilidad de llegar a fin de mes, llegaban a
cotas nunca vistas. Un análisis superficial acabaría dictaminando que es culpa
de la crisis. Pero no es tan fácil. ¿Por qué yo no tengo grandes problemas,
ingresando en muchos casos la mitad de pasta que los que se quejan tanto de
estar siempre en números rojos?
Estos cabrones te hacen sentir como si fueras un potentado
de la hostia, y se apuntan a la moda de pobres que ahora se estila tanto. En la
familia paradigmática de la que hablo, supongamos que entre los dos ganan 3500
euros al mes (que ya hay que tener suerte para que tengan trabajo los 2 y bien
pagado), pero el comentario que les escuchas más es: “Illo, estamos a 15 y
tengo 50 euros en la cuenta” o “No podemos ir hoy a la playa porque no nos
queda pasta” o “Como me recorten más le tendré que pedir a mis padres”. ¿Esto
cómo se explica? Muy fácil.
Adentrémonos en la intimidad de esta familia y empecemos a
ver indicios y contradioses. El primero que vemos es que te enteras de que
tienen una “mujé de la limpieza”, reminiscencia de esa tendencia del español a
creerse hijodalgo y grande de España. A ver desde cuándo los pobres podemos
tener remilgos en limpiar nuestra mierda. La clase media y su patética
tendencia a engañarse y creerse rico. Es que eso de limpiar un váter, mira,
como que no es lo mío, que yo estudié un ciclo formativo para aspirar a algo.
Otro contradios económico doméstico es la “necesidad” de
tener cada miembro de la familia un coche, y el marido además una moto. La
necesidad en realidad es muy cuestionable. En mi casa nos aviamos con uno
porque no hay más cojones ni más dinero. Y en casa de mi padre no se tuvo coche
ni hubo nada hasta que yo tuve 17. Más que necesidad es querer tener comodidad
al 100% si o si, porque hasta para comprar el pan hay que ir motorizado y
parece que coger un coche que sea de otro miembro da asco o es indigno (otra
vez la clase media con sus remilgos de pobre dignificado). Lo del extra motero
del hombre de familia entra a satisfacer su afán de adolescencia interrumpida y
aplazar su frustración por estar atado a su familia y funciona como sucedáneo
de libertad.
El siguiente contradios son los vicios estúpidos en los que
se gastan miles de euros al año: en tabaco se puede gastar cada miembro fumador
casi 1000 euros. Pero en alcohol mejor ni hacemos el cálculo porque ya es para
hundirse y no levantarse más. No beben agua, ni zumitos, ni cocacola. Hay que
beber cubatas por cojones, si no eres maricón. Las rondas y convidadas son
frecuentes y a veces entre semana. Vamos, que miles de euros también. Como
comer, que no cocinan nunca porque será también un trabajo de chacha, y mire,
no. Así que vayamos al restaurante Alexandro´s a comer un escalopini al marsala
con hierbas provenzales acompañado de un buen reserva, que si no somos finos
habrá que aparentarlo.
La ropa es aparte, parece que entre la clase media, está
también mal visto repetir modelito hasta en el trabajo. Cada fin de semana es
una oportunidad para renovarse uno mismo (no espiritualmente o
intelectualmente, que eso no se sabe cómo se hace), su imagen (que es lo más
importante que uno tiene en la vida) por supuesto con marcas. Llevar algo no
marcado o del mercadillo es de cutre, y verás, que aceptamos a los cutrones
como amigos, pero no es lo mismo, oiga. A veces la marca es una cuestión de
vida o muerte. El suministro de ropa es más importante que el de la comida.
Y luego los niños. Algunos me constan que han tenido niños
porque querían. No me refiero a esos. Pero la mayoría, como buena clase media,
sigue los patrones mandados como borregos y si toca después de amueblar el piso
y del casamiento tener niños, se tienen y punto. Toca y toca. Luego se cagan en
el niño y en la madre que lo parió porque llora, y se mea, y no quiere comer, y
cuesta más que mantener el Audi. Jódete. Es un ser vivo y hay que echarle de
comer. Haberlo pensado antes, que no piensas.
De los que tienen dos casas, ya ni hablo.
En esta cuestión hay dos tipos de personas, los que han sido
educados para saber administrarse, y los que no. Si no te administras, no te
quejes. Luego vienen a quejarse que cómo yo me las arreglo para viajar por el
mundo. Viajo con lo que tú te gastas en tabaco.
Podéis ir en paz.
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