A la Hermana Srta. Caracol, in memoriam, debemos el post de hoy. Durante el verano prometí hacer uso de su eficaz método terapéutico bautizado por ella como “No soporto”. Además animo a todos los hermanos a hacer uso del mismo cuando lo necesiten.
También subo al final un video aportado por la Hermana Pandora, con una letra realmente antropófoba (me encanta), en la que se cuenta cómo unos alienígenas encuentran la Voyager II (con todas esas fotos y sonidos de la Tierra) y las conclusiones que se derivan de ello (realmente muy curioso). A los hermanos que no les guste Ismael Serrano, ignórenlo y disfruten el mensaje de la letra.
Ahí va eso:
No soporto a los montunos incapaces de responder a un saludo.
No soporto a los tarados que te aleccionan como padres, relatándote pautas estudiadas en un ciclo de grado medio.
No soporto a las que se arreglan en plan glamour para beber en la calle y gritar como verduleras.
No soporto a los que regalan coches y pisos a sus hijos, y encima se quejan de que los niños no dan palo al agua.
No soporto a los que se les regala todo en la vida y encima te van de currantes y sacrificados (hijos de puta).
No soporto a los hombres que ridiculizan a los varones en general para ir de progres y feministas.
No soporto a los machotes que dicen "pegar a una mujer, jamás" (¿y por qué a un hombre sí, garrulo?).
No soporto que en la TV gane la discusión el que emita más insultos a más volumen.
No soporto a las marujas jóvenes que impostan el acento folklórico para aliarse con otras marujas.
No soporto a los que jamás piden perdón, y antes mueren que reconocer un error.
No soporto a los que siempre tienen una excusa para no mejorar, o le echan la culpa al prójimo.
No soporto a los tíos típicos: fútbol, coches... fútbol...
No soporto que el único tema de conversación para la gente a partir de los 25 sean: bodas, pañales, coche, cuñado...
No soporto a los que se vanaglorian de no haber leído un libro en su superficial vida.
No soporto a los snobs que se creen cinéfilos porque han visto 2 películas de Tarantino y 1 de Ed Wood.
No soporto a las tías cuando sobreactúan su amistad, cuando saben que a la primera de cambio se arrancarán la cabeza unas a otras.
No soporto esa incapacidad de todo el mundo para dejarte hacer lo que te apetezca siempre y cuando no hagas daño a nadie.
No soporto a los que recurren a la explicación sobrenatural como 1ª opción pudiendo explicar las cosas lógica y sencillamente.
No soporto al imbécil que para hablar por el móvil te grita sus intimidades al oído.
No soporto a los niños que insultan a sus padres y menos a los padres que aceptan esos insultos.
No soporto a la gente dependiente.
No soporto que me digan "que aproveche" cuando estoy comiendo.
No soporto a los que escriben una falta de ortografía o dos, por palabra.
No soporto a los que tienen una casa regalada y te dan lecciones de cómo ahorrar.
No soporto a los que dicen "porque sí" o "porque no".
No soporto a los que están pensando lo que van a decirte en vez de escuchar lo que dices.
No soporto la seguridad de los ignorantes.
No soporto a los que cantan flamenquito por la calle.
No soporto a las mariconas amaneradas y autopublicitarias.
No soporto el acento pijo.
No soporto Telecinco.
No soporto a los actores/humoristas que siempre acaban con final correcto y moralizante (vamos, Adam Sandler, por ejemplo).
No soporto a los que llaman "peli güena" a una película de repartir leña.
No soporto el estereotipo del tío siempre dispuesto a follar.
No soporto a la gente insegura que tiene que llamar la atención como sea.
No soporto que todo el mundo se esté convirtiendo en zombies lumpem y concursantes de reality.
No soporto a las niñas delgadas con bolsas de 3 kilos de Berska y Stradivarious pero incapaces de coger una fregona en su casa.
No soporto a las niñas gordas que se ponen ropa de anoréxicas.
No soporto a los canorros limpiando sus coches con esmero, pero con fobia a hacer lo mismo al baño de su casa.
No soporto a los demagogos, ni en la TV ni en la calle.
No soporto a los garrulos vestidos de metrosexuales que se piensan guapos por imitar el peinado de Cristiano.
No soporto a los que se ponen chanclas pero no se cortan las uñas (guarros!!!).
No soporto a los que imponen a los demás su forma de hacer las cosas.
No soporto a los que necesitan tener el mejor coche, el mejor móvil...
No soporto los complejos de inferioridad que esconden los cómics de Asterix.
No soporto que en los anuncios, los protas tengan esas pedazos de casas tan blancas, minimalistas y de triunfador.
No soporto que en los anuncios las tías se depilen piernas ya depiladas.
No soporto que al no querer tener hijos lo llamen ser egoísta.
No soporto a los rebeldes sin causa.
No soporto a los que hablan y hablan sin importarles estar hartando al de enfrente.
No soporto a los que apoyan a alguien por vínculo y no por razonamiento.
No soporto a los hermanos mayores que fuman y le dicen a los menores que nunca lo hagan.
No soporto a los que en un museo relatan sin complejos sus teorías chorras y equivocadas sobre las obras.
No soporto a las compañías telefónicas llamando a las 16:00.
No soporto a los que para venderte algo, te engañan.
No soporto que la educación de los bancos sea directamente proporcional a tu dinero en cuenta.
No soporto a los amantes de "liarla".
No soporto a los imbéciles que te interrumpen cuando hablas; eso es que no te escuchan.
No soporto a Robert Rodríguez.
No soporto a los niñatos que creen que la vida será tan fácil como extorsionar a sus viejos.
No soporto que la gente proteja a los que van de tontitos pero son más listos que su puta madre.
No soporto a los treintañeros que aún no han superado la adolescencia.
No soporto la frase "yo soy así"; pues si eres así de gilipollas, cambia, nadie tiene por qué aguantarte.
No soporto la frase "me han dado muchos palos en la vida"; otros mil palos te daba pero de verdad.
No soporto que digan lo guapo que es el niño, cuando en realidad es feo de cojones; por lo menos cállate.
No soporto a “los felices de la vida” los lunes por la mañana.
No soporto que me digan que qué pasa, que ando perdido.
No soporto que cuando no te gusta las "fiestas mayores", te etiqueten de aburrido y amargado.
No soporto que los que han tenido un problema te lo hagan pagar a tí.
No soporto que no haya una segunda vida para corregir los errores de esta.
No soporto que la mediocridad ahora sea considerada la excelencia.
No soporto que al final de una afirmación, un gilipollas diga "...o no".
No soporto a veces ser tan misántropo, pero es que tengo razón.
A la mierda.
Que Dios os bendiga.
Podéis ir en paz.
viernes, 27 de agosto de 2010
sábado, 21 de agosto de 2010
LA JUSTICIA TUERTA
Hermanos, hermanas…
Ejercicio de introspección:
Usted está durmiendo como cualquier noche en su casa con su familia cada uno en su sitio, como Dios manda, y son como las 4 de la mañana – buena hora para visitar el baño y volver a pegar la cara en la almohada durante un par de horas más, que es una de las sensaciones reforzantes que se le permiten a los buenos trabajadores aplicados y alienados – cuando escucha un ruido en la cocina y, tras un escalofrío de certeza a causa de ese sonido inusual, usted reprime el canguelo y se arma con unas tijeritas de las que echa mano en el baño para salir ahí fuera, a enfrentarse a lo desconocido.
Por el pasillo hace sus cálculos: 3 ó 4 albanokosovares de estos que vienen petardeaos y cabreaos de sus guerras balcánicas y acostumbrados a dar matarile a la primera de cambio… o dos gitanos de los que tiran de hierro antes que el verlo… o vamos a decir mejor españoles, y así no nos tachan de racistas y de fachas antiprogre, que para el cabo… Usted elige la primera opción. No es ningún héroe, pero ya que estos cabrones le han puesto en tal lance, calcula la posibilidad de echarse sobre el hijoputa de Dimitri desde la oscuridad, acuchillarle el buche y mandarle al infierno, con lo que al menos se lleva a uno por delante, tras el cual irá usted porque Sergei y Vladimir tampoco se lo van a poner a huevo después (y menos portando pipas).
El contradiós lo supone el hecho de que mientras planea la estrategia para que los amigos de lo ajeno no le expropien sus pertenencias y luego hagan una carioca a su mujer y a su hija con el kamasutra serbio, tiene que ir organizando lo que va a decirle al juez para no acabar pagándolo todo usted. Que tiene cojones.
Si son extranjeros como se ha imaginado, lo tiene crudo si se excede en la mínima colleja que propine a sus visitantes en su defensa porque sobre usted se echarán el juez con sus leyes de protección del vago y maleante, el abogado defensor (que es como en España se ha dado en denominar de toda la vida al mamporrero del delincuente), y la Asociación de Amigos del Inmigrante Ilegal. Lógicamente, cuando los vea campando en el salón, tómese su tiempo para estimar sus edades y olvídese de agredir a los que parezcan menores de edad, porque la que te cae encima no la quieras ver, con la ley del menor y la de su puta madre. En serio, todavía le viene la madre del susodicho psicopatilla a pedirle explicaciones y exigirle indemnizaciones que sin duda cobrará de usted.
Como decían Los Rodríguez “llego la noche, llegó el champán, llegó la hora de la verdad”. Cuídese de mostrar una actitud pasional y no tire demasiado de arma blanca, porque una cuchillada de más basta para que usted pase una década en la trena. El juez, que escucha al defensor, recuerda con regocijo el día en que le dieron el puesto en aquella tómbola de la verbena, y ancho y sin parpadear pronuncia, “ensañamiento”, “abuso de fuerza”, y “ventaja” (chúpate esa, que para largar a los tipos que roban tu casa tienes que medir hasta que estéis en igualdad de condiciones, de armas y de mala hostia. Vamos, que no se le vaya a ocurrir meterle con un bate de baseball al gachó que le amenaza con un palo. Si el malo tiene un palo en la mano, evalúe la situación y busque un palo.
El juez, que no oye hablar del derecho a la legítima desde que aprobó la oposición chupando culos y lo que no lo son también, larga en libertad sin cargos a la mafia de Dimitri diciendo “enagenación mental transitoria” (para la que se armaron hasta los dientes y planearon un plan como el de Michael Kane en Evasión o victoria), “desventaja socio-económica”… y lo que sea que ponga en la ley que han hecho todos esos sesudos lumbreras del Legislativo.
Es que lo primero al ver a los cacos en el salón donde juegan los hijos de usted, por Dios no me sea de su pueblo, lógicamente es recurrir al diálogo. “¿Van ustedes a mangar algo? Preferiría que no lo hicieran, me ha costado mucho esfuerzo juntar todo esto. ¿Llegamos a un acuerdo? Se llevan la TV plana y la bici del niño, yo no llamo a la pasma, y aquí paz y después gloria… Por cierto, ¿un colacao?”.
Dios nos libre de tener algún día un problema de juzgados, porque si somos inocentes… encima de cornudos, apaleados. Le resulta más rentable que le roben todo y usted les ayude a cargarlo en el coche. Por lo menos así esquiva al juez y a sus esbirros del aparato judicial, que tras la afrenta, le darían el puntillazo.
A los pecadores de esta semana, los jueces (por hideputas y bellacos), los condeno a copiar diez millones de veces el quinto y el séptimo, a ver si les entra en la cabeza de una putísima vez que están para ayudarnos a nosotros y no a los malos. No se quién tiene la culpa de esto, supongo que la Tontería Global, o la tendencia de nuestra subcultura a endiosar al Vaquilla, al Torete y a todos los alegres bandoleros quinquis redivivos por los putos Chichos. Igual me da para el caso. El consejo, hermanos, como si fuera aquí un servidor de ustedes vuestra misma madre, es que tengáis mucho cuidaito, que aunque no te metas en problemas, ya los demás te los crean gratis y sin cita previa.
Que el Señor esté con vosotros.
Podéis ir en paz.
sábado, 14 de agosto de 2010
LA BBC Y LA CULTURILLA DE AQUÍ
La BBC (bodas, bautizos, comuniones) es sólo un subconjunto de ritos tradicionales encaminados a parapetar al ser humano en un lugar concreto del mundo. Por supuesto, no tengo nada en contra de aquellos que los ejecutan por convencimiento firme. La cuestión es que 9 de cada 10 hijos de vecino monta todas estas parafernalias sin pensar.
Ejemplifíquese con el documental de tipo antropológico de La 2, en el que la tribu de los Mondongo cubren a un tipo del clan vestido de fallera, con montones de cerdos y cientos de kilos de papaya, y luego danzan en pelotas alrededor para acabar metiéndose entre pecho y espalda todo lo traído, que no es más que toda la producción del mes a riesgo de pasar hambruna durante el resto del año. Tras ello, se considera que el tipo disfrazado de pavo real ya no es mozalbete, y puede participar de la élite social haciendo las chorradas que sean menester. Er Moi y la Sara ven dicho documental en casa de los padres de ella atiborrándose de doritos mientras se parten de risa a costa de los Mondongo, entre pedorretas de superioridad y comentarios del tipo “qué gente más gilipollas hay en la selva”.
Lo que er Moi y la Sara desconocen es que ellos son aún más idiotas, y sin vivir en la selva. Más tarde volveremos a este momento.
Ejemplifíquese con el documental de tipo antropológico de La 2, en el que la tribu de los Mondongo cubren a un tipo del clan vestido de fallera, con montones de cerdos y cientos de kilos de papaya, y luego danzan en pelotas alrededor para acabar metiéndose entre pecho y espalda todo lo traído, que no es más que toda la producción del mes a riesgo de pasar hambruna durante el resto del año. Tras ello, se considera que el tipo disfrazado de pavo real ya no es mozalbete, y puede participar de la élite social haciendo las chorradas que sean menester. Er Moi y la Sara ven dicho documental en casa de los padres de ella atiborrándose de doritos mientras se parten de risa a costa de los Mondongo, entre pedorretas de superioridad y comentarios del tipo “qué gente más gilipollas hay en la selva”.
Lo que er Moi y la Sara desconocen es que ellos son aún más idiotas, y sin vivir en la selva. Más tarde volveremos a este momento.
En la más tierna infancia de er Moi, este fue bautizado por la Iglesia (parecerá una obviedad, pero es que ahora se han puesto de moda los bautizos civiles, invento progre, imbécil e incoherente, perpetrado por los mismos que, resentidos con lo religioso, inventaron la chorrada suprema de felicitar la Navidad con “Felices fiestas de solsticio”, por aquello de lo políticamente correcto). A la familia de nuestro héroe, si le preguntas por qué procedió al ungimiento del molondro de su hijo con agua por un sacerdote, pondrá cara de no entender por qué lo preguntas. Ellos sólo saben que eso hay que hacerlo cuando el niño es chico, y que después hay copitas y jamón para todos. Ahí empiezan los ritos en la vida de er Moi.
Siete años después, la niña Sara se está calzando en el probador de la tienda un vestido de princesa de 1000 euros como el de la Cenicienta, entre gritos de la madre, la tía y la abuela, todas sujetando la cortina cual gitanas en celo, y las palabrotas precoces de Sarita (mamá, gilipollas, que cierres, que no te enteras carajota!), que se prepara para recibir al Niño Jesús en su corazón. La familia entiende que la retoña por tal mérito merece un viaje a Eurodisney, porque la niña no puede ser menos que el niño de la Paqui del quinto, que va de almirante aunque su padre sea peón de albañil (no como los demás vulgares, de marineritos) y va a poner castillo hinchable en el convite. La Sara pasa un gran día de su Primera Comunión, entre abuelas obligando a niños a comer langostinos por cojones, familiares disfrazados de Tony Manero intentando pillar, y reuniones de machos patriarcas repitiendo sin cesar que ellos no creen en los curas porque tienen mucha riqueza y fornican mucho (vamos, envidia).
Volvemos al momento de los doritos frente al documental de los Mondongo. Er Moi y la Sara planean su boda.
Er Moi es idiota pero no tanto como para no sentir un susurro psicológico tras la oreja que le avisa de la inminente pérdida de su libertad, por lo que empieza a sospechar de la gran intensidad e ilusión de la Sara en todo esto. Pero ha sido educado para no pensar, e ignora todo lo que en su cabeza pueda ser raciocinio y sigue hacia adelante. No ha pasado nada, sólo un momento de lucidez en la eternidad. La Sara, que pincha y corta desde que nació, exige otro vestido de princesa alegando que será el día más féliz de su vida (vete tú a saber por qué). Tarjetas para los invitados, que echan para atrás una y otra vez a la imprenta porque aún no han quedado suficientemente kitsch, elección del menú que tiene que quedar como si lo pusiera Adriá pero valiendo tres duros, encuéntrame la orquesta, un DJ y una chirigota que yo no soy menos que nadie. La Sara quiere un coche antiguo para ir a la iglesia, a la que no va nunca por eso de lo de los golpes de pecho que ella dice, quiere un fotógrafo que le haga fotos pero de estas diferentes (que ella salga como una modelo de estas guapas, aunque esté como una foca), también necesita un viaje romántico a las Islas Griegas o al Caribe (que no sabe situarlos en el mapa) porque ya que no ha salido de la provincia quiere que sea a lo grande. Er Moi se tiene que vestir como lo diga ella, y colocarse en el sitio de la mesa que diga la suegra de él.
A los invitados, junto con la invitación, les llega el cobro del IPB (Impuesto por Pringar en Boda) a ingresar en una cuenta corriente para lucro del matrimonio, que tiene que ganar porque si no el negocio no sale. Que digo yo que entonces ¿por qué llaman invitación a esto?. El banquete se llena de desconocidos, clientes del padre, tías galácticas, primos perdidos… que durante la ceremonia no tenían ni puta idea de comportarse (y ante la ignorancia ya sabemos que el español tiende a carcajearse y montarla). Los novios conocen sólo a los amigos, que vienen a pillar el coma etílico como experiencia trascendental, y a las amigas que, tras menearle la cebolleta al gogó en la despedida de soltera, hoy aparecen vestidas de caramelo psicodélico con pamela a lo Alatriste comprada en los chinos, compitiendo entre ellas, con cara de nosotros somos respetables y unas ganas de trincar a un desdichado que no veas. Más tarde la pareja irá por las mesas (que no se a quién se le ocurrió ver esta costumbre como estilosa) repartiendo la quintaesencia de la boda, el puro. Todo es subrealista aunque no lo parece porque no se ve a través de un documental de La 2.
Un extraterrestre diría que una boda es un lugar donde se juntan a comer y le cortan la corbata a un tipo, después de echarle arroz por encima (nadie de los que lo hace saben por qué lo hacen pero es probable que sea por un pensamiento mágico y compulsivo tendente a creer que los cónyuges tendrán bonanza económica...???)
La respetabilidad se muestra a la hora en que ponen a los novios una tarta en forma de falo con sus respectivos, o visten al novio de Papá Noël y lo sacan por la Puerta del Príncipe. Lo mejor son las bromas de tipo sexual en público; es el medidor perfecto de la chabacanería de las familias. La última etapa del bodorrio se celebra con todos los canis, que se quitaron la chaqueta por el calor, con cara de estar como un ciquitraque echándose fotos con flash sobre fondo negro (muy artísticas) y las hembras gritando tonterías y reboleadas por el suelo. Coronarán todo con una danza tribal llamada Paquito “the Chocolat-maker” consistente en echar la pelvis hacia adelante, premonizando inconscientemente lo que toca hoy por la noche, aunque Er Moi y la Sara ya estén más rodados que un trompo. El alcohol ayudará en esta empresa.
La pregunta clave a los contrayentes: ¿por qué os habéis casado?. Es una pregunta harto peligrosa ya que no lo saben. Han organizado algo enorme y gastado millones pero muy pocos te pondrán en pie el por qué lo hicieron. En la primitiva mente de la mayoría de estos primates aparece la frase “porque tocaba”. Lo más devastador es que también tendrán hijos porque tocará o porque la Jenni ya está de dos meses y yo aún no. Y aunque nada tenga sentido, todo lo harán a lo grande porque así es como se hace y porque yo no soy menos.
Recuerdo al miembro Mondongo disfrazado y su tribu bailando en bolas, y estos dos caricatos mofándose de estos salvajes selváticos, pero… yo me parto de ellos y no del Mondongo.
El hipotético extraterrestre verá otras cosas sorprendentes en la culturilla de aquí: los padres comprarán a la pareja un piso y les librarán de hipoteca de por vida, les comprarán un coche a cada uno, les pagarán ese viaje al Caribe, les amueblarán la casa, y se quedarán con el retoño cuantas veces quiera la pareja. Harán de todo con tal de que sus hijos lo tengan todo solucionado, en vez de invitarles a que aprendan a vivir y esforzarse por sí mismos; así perpetuarán la eterna dependencia padres-hijos que hay aquí en el sur. (Véase Club del Libro y Generación de Padres Gilipollas). Qué chorrada, máxime cuando va a haber que deshacerlo todo para el divorcio dentro de dos años, cuando empiecen a echarse la culpa de que el niño no deja dormir, de que la casa no la arreglan los duendecillos, y de que eso de la fidelidad era un poquillo complicado en mamíferos polígamos. Er Moi domina esta última lógica para no hacer la cama (porque tiene que usarla esta noche) pero no lo aplica para cosas mayores, como se ve.
El consejo de hoy, hermanos: sabed qué razones están en el motor de vuestras acciones.
Podéis ir en paz.
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"Pecadores",
Las crónicas de Babilonia
sábado, 7 de agosto de 2010
EL TURISTA PATRIO
Hermanos, hermanas, y parafraseando a Fray Luis de León… “ Como ibamos diciendo…”
Democratización (que no democracia) es un término que me da miedo. En la figura del turista en general y el cañí en particular este proceso llega a una de sus manifestaciones más chabacanas y creadoras de vergüenza ajena; me refiero a la democratización de la aventura y del arte. Es decir, que ahora el tío que conociste en la despedida de soltero der Migue, ciego de Legendario y cantando Oeoeoe, tiene derecho a ser como el puto Alan Quatermain o Indiana Jones en un safari de 5000 euros si lo paga, o comprarse una digital de 4000 y echar una foto con flash a cada 5 pasos en una calle extranjera sólo porque es extranjera y creerse Dorothea Lange. Supongo que es otra medida del sistema para dar pseudosentido a toda esa masa de gente vacía con la que convivimos. Y esto se cumple a través de un concepto muy sencillo, el turismo.
En mi humilde opinión (y esto me ha granjeado discusiones absurdas) los peores turistas son los compatriotas, seguidos de los italianos y los americanos jóvenes. El turista patrio es chabacano, ya salga fuera o se quede en Torrevieja. Es ruidoso, grita, se queja en alto, la monta en cualquier lado adrede, si compartes local con él sólo te enteras de su vida porque se encarga de que todos la escuchen (vamos como aquí en el pueblo), es maleducado con el personal e irrespetuoso con los demás, se enorgullece de su incultura y su mayor interés en los lingotazos gratis del crucero/hotel/o de lo que sea, y lo que más me da por detrás… es esa tendencia a hacerse el graciosillo.
El turista español es una mezcla entre Pepe da Rosa y Paco Gandía que usa el chiste públicamente para dos cosas fundamentalmente:
Uno. Para hacerse notar , es decir, para “liarla”, concepto valorado al máximo por los españoles ya estén en el Vaticano o de botellona, o en el bautizo del chiquillo de la Charini (cosa obligada a la que se siente, ya que si un español está in da house, el resto de guiris debe saberlo y rendir pleitesía y reír con ese salero, gracia y animosidad que Dios nos ha dado a los ibéricos). Esto de liarla intento explicarlo antropológicamente y sólo encuentro una solución, hermanos. Cuando el simio no tiene una conciencia del sí mismo y de la importancia de su vida y de lo que realiza para el presente y para la posteridad, necesita inconscientemente dejar su huella de la forma burda que sea porque no sabe de otras formas más cívicas de hacerlo, por lo que ante tal urgencia existencial urge montarse en un coche y ponerse a pitar, o unirse en grupo y emitir cánticos para amedrentar al extranjero en su propia casa, o gritar simplemente “¡Eh, que somos españoles, eh, oiga, españoles!!!”. Que si, español, de España, vale, y yo kazajo, de Kazajistán, muy bien, y qué pasa. El turista español es el que pasa de conocer la cultura del lugar y te monta en el primer bar que encuentran un tablao improvisado para bailar sevillanas, y que todos esos saboríos extranjeros lo admiren y lo flipen con lo chachi que es la cultura cañí.
Y dos. Para amortiguar su incultura. Me explico: el guía en Medina Azahara explica que estas dependencias eran de Abderramán III que dormía allí en verano porque hacía más fresquito o porque al hombre le salía de los cojones o por lo que sea. Al turista cañí, que no sabe quién carajo es Abderramán ni Almanzor, ni la madre que los parió porque para él todos los moros son lo mismo, le sale más rentable (porque hablar tiene que hablar, fijo) cachondearse del tema con un “Sí, y donde ponía el Abdulá este a la parienta mirando a Cuenca, jua jua!”. Y como la gente es borrega hasta límites insospechados le siguen unas risotadas, una sonrisa forzada del guía (que se caga en la estampa de Pepe de Rosa y piensa que ha estudiado para tratar con estos gilipollas) y así se diluye que allí en el grupo de turistas nadie tiene idea de nada y que más vale ser gracioso de pacotilla que ilustrado, idea que pasarán a sus hijos, insignes alumnos de la ESO. (En la foto, un turista nacional y dominguero).
Estos hijos se convertirán más tarde en egregios interraileros. Aquí tenemos que explicar algo. Para mí, un turista y un viajero no son lo mismo; a buen entendedor pocas palabras bastan. Todo depende de la actitud con la que se explore el mundo y los riesgos que se corran. Los jóvenes grupillos de aventureros de tres al cuarto que se ven por Europa no han dejado de ser turistas garrulos como sus padres, por mucho que se vean independientes y libres porque han acabado el bachillerato y sus padres tienen dinero para pagarles el billete un mes. Esto lo notamos en que no son autosuficientes en solitario, se cagan de miedo si van solos, necesitan del grupo amplio para ir de guays, ir liándola (cosa imprescindible, son españoles, coño), mofarse de las costumbres foraneas en grupo envalentonado (no vaya a ser que les caneen, vamos como aquí en el pueblo otra vez), chillar en los sitios públicos sin que nadie se atreva a decirles nada, y ponerse la bandera de España de capita todos juntos porque uno solo no. Nunca se aventurarán a destinos de verdad, sólo a capitales seguras; sus mayores intereses culturales son las discotecas de Berlín y los porros de Amsterdam (mucho más caros que aquí pero más cool), ponerse su sombrerito de italoamericano tan de moda ahora, su capucha a mitad de la coronilla, y dormir en el suelo del tren aunque haya sitio porque eso es muy hippie y luego hay que contarlo y vacilar, y sobre todo lo más de lo más; andar descalzo por la calle, clavándose cristales y cogiendo mierda para luego acostarse en la cama del albergue sin lavarse (es que los zapatos son un invento de lo más reaccionario). Luego está la moda pija de disfrazarse de algo del país visitado: si estoy en Grecia me disfrazo con un vestido tipo toga, como hacía el chabalillo que anunciaba el tren de Famobil disfrazado de maquinista.
Son los amos, sobre todo con esas dotes comunicativas. El último mono del último pueblo de Ecuador llega a un sitio y te habla el inglés de puta madre cuando no otros idiomas. Nuestros turistas maduros no saben qué es el yuspikinglis y para que la tipa de la recepción les entienda les hablan más alto, en plan Alfredo Landa, como si la pobre mía estuviese sorda. Menos mal que nuestros jóvenes dominan el inglés de la ESO y alcanzan a decir “hello” y “I Pepita Pérez, I room, bye bye” entre risas y cachondeos y empujones a la amiga para que lo diga ella con todo el pavo. Ay omá, ¿pero de dónde sale ese orgullo de no hablar otro idioma?¿quizás nos viene del siglo XV, de cuando todavía eramos algo? ¡Patetos pecadores! (pateto = paleto + cateto).
Hace tiempo, un hermano me contaba que escuchó una conversación en su entorno laboral en el que uno ladraba: “¿Quillo, ustedes sabéis qué es lo que hacen los japoneses cuando viajan? Los tíos se empollan la política, la historia, el idioma, y lo saben to antes de irse de viaje”. Claro caricato. Así les va a ellos y así nos va a nosotros. Es la diferencia entre aprender algo y pasar por la vida sin enterarse de nada. Claro que habrá miles de chupapilas a los que no podrás sacar de ir a Londres a comprar lo que pueden comprar aquí, o beber un wiskazo tras otro en el hotel de Punta Cana con la pulserita puesta sin saber siquiera donde están.
El fulano del robado de la foto reciente es un subtipo muy frecuente. Su pantalón corto y zapatillas deportivas para recorrer largas distancias en calles que irá grabando íntegramente en su supercámara digital (no para de grabar aunque entre en un ascensor) para luego aburrir durante horas a sus amigos en casa, su chaleco sin mangas, su camiseta con publicidad de su empresa, su bolso con los avíos, además de su cara de estar a punto de disparar uno de los chistes de su repertorio. Una de sus facultades es estar siempre en medio y no quitarse. Aunque a este subtipo humano le podaís escuchar burlas por ejemplo hacia digamos un rumano, llamándole “oye tú, Sergei” y cosas similares, en verdad os digo que no hay tanta diferencia entre el español y el rumano, sino unos pocos años más de democracia mal aprovechada.
Para ilustar a los turistas jóvenes, baste el video, que ya es demasiado. Con todo esto no quiero decir que los alemanes de ibiza o los hooligans ingleses no sean unos hijos de mil padres, que lo son. Pero en la mayoría de los destinos el público se comporta.
El consejo de hoy, hermanos, es que seais viajeros, que conozcáis lo que hay fuera y eso os sirva y os haga crecer, y que no caiga en suelo yermo. Id donde os salga del aparato reproductor, y no donde os sugieran las agencias de viajes, que parece que todo el mundo tenga que ir a los mismos sitios convenidos entre comercio y gobiernos. Aventúrense, arriésguense, aprendan cosas. No pasen como el turista español por los sitios del mundo sin haber convertido las experiencias en conocimientos y en recuerdos útiles.
Encantado de volver a estar con vosotros, hermanos.
Podéis ir en paz.
Democratización (que no democracia) es un término que me da miedo. En la figura del turista en general y el cañí en particular este proceso llega a una de sus manifestaciones más chabacanas y creadoras de vergüenza ajena; me refiero a la democratización de la aventura y del arte. Es decir, que ahora el tío que conociste en la despedida de soltero der Migue, ciego de Legendario y cantando Oeoeoe, tiene derecho a ser como el puto Alan Quatermain o Indiana Jones en un safari de 5000 euros si lo paga, o comprarse una digital de 4000 y echar una foto con flash a cada 5 pasos en una calle extranjera sólo porque es extranjera y creerse Dorothea Lange. Supongo que es otra medida del sistema para dar pseudosentido a toda esa masa de gente vacía con la que convivimos. Y esto se cumple a través de un concepto muy sencillo, el turismo.
En mi humilde opinión (y esto me ha granjeado discusiones absurdas) los peores turistas son los compatriotas, seguidos de los italianos y los americanos jóvenes. El turista patrio es chabacano, ya salga fuera o se quede en Torrevieja. Es ruidoso, grita, se queja en alto, la monta en cualquier lado adrede, si compartes local con él sólo te enteras de su vida porque se encarga de que todos la escuchen (vamos como aquí en el pueblo), es maleducado con el personal e irrespetuoso con los demás, se enorgullece de su incultura y su mayor interés en los lingotazos gratis del crucero/hotel/o de lo que sea, y lo que más me da por detrás… es esa tendencia a hacerse el graciosillo.
El turista español es una mezcla entre Pepe da Rosa y Paco Gandía que usa el chiste públicamente para dos cosas fundamentalmente:
Uno. Para hacerse notar , es decir, para “liarla”, concepto valorado al máximo por los españoles ya estén en el Vaticano o de botellona, o en el bautizo del chiquillo de la Charini (cosa obligada a la que se siente, ya que si un español está in da house, el resto de guiris debe saberlo y rendir pleitesía y reír con ese salero, gracia y animosidad que Dios nos ha dado a los ibéricos). Esto de liarla intento explicarlo antropológicamente y sólo encuentro una solución, hermanos. Cuando el simio no tiene una conciencia del sí mismo y de la importancia de su vida y de lo que realiza para el presente y para la posteridad, necesita inconscientemente dejar su huella de la forma burda que sea porque no sabe de otras formas más cívicas de hacerlo, por lo que ante tal urgencia existencial urge montarse en un coche y ponerse a pitar, o unirse en grupo y emitir cánticos para amedrentar al extranjero en su propia casa, o gritar simplemente “¡Eh, que somos españoles, eh, oiga, españoles!!!”. Que si, español, de España, vale, y yo kazajo, de Kazajistán, muy bien, y qué pasa. El turista español es el que pasa de conocer la cultura del lugar y te monta en el primer bar que encuentran un tablao improvisado para bailar sevillanas, y que todos esos saboríos extranjeros lo admiren y lo flipen con lo chachi que es la cultura cañí.
Y dos. Para amortiguar su incultura. Me explico: el guía en Medina Azahara explica que estas dependencias eran de Abderramán III que dormía allí en verano porque hacía más fresquito o porque al hombre le salía de los cojones o por lo que sea. Al turista cañí, que no sabe quién carajo es Abderramán ni Almanzor, ni la madre que los parió porque para él todos los moros son lo mismo, le sale más rentable (porque hablar tiene que hablar, fijo) cachondearse del tema con un “Sí, y donde ponía el Abdulá este a la parienta mirando a Cuenca, jua jua!”. Y como la gente es borrega hasta límites insospechados le siguen unas risotadas, una sonrisa forzada del guía (que se caga en la estampa de Pepe de Rosa y piensa que ha estudiado para tratar con estos gilipollas) y así se diluye que allí en el grupo de turistas nadie tiene idea de nada y que más vale ser gracioso de pacotilla que ilustrado, idea que pasarán a sus hijos, insignes alumnos de la ESO. (En la foto, un turista nacional y dominguero).
Estos hijos se convertirán más tarde en egregios interraileros. Aquí tenemos que explicar algo. Para mí, un turista y un viajero no son lo mismo; a buen entendedor pocas palabras bastan. Todo depende de la actitud con la que se explore el mundo y los riesgos que se corran. Los jóvenes grupillos de aventureros de tres al cuarto que se ven por Europa no han dejado de ser turistas garrulos como sus padres, por mucho que se vean independientes y libres porque han acabado el bachillerato y sus padres tienen dinero para pagarles el billete un mes. Esto lo notamos en que no son autosuficientes en solitario, se cagan de miedo si van solos, necesitan del grupo amplio para ir de guays, ir liándola (cosa imprescindible, son españoles, coño), mofarse de las costumbres foraneas en grupo envalentonado (no vaya a ser que les caneen, vamos como aquí en el pueblo otra vez), chillar en los sitios públicos sin que nadie se atreva a decirles nada, y ponerse la bandera de España de capita todos juntos porque uno solo no. Nunca se aventurarán a destinos de verdad, sólo a capitales seguras; sus mayores intereses culturales son las discotecas de Berlín y los porros de Amsterdam (mucho más caros que aquí pero más cool), ponerse su sombrerito de italoamericano tan de moda ahora, su capucha a mitad de la coronilla, y dormir en el suelo del tren aunque haya sitio porque eso es muy hippie y luego hay que contarlo y vacilar, y sobre todo lo más de lo más; andar descalzo por la calle, clavándose cristales y cogiendo mierda para luego acostarse en la cama del albergue sin lavarse (es que los zapatos son un invento de lo más reaccionario). Luego está la moda pija de disfrazarse de algo del país visitado: si estoy en Grecia me disfrazo con un vestido tipo toga, como hacía el chabalillo que anunciaba el tren de Famobil disfrazado de maquinista.
Son los amos, sobre todo con esas dotes comunicativas. El último mono del último pueblo de Ecuador llega a un sitio y te habla el inglés de puta madre cuando no otros idiomas. Nuestros turistas maduros no saben qué es el yuspikinglis y para que la tipa de la recepción les entienda les hablan más alto, en plan Alfredo Landa, como si la pobre mía estuviese sorda. Menos mal que nuestros jóvenes dominan el inglés de la ESO y alcanzan a decir “hello” y “I Pepita Pérez, I room, bye bye” entre risas y cachondeos y empujones a la amiga para que lo diga ella con todo el pavo. Ay omá, ¿pero de dónde sale ese orgullo de no hablar otro idioma?¿quizás nos viene del siglo XV, de cuando todavía eramos algo? ¡Patetos pecadores! (pateto = paleto + cateto).
Hace tiempo, un hermano me contaba que escuchó una conversación en su entorno laboral en el que uno ladraba: “¿Quillo, ustedes sabéis qué es lo que hacen los japoneses cuando viajan? Los tíos se empollan la política, la historia, el idioma, y lo saben to antes de irse de viaje”. Claro caricato. Así les va a ellos y así nos va a nosotros. Es la diferencia entre aprender algo y pasar por la vida sin enterarse de nada. Claro que habrá miles de chupapilas a los que no podrás sacar de ir a Londres a comprar lo que pueden comprar aquí, o beber un wiskazo tras otro en el hotel de Punta Cana con la pulserita puesta sin saber siquiera donde están.
El fulano del robado de la foto reciente es un subtipo muy frecuente. Su pantalón corto y zapatillas deportivas para recorrer largas distancias en calles que irá grabando íntegramente en su supercámara digital (no para de grabar aunque entre en un ascensor) para luego aburrir durante horas a sus amigos en casa, su chaleco sin mangas, su camiseta con publicidad de su empresa, su bolso con los avíos, además de su cara de estar a punto de disparar uno de los chistes de su repertorio. Una de sus facultades es estar siempre en medio y no quitarse. Aunque a este subtipo humano le podaís escuchar burlas por ejemplo hacia digamos un rumano, llamándole “oye tú, Sergei” y cosas similares, en verdad os digo que no hay tanta diferencia entre el español y el rumano, sino unos pocos años más de democracia mal aprovechada.
Para ilustar a los turistas jóvenes, baste el video, que ya es demasiado. Con todo esto no quiero decir que los alemanes de ibiza o los hooligans ingleses no sean unos hijos de mil padres, que lo son. Pero en la mayoría de los destinos el público se comporta.
El consejo de hoy, hermanos, es que seais viajeros, que conozcáis lo que hay fuera y eso os sirva y os haga crecer, y que no caiga en suelo yermo. Id donde os salga del aparato reproductor, y no donde os sugieran las agencias de viajes, que parece que todo el mundo tenga que ir a los mismos sitios convenidos entre comercio y gobiernos. Aventúrense, arriésguense, aprendan cosas. No pasen como el turista español por los sitios del mundo sin haber convertido las experiencias en conocimientos y en recuerdos útiles.
Encantado de volver a estar con vosotros, hermanos.
Podéis ir en paz.
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"Pecadores",
Las crónicas de Babilonia
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