Sed bienvenidos...

... los que estáis asqueados de toda la Tontería que nos rodea, los que estáis hasta los cojones/ovarios de aguantar imbéciles e incompetentes, los que tenéis que reventar y no podéis porque vuestra castrante moral judeocristiana os lo prohibe, los que sufríais de pequeños las mofas de seres inferiores, los que esforzándoos no obtenéis recompensa, los que vivís en un mundo que no es para vosotros, los que sabéis parte de la verdad pero os toman por locos, los que necesitáis opinar sin ser juzgados por ignorantes, los que pudiendo cambiar las cosas aún dormimos.

sábado, 7 de agosto de 2010

EL TURISTA PATRIO

Hermanos, hermanas, y parafraseando a Fray Luis de León… “ Como ibamos diciendo…”

Democratización (que no democracia) es un término que me da miedo. En la figura del turista en general y el cañí en particular este proceso llega a una de sus manifestaciones más chabacanas y creadoras de vergüenza ajena; me refiero a la democratización de la aventura y del arte. Es decir, que ahora el tío que conociste en la despedida de soltero der Migue, ciego de Legendario y cantando Oeoeoe, tiene derecho a ser como el puto Alan Quatermain o Indiana Jones en un safari de 5000 euros si lo paga, o comprarse una digital de 4000 y echar una foto con flash a cada 5 pasos en una calle extranjera sólo porque es extranjera y creerse Dorothea Lange. Supongo que es otra medida del sistema para dar pseudosentido a toda esa masa de gente vacía con la que convivimos. Y esto se cumple a través de un concepto muy sencillo, el turismo.

En mi humilde opinión (y esto me ha granjeado discusiones absurdas) los peores turistas son los compatriotas, seguidos de los italianos y los americanos jóvenes. El turista patrio es chabacano, ya salga fuera o se quede en Torrevieja. Es ruidoso, grita, se queja en alto, la monta en cualquier lado adrede, si compartes local con él sólo te enteras de su vida porque se encarga de que todos la escuchen (vamos como aquí en el pueblo), es maleducado con el personal e irrespetuoso con los demás, se enorgullece de su incultura y su mayor interés en los lingotazos gratis del crucero/hotel/o de lo que sea, y lo que más me da por detrás… es esa tendencia a hacerse el graciosillo.

El turista español es una mezcla entre Pepe da Rosa y Paco Gandía que usa el chiste públicamente para dos cosas fundamentalmente:
Uno. Para hacerse notar , es decir, para “liarla”, concepto valorado al máximo por los españoles ya estén en el Vaticano o de botellona, o en el bautizo del chiquillo de la Charini (cosa obligada a la que se siente, ya que si un español está in da house, el resto de guiris debe saberlo y rendir pleitesía y reír con ese salero, gracia y animosidad que Dios nos ha dado a los ibéricos). Esto de liarla intento explicarlo antropológicamente y sólo encuentro una solución, hermanos. Cuando el simio no tiene una conciencia del sí mismo y de la importancia de su vida y de lo que realiza para el presente y para la posteridad, necesita inconscientemente dejar su huella de la forma burda que sea porque no sabe de otras formas más cívicas de hacerlo, por lo que ante tal urgencia existencial urge montarse en un coche y ponerse a pitar, o unirse en grupo y emitir cánticos para amedrentar al extranjero en su propia casa, o gritar simplemente “¡Eh, que somos españoles, eh, oiga, españoles!!!”. Que si, español, de España, vale, y yo kazajo, de Kazajistán, muy bien, y qué pasa. El turista español es el que pasa de conocer la cultura del lugar y te monta en el primer bar que encuentran un tablao improvisado para bailar sevillanas, y que todos esos saboríos extranjeros lo admiren y lo flipen con lo chachi que es la cultura cañí.
Y dos. Para amortiguar su incultura. Me explico: el guía en Medina Azahara explica que estas dependencias eran de Abderramán III que dormía allí en verano porque hacía más fresquito o porque al hombre le salía de los cojones o por lo que sea. Al turista cañí, que no sabe quién carajo es Abderramán ni Almanzor, ni la madre que los parió porque para él todos los moros son lo mismo, le sale más rentable (porque hablar tiene que hablar, fijo) cachondearse del tema con un “Sí, y donde ponía el Abdulá este a la parienta mirando a Cuenca, jua jua!”. Y como la gente es borrega hasta límites insospechados le siguen unas risotadas, una sonrisa forzada del guía (que se caga en la estampa de Pepe de Rosa y piensa que ha estudiado para tratar con estos gilipollas) y así se diluye que allí en el grupo de turistas nadie tiene idea de nada y que más vale ser gracioso de pacotilla que ilustrado, idea que pasarán a sus hijos, insignes alumnos de la ESO. (En la foto, un turista nacional y dominguero).

Estos hijos se convertirán más tarde en egregios interraileros. Aquí tenemos que explicar algo. Para mí, un turista y un viajero no son lo mismo; a buen entendedor pocas palabras bastan. Todo depende de la actitud con la que se explore el mundo y los riesgos que se corran. Los jóvenes grupillos de aventureros de tres al cuarto que se ven por Europa no han dejado de ser turistas garrulos como sus padres, por mucho que se vean independientes y libres porque han acabado el bachillerato y sus padres tienen dinero para pagarles el billete un mes. Esto lo notamos en que no son autosuficientes en solitario, se cagan de miedo si van solos, necesitan del grupo amplio para ir de guays, ir liándola (cosa imprescindible, son españoles, coño), mofarse de las costumbres foraneas en grupo envalentonado (no vaya a ser que les caneen, vamos como aquí en el pueblo otra vez), chillar en los sitios públicos sin que nadie se atreva a decirles nada, y ponerse la bandera de España de capita todos juntos porque uno solo no. Nunca se aventurarán a destinos de verdad, sólo a capitales seguras; sus mayores intereses culturales son las discotecas de Berlín y los porros de Amsterdam (mucho más caros que aquí pero más cool), ponerse su sombrerito de italoamericano tan de moda ahora, su capucha a mitad de la coronilla, y dormir en el suelo del tren aunque haya sitio porque eso es muy hippie y luego hay que contarlo y vacilar, y sobre todo lo más de lo más; andar descalzo por la calle, clavándose cristales y cogiendo mierda para luego acostarse en la cama del albergue sin lavarse (es que los zapatos son un invento de lo más reaccionario). Luego está la moda pija de disfrazarse de algo del país visitado: si estoy en Grecia me disfrazo con un vestido tipo toga, como hacía el chabalillo que anunciaba el tren de Famobil disfrazado de maquinista.



Son los amos, sobre todo con esas dotes comunicativas. El último mono del último pueblo de Ecuador llega a un sitio y te habla el inglés de puta madre cuando no otros idiomas. Nuestros turistas maduros no saben qué es el yuspikinglis y para que la tipa de la recepción les entienda les hablan más alto, en plan Alfredo Landa, como si la pobre mía estuviese sorda. Menos mal que nuestros jóvenes dominan el inglés de la ESO y alcanzan a decir “hello” y “I Pepita Pérez, I room, bye bye” entre risas y cachondeos y empujones a la amiga para que lo diga ella con todo el pavo. Ay omá, ¿pero de dónde sale ese orgullo de no hablar otro idioma?¿quizás nos viene del siglo XV, de cuando todavía eramos algo? ¡Patetos pecadores! (pateto = paleto + cateto).

Hace tiempo, un hermano me contaba que escuchó una conversación en su entorno laboral en el que uno ladraba: “¿Quillo, ustedes sabéis qué es lo que hacen los japoneses cuando viajan? Los tíos se empollan la política, la historia, el idioma, y lo saben to antes de irse de viaje”. Claro caricato. Así les va a ellos y así nos va a nosotros. Es la diferencia entre aprender algo y pasar por la vida sin enterarse de nada. Claro que habrá miles de chupapilas a los que no podrás sacar de ir a Londres a comprar lo que pueden comprar aquí, o beber un wiskazo tras otro en el hotel de Punta Cana con la pulserita puesta sin saber siquiera donde están.

El fulano del robado de la foto reciente es un subtipo muy frecuente. Su pantalón corto y zapatillas deportivas para recorrer largas distancias en calles que irá grabando íntegramente en su supercámara digital (no para de grabar aunque entre en un ascensor) para luego aburrir durante horas a sus amigos en casa, su chaleco sin mangas, su camiseta con publicidad de su empresa, su bolso con los avíos, además de su cara de estar a punto de disparar uno de los chistes de su repertorio. Una de sus facultades es estar siempre en medio y no quitarse. Aunque a este subtipo humano le podaís escuchar burlas por ejemplo hacia digamos un rumano, llamándole “oye tú, Sergei” y cosas similares, en verdad os digo que no hay tanta diferencia entre el español y el rumano, sino unos pocos años más de democracia mal aprovechada.

Para ilustar a los turistas jóvenes, baste el video, que ya es demasiado. Con todo esto no quiero decir que los alemanes de ibiza o los hooligans ingleses no sean unos hijos de mil padres, que lo son. Pero en la mayoría de los destinos el público se comporta.

El consejo de hoy, hermanos, es que seais viajeros, que conozcáis lo que hay fuera y eso os sirva y os haga crecer, y que no caiga en suelo yermo. Id donde os salga del aparato reproductor, y no donde os sugieran las agencias de viajes, que parece que todo el mundo tenga que ir a los mismos sitios convenidos entre comercio y gobiernos. Aventúrense, arriésguense, aprendan cosas. No pasen como el turista español por los sitios del mundo sin haber convertido las experiencias en conocimientos y en recuerdos útiles.

Encantado de volver a estar con vosotros, hermanos.

Podéis ir en paz.

8 comentarios:

  1. Tremenda entrada Predicador. Se nota que viene aún escocido de su viaje y de su encuentro con los especímenes citados.

    Yo con este comentario pretendo complementar lo citado por usted con una reflexión que me ha asaltado desde hace algún tiempo sobre el turismo. Pero antes de empezar hay que romper una lanza a favor del turismo de capullos y fiesteros ya que de eso (y por desgracia sólo de eso) come este país, y personalmente entiendo que aguantemos lo que aguantamos sabiendo que el perfil del turista español medio a día de hoy no dista demasiado del que recibimos en España.

    Lo que verdaderamente me sorprende es el acto en sí del turismo en su concepción actual, porque parece una proyección de un tren de vida que no se suele llevar. Es interesante ver cómo el españolito de a pie exige un tiempo y un dinero para su disfrute turístico así como el niño que exige sus regalos el día de su Primera Comunión.

    Es ridículo como gente sin ninguna inquietud por viajar o conocer otras culturas se ven en la obligación moral de salir al extranjero a hacerse las fotos oficiales y contarlo después en el trabajo al hilo de la clásica conversación sobre el síndrome post-vacacional.

    La práctica del turismo como actorreflejo se me antoja familiar y me remite directamente a las Marías que se jalan una tostá de manteca colorá en el Mitate cuando vuelven de comprar la plaza. No es que lo necesiten o les salga rentable, simplemente es un acto de orgullo porque no quieren ser menos que las mujeres de los señoritos y que se podían permitir estos lujos (cuando la clase media era casi inexistente).

    El turismo como necesidad lo proclaman sólo los necios pudientes con ínfulas de Jet Set en un acto de orgullo burgués y pirueta consumista. Aunque lo realmente ridículo es que para conseguir este propósito se produce un acto de contrariedad, ya que se buscan los packs o los destinos más baratos y se exige como si se hubiera pagado una cifra descabellada. Es ya normal encontrarnos a subnormales amenazando con poner hojas de reclamaciones para ver si pueden arañar un desayuno gratis o una consumición extra en el min-ibar.

    Concluyendo, el turismo se ha desvirtuado por la calidad de los turistas y esto se debe a que el turismo es una actividad sobrevalorada socialmente, y por lo tanto deseada por la gente que necesita la aprobación de la masa, o sea borregos.

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  2. Aguda observación, hermano. Cuando se dice que la mona aunque se vista de seda... en cuestiones de turismo me recuerda a esa masa de gente que con la bonanza se volvió "nuevo rico", pero que ya pueden tener el oro y el moro que el turismo que ejercen no deja de ser un turismo lumpen, por su actitud bajuna por supuesto.

    Cada vez que llego de un viaje cabreado y avergonzado con la imagen que damos fuera, me asomo a la terraza y oigo los gritos del vecino berreando por el móvil y llamando maricona a su propio padre, y veo que es que el español es así dentro y fuera. Qué le vamos a hacer... si es que no se les puede sacar más. ¿Habrá llegado el español a su más alto umbral de civismo y ya no puede dar más? Necesito creer que no. He visto ejemplos de ello; pero largo y tortuoso es el camino para civilizar al español.

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  3. En estas fechas los telediarios hablan mucho sobre los índices y porcentajes de turistas que llegan a España en verano. Muchos se ponen tristes porque los hoteles registran cada vez menos registros, cosa que espero vaya a la baja por el bien de este país.Me explico.
    Mientras otros paises exportan tecnología de última generación, y con esto no me refiero a móviles, sino a trenes, ordenadores, supermáquinas quirúrgicas, etc, nuestra gran patria lo más sofisticado que puede ofrecer al ciudadano es el ladrillo de barro cocido. Por otro lado, lo que le ofrece al turista es su sol cada vez más achicharrante, ciudades con terrazas petadas de mesas por las que no se puede andar y mucha simpatía (y un carajo).
    No me extraña que el resultado de esto y muchas otras cosas haga de España un territorio de mierda, y del turista español un mequetrefe de pacotilla.
    Pienso con más frecuencia que esta crisis no deja de ser una bendición. La crisis siempre han supuesto la oportunidad de cambiar. Pero como siempre la desaprovecharemos porque los políticos nos conducirán sin remedio al mismo camino equivocado de siempre. No conocen otro.
    Un país cuyo beneficio económico se apoya en el capital faráneo que viene en época estival va de culo, porque "los dineros" solo van para los bares y tiendas de regalitos casposos.
    Mientras este país no exporte otra cosa que no sea la tecnología que tiene una piedra,(todos mis respetos para la piedra, que tanto nos ha dado), no podrá llevar a otros paises compatriotas turistas de calidad y de verdadera inquietud viajera.

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  4. Por lo general, los extranjeros con los que he hablado adoran España, y no me extraña (pienso que es un país con un peso histórico-artístico y paisajístico acojonante), pero suelen coincidir con nosotros en que a parte de lo extrovertidos que son en este país, no entienden cómo va para adelante o parece que va para adelante siendo la gente como es. Amigos forasteros me han comentado esto mismo, con mucho respeto para que no me molestara, pero hijo... si es verdad, ¿que te voy a decir?.
    Como decía un coach de directivos empresariales que conocí hace tiempo: España es el país de los "esforzaditos". Pregunté a qué se refería. Me dijo: Me refiero a que en España se lleva la cultura de justificar el no llegar a las metas diciendo "bueno, no lo he conseguido, pero no pasa nada porque yo me he esforzado", ¿y qué? entonces no lo has conseguido, ese es el resultado. Esa es España. Pero eso es de nuevo, otra historia para otro día.

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  5. Un gran tema el comentado en esta entrada del blog. El español lejos de su patria y sintiendo en sus carnes el ser forastero en tierra extraña. Independientemente de que se encuentre en Punta Cana formando parte del ganado marcado con pulseras “jartándose de tó”, ejerciendo de padre calzonazos en Eurodisney; porque para ellos el parque de atracciones de Disney es una ciudad-estado dentro de Francia cuyo rey es Mickey Mouse, o en Viena; porque ni ellos mismos saben que hacen allí. La falta de respeto, el no saber estar, la incultura que va desde el desconocimiento de las costumbres del lugar y su apatía por conocerlas hasta el sentimiento de orgullo de no saber hablar otro idioma que el español, como buen cristiano. Todas las carencias se reflejan en un momento clave del día, el desayuno.

    La familia española se dirige al “breakfast buffet” que ellos deben interpretar como: templo sagrado-gastronómico donde los siervos de este recinto depositan sus mejores ofrendas para venerarnos. La entrada al templo está protegida por un Caballero Templario al que se le debe dar la clave correcta para que te permita la entrada. La clave no es más que el número de habitación, y si respondes correctamente el Cabalero Templario asentirá con un “thank you” y una sonrisa, que la familia española interpreta: "has elegido sabiamente", al más puro estilo Indiana Jones. Suelen ser los menores de la familia los que responden a la pregunta porque según sus madres: “mi Antoñito es mu listo y sabe Inglé”. Zri Uan Ei (318)

    Una vez en el buffet, la señora que a diario va a desayunar al Mi Tate, intenta normalizar la situación, como si todos los días desayunara huevos fritos, panceta, arroz, champiñones, fruta y bollos, regado todo con café. O con la semita y los churros de todos los días te quedas con hambre o eres una "mamaostia". No faltan gritos, niños corriendo y molestando, cometarios descarados sobre el personal (ji no entiende er españó, jajaja). El padre envalentonado, supone que el café que toma todos los días en el bar, se lo sirve la misma máquina dispensadora a la que se dirige, hasta que se da cuenta que allí no pone cortao, manchao o carajillo. Y entonces busca con la misma mirada que un ñu siendo devorado por un cocodrilo en un pantano de Tanzania, a uno de aquellos que trabaja allí y no entiende el español como él cree. Puede ser que el camarero o camarera no hable español o si, además de tres idiomas más, que tenga una licenciatura y trabaje en ese hotel ayudando a pulsar el botón de “Coffee with milk” a minusválidos culturales como nuestro españolito.

    No es un fenómeno que tenga síntomas de remitir, todo lo contrario por desgracia, ya que la victoria de la selección nacional de fútbol no ayudará mucho. Como dice el nuevo grito de guerra: “Yo soy español, español, español...” tres veces para más inri.

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  6. "Has elegido sabiamente". La piel de gallina se me pone.
    Que verdad, hermano Sor Citroen, y que ejemplo tan gráfico. Ese zri uan ei, ese tío buscando el letrero de manchao, esa staff preparada pero vilipendiada por el cazurro... si es que lo estoy viendo.
    Leí hace tiempo de un antropólogo llamado Kottak un interesante artículo que describía las costumbres del sistema occidental como una serie de rituales cuasireligiosos, usando escenas como la que usted nos comenta, o como la gestión en un McDonald, con sus liturgias y mantras, sus templos, sus conductas e ideas previstas.
    Referente al idioma, hay algo concreto que siempre me ha dado mucha rabia: El típico personaje que en actitud sobrada recrimina a esa camarera trilingüe que debe saber español por sus cojones. ¿Y tú, qué idiomas hablas? Ninguno. Pero si a tí no se te entiende ni el castellano, mandril.

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  7. buenas... la que les habla se ha metido en una secta y se niega a viajar hasta que se me antoje de nuevo... y a ver cómo les sienta a los demás eso de que digas que este año no te apetecía salir a coleccionar sellos en el pasaporte y a vacilar de un viajón espectacular. Ultimamente parece pecado querer quedarse en casa a disfrutar de tu hogar, de tu gente, del reparador y pequeño mundo que está puerta adentro y que el trabajo te impide disfrutar. Viajen a su mundo interior, hermanos y hermanas, es barato, necesario y reparador. encantada de encontrarles de nuevo,
    la de la secta

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  8. Aleluya hermana; el mundo interior, para algunos del tamaño de Júpiter, para otros del tamaño de un zulo de 2x2.
    Como decía Dorothy, "en casa se está mejór que en ningún sitio".
    Siempre he encontrado tantas maravillas por esos mundos de Dios, que caminando ocioso por el neocortex, o alma, o como se le quiera llamar. Recogeremos aventuras en Oz, pero picha... como se duerme en la camita de Arkansas... nanai.

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