
Un colegio. Una pareja de padres con alto nivel de estudios (que a menudo no sirven para nada, según quien los tenga) se presentan enchaquetados y acorbatados media hora tarde a las aulas de Educación Infantil a meter al niño hasta la misma clase. El conserje les avisa de que no deben traer al niño tarde, como todos los días, y que no pueden entrar con él, sino que una profesora le recogerá. Los padres pasan del conserje, que no puede hacerles placaje porque está feo. Cuando entran al aula, dejan al crío y le dicen a la profesora: - no le obligues a hacer todo que ayer se acostó tarde y está cansado.
La profesora tratando de volver en sí tras lo que acaba de escuchar, le dice con educación que el alumno debe acostumbrarse a cumplir los objetivos para verse capaz y con autonomía. La madre, no está contenta con la corrección:
- ¿Y tú quién eres para obligarle? Ayer le hicieron comer pollo en el comedor y él no come pollo – comenta.
- No se lo come porque está acostumbrado a que cuando no quiere algo se le retira y se le da lo que pide, es lo que hemos hablado siempre – responde la maestra.
- ¿Qué me estás diciendo? ¿Qué no sabemos educar a nuestro hijo? Eso es una falta de respeto y no te lo consiento. Queremos hablar con el orientador ahora mismo.
El psicólogo tiene su horario y sus clases pero siguen pensando que las normas no van con ellos, que son especiales. Así que engañan al conserje alegando que tienen que ir a la secretaría para unos papeles y se adentran en los pasillos donde abordan al orientador.
- Oiga usted, cuándo van a ponerle el apoyo a nuestro niño.
- ¿Qué apoyo?
- Mi hijo tiene una discapacidad, un retraso madurativo, y necesita apoyo. Tenéis que ver que se trata de un niño especial. No puede hacer lo de todo el mundo. ¿Es que no lo comprendéis? Además, en el comedor le obligan a comer, cuando él no puede comer de todo.
- A ver (fulanita); el niño no habla bien no porque tenga un desarrollo más bajo, sino porque no tiene la necesidad de hablar porque le dais todo nada más con señalarlo. Además ya lo exploré y va a tardar en hablar porque no tiene tonicidad en la lengua de no ejercitarla. Tiene que comer sólidos, mover la lengua, la mandíbula. Es que si sólo le dais el potito que quiere, no va a coger nunca fuerza en la boca, y la tiene floja. Vamos, que hay que exigirle más, en vez de menos. Él no tiene ninguna discapacidad, pero si no le exigimos, se la crearemos de la nada.- Responde el psicólogo usando el plural de cortesía.
- Es que él no puede comer pollo.
- ¿Por qué? ¿tiene intolerancia a algún alimento?
- No tiene nada.
- ¿Entonces?
- Yo tampoco me comía el pollo de chica. Así que mi hijo no va a comer algo que no quiera.
El orientador ante el diálogo de besugos de a diario, sentencia: - Señora, yo ya le he advertido de esto… usted verá lo que hace con las normas del colegio y el desarrollo de su hijo. – A lo que los padres contestan que irán hoy mismo a la Delegación de Educación a pedir una inspección para que su hijo ingrese en Educación Especial, para que trabaje menos que el resto. Lógicamente ignoran que el orientador desayuna inspecciones.
Al finalizar la jornada, los padres (que todo lo hacen juntos e histéricos), llegan al comedor una hora tarde, sudándole que los monitores también tengan familia y horario (que para eso son esclavos), y preguntan por su hijo, su cielo, su cariño…
- Como no venían, está en el despacho del director hasta que vinieran ustedes.
Los padres se enfurecen y gritan a la monitora. Allí mismo llaman a la policía y exigen que se personen porque a su hijo lo tienen secuestrado (con esas letras exactas) en el colegio. La poli se persona y entran con los padres al despacho del director, donde ven al niño coloreando en una mesa y al docente esperando. El piesplanos hace callar a los padres y pregunta ¿qué ha pasado aquí?
- Como estos padres tardaban, yo me he ocupado del niño hasta que vinieran y de paso decirles que llevan saltándose el horario durante todo el curso. – Dice el director. Los padres no dicen nada.
El poli se vuelve a los padres y les dice serio y calmado: “¿Para esto me hacen perder el tiempo?”
Este extracto real ocurre a diario en los centros de enseñanza. Y es sólo un caso de los de cualquier día. No he escogido un caso de conducta extrema o violenta, ni de bullying, ni de nada llamativo. Es la realidad que demuestra esa gran preocupación por la inminente venida del Apocalipsis Generacional, y la existencia de esa generación de padres gilipollas, criaimbéciles, y perjudicadores de sí mismos. Como escuché decir a un periodista el otro día, en este país ya no cabe ni un tonto más. Crean los hermanos que no exagero ni soy pesado al hablar de estos temas, y aprecien el peligro real e inminente, ya que estas actitudes están extendidas, tristemente, como la mierda en el retrete de un tren rumano.
Video ilustrativo: el producto de la acción de estos padres.
Que Dios nuestro Señor os bendiga a todos.
Podéis ir en paz.