Sed bienvenidos...

... los que estáis asqueados de toda la Tontería que nos rodea, los que estáis hasta los cojones/ovarios de aguantar imbéciles e incompetentes, los que tenéis que reventar y no podéis porque vuestra castrante moral judeocristiana os lo prohibe, los que sufríais de pequeños las mofas de seres inferiores, los que esforzándoos no obtenéis recompensa, los que vivís en un mundo que no es para vosotros, los que sabéis parte de la verdad pero os toman por locos, los que necesitáis opinar sin ser juzgados por ignorantes, los que pudiendo cambiar las cosas aún dormimos.

miércoles, 26 de enero de 2011

CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE ANTERIOR

Tengo la desgracia o la fortuna de poder corroborar de primera mano esta historia surrealista, aunque totalmente real, que hoy aporto a los Hermanos para que determinen la situación:

Un colegio. Una pareja de padres con alto nivel de estudios (que a menudo no sirven para nada, según quien los tenga) se presentan enchaquetados y acorbatados media hora tarde a las aulas de Educación Infantil a meter al niño hasta la misma clase. El conserje les avisa de que no deben traer al niño tarde, como todos los días, y que no pueden entrar con él, sino que una profesora le recogerá. Los padres pasan del conserje, que no puede hacerles placaje porque está feo. Cuando entran al aula, dejan al crío y le dicen a la profesora: - no le obligues a hacer todo que ayer se acostó tarde y está cansado.

La profesora tratando de volver en sí tras lo que acaba de escuchar, le dice con educación que el alumno debe acostumbrarse a cumplir los objetivos para verse capaz y con autonomía. La madre, no está contenta con la corrección:
- ¿Y tú quién eres para obligarle? Ayer le hicieron comer pollo en el comedor y él no come pollo – comenta.
- No se lo come porque está acostumbrado a que cuando no quiere algo se le retira y se le da lo que pide, es lo que hemos hablado siempre – responde la maestra.
- ¿Qué me estás diciendo? ¿Qué no sabemos educar a nuestro hijo? Eso es una falta de respeto y no te lo consiento. Queremos hablar con el orientador ahora mismo.

El psicólogo tiene su horario y sus clases pero siguen pensando que las normas no van con ellos, que son especiales. Así que engañan al conserje alegando que tienen que ir a la secretaría para unos papeles y se adentran en los pasillos donde abordan al orientador.
- Oiga usted, cuándo van a ponerle el apoyo a nuestro niño.
- ¿Qué apoyo?
- Mi hijo tiene una discapacidad, un retraso madurativo, y necesita apoyo. Tenéis que ver que se trata de un niño especial. No puede hacer lo de todo el mundo. ¿Es que no lo comprendéis? Además, en el comedor le obligan a comer, cuando él no puede comer de todo.
- A ver (fulanita); el niño no habla bien no porque tenga un desarrollo más bajo, sino porque no tiene la necesidad de hablar porque le dais todo nada más con señalarlo. Además ya lo exploré y va a tardar en hablar porque no tiene tonicidad en la lengua de no ejercitarla. Tiene que comer sólidos, mover la lengua, la mandíbula. Es que si sólo le dais el potito que quiere, no va a coger nunca fuerza en la boca, y la tiene floja. Vamos, que hay que exigirle más, en vez de menos. Él no tiene ninguna discapacidad, pero si no le exigimos, se la crearemos de la nada.- Responde el psicólogo usando el plural de cortesía.
- Es que él no puede comer pollo.
- ¿Por qué? ¿tiene intolerancia a algún alimento?
- No tiene nada.
- ¿Entonces?
- Yo tampoco me comía el pollo de chica. Así que mi hijo no va a comer algo que no quiera.
El orientador ante el diálogo de besugos de a diario, sentencia: - Señora, yo ya le he advertido de esto… usted verá lo que hace con las normas del colegio y el desarrollo de su hijo. – A lo que los padres contestan que irán hoy mismo a la Delegación de Educación a pedir una inspección para que su hijo ingrese en Educación Especial, para que trabaje menos que el resto. Lógicamente ignoran que el orientador desayuna inspecciones.

Al finalizar la jornada, los padres (que todo lo hacen juntos e histéricos), llegan al comedor una hora tarde, sudándole que los monitores también tengan familia y horario (que para eso son esclavos), y preguntan por su hijo, su cielo, su cariño…
- Como no venían, está en el despacho del director hasta que vinieran ustedes.
Los padres se enfurecen y gritan a la monitora. Allí mismo llaman a la policía y exigen que se personen porque a su hijo lo tienen secuestrado (con esas letras exactas) en el colegio. La poli se persona y entran con los padres al despacho del director, donde ven al niño coloreando en una mesa y al docente esperando. El piesplanos hace callar a los padres y pregunta ¿qué ha pasado aquí?
- Como estos padres tardaban, yo me he ocupado del niño hasta que vinieran y de paso decirles que llevan saltándose el horario durante todo el curso. – Dice el director. Los padres no dicen nada.

El poli se vuelve a los padres y les dice serio y calmado: “¿Para esto me hacen perder el tiempo?”

Este extracto real ocurre a diario en los centros de enseñanza. Y es sólo un caso de los de cualquier día. No he escogido un caso de conducta extrema o violenta, ni de bullying, ni de nada llamativo. Es la realidad que demuestra esa gran preocupación por la inminente venida del Apocalipsis Generacional, y la existencia de esa generación de padres gilipollas, criaimbéciles, y perjudicadores de sí mismos. Como escuché decir a un periodista el otro día, en este país ya no cabe ni un tonto más. Crean los hermanos que no exagero ni soy pesado al hablar de estos temas, y aprecien el peligro real e inminente, ya que estas actitudes están extendidas, tristemente, como la mierda en el retrete de un tren rumano.

Video ilustrativo: el producto de la acción de estos padres.


Que Dios nuestro Señor os bendiga a todos.

Podéis ir en paz.

jueves, 20 de enero de 2011

TORITOS Y ANIMADORAS

Hermanos, hermanas...

Cuando era chico, en el colegio existía, como en todos, un porcentaje de la población que parece que la sociedad deja vacante para que lo ocupen mamahostias y gilipollas de medio pelo, que lo mismo son conocidos como populares, líderes de grupillos chungos, matones de clase (o toritos del bullying), guaperas y calentonas, abusones, y toda esa caterva de niños cuya función es dar por culo a los infantes educados en valores y en la normalidad de la vida.

Recuerdo a un hijo de puta llamado C.G.P. (con iniciales, como los criminales), al que la gente de bien llamamos años después “el aspiradora” por sus fosas nasales de mandril. Este sujeto era de esos que intentaba hacer lo posible por proporcionar una vida sufrida a los demás, que vinieran con miedo al cole, que durmieran mal, que renunciaran a los dos duros del recreo sin rechistar para enriquecerse él. Daba de hostias gratis. Inexplicablemente para nosotros, su red social era extensa, llena de personajes populares (como el Glenn Medeiros de la clase, el grandullón del barrio malo, e incluso algunos profes que le bailaban el agua), además de ser serio “aspirante” a los favores sexuales de la folclórica del 6ºB que casi apuntaba ya con las tetas (ya te digo, favores sexuales… que a esa edad, con las leyendas urbanas de que fulanita y menganito habían follado, la gente lo flipaba con las fantasías).



En torno a este tipo de “capitán de equipo de futbol”, violento con los débiles y sacador de orgullosos suspensos, se arremolinaba una comunidad de niños, que no sé si sería por imbéciles, pocos escrúpulos, dependencia o miedo, le hacían la corte al líder. Líderes sin mérito ninguno, aparte del de llamar la atención y que los conocieran en todas las clases del colegio. Fenómeno curioso y que se repite en otros casos, es que el tío era un puto enano de cojones, siempre rodeado de niños mayores que lo encumbraban (si es que cortesanos chupaculos hay en todas partes), con tendencia a publicitar su tamaño virtual y no proporcional de pene, y vestirse de marquitas. Además, él puede inflarte a collejas y a humillaciones, pero él no tolera ni que le digan "maricona" en plan bien; y como su cerebrillo pequeñito e infrautilizado no le da para más, recurre a lo más elemental: la hostia humilladora en público. Y aunque no hemos hablado de las toritas, o más propiamente, vacas, ni que decir tiene que estas pegan menos pero cuando enfilan a la compañera le someten a una tortura psicológica digna de las SS.

Pero esto se torna en gustazo orgásmico definitivo cuando tú, que fuiste la víctima como tantos otros de sus intentos sádicos de traumar al prójimo, empiezas a crecer y darte cuenta de que el reinado del churrete este no sólo es efímero, sino acotado al pobre territorio de las calles del colegio. Se produce entonces el sumun de la justicia poética:

Un día le ves por la calle, con treinta, con el mono de la obra donde un amigo del padre lo tiene de peón y sin posibilidad de prosperar, un par de niños grandes y cafres que tuvo de follarse a alguna "jefa de animadoras" venida a menos cuando tenía 16 años (por ir rápido y jugar a ser mayor, que era lo que les gustaba), viviendo con sus padres en el mismo puto barrio, y con la guapura metida por el ojete de envejecer y engordar mal y pronto.

Entonces uno ve la ocasión de irse para el maltratador de niños y carcajearse en toda la cara:
- "¡Jaaaaaa, jaaaaahhh, jódete… jó-de-te! ¡Ahora a pagar! ¡A pagar ahí! ¡Gilipollas! ¿Querías ser popular? ¡Pues toma popularidad, mamarracho, pichacorta…! ¡Querías aprovechar la juventud para desfasar a saco; pues toma consecuencias… por toda la boca, jaaa jaaaah…! Yo sería un pringao para tí, pero mírame ahora, trabajo en lo que me gusta, estoy más jóven y buenorro que tú, soy feliz, tengo una casa preciosa, y soy libre para moverme a donde quiera, y me doy los gustazos que me salen de la polla... y tú eres un fracasado de mierda. A pagar por ponerle la cara morada a fulanito por tener gafas, a pagar por bajarle los pantalones a menganito delante de los demás para que se riera la peña, a pagar por extorsionar a zutanito y amenazarle con que le caía más si hablaba, a pagar por humillar a la gordita, por las hostias a la salida, por la gracia que te hacía ver llorar al pringaete, por los motes facilones, por amedrentar con tu pandillita de cobardes retrasados, por tus aires de superioridad, por la tortura psicológica al que no era futbolero, por las veces que llamaste maricón a uno, por las veces que te cagaste gratis en la madre de otro… en definitiva, por cabrón y chuloputas! Me río en tu cara, payaso… JÓDETE."

Pero el niño educado tiene la suerte o desgracia de ser educado siempre, y el que tuvo, retuvo. Así que uno lo mira, asiente contento, y sigue su camino… porque no se hace leña del árbol caído.



Alabado sea el Señor cuando tiene a bien administrar su Justicia Divina, hermanos...




Podéis ir en paz.


Video: Justa venganza.


lunes, 17 de enero de 2011

THE GORRILLA´S WAYS

Hermanos, hermanas...

En la vida están los que pagan y los que cobran. En términos dicotómicos (y si “entendemos” lo de pagar y cobrar) no suelen coincidir. Yo pago todos los años mi impuesto de circulación y toda la pesca, junto con los demás robos que desde hacienda se me practiquen. Los cientos de euros que sean, en teoría y corríjanme si me equivoco, son para poder ir con el coche por la ciudad y todo eso, aparcar, y lo que se tercie. Pero dicho impuesto es un paripé. Queda olvidado y obsoleto a diario, en el momento en que al aparcar, un yonki te espera al salir del coche con la mano extendida para que le apoquines, no se sabe por qué.

La actividad gorrilla, muy extendida en el sur, pertenece a esa ancestral y pícara inercia cultural tan mamada en estos lares de mantener ingresos no haciendo ni el huevo, exigiendo compensación por méritos inexistentes, inventando formas remuneradas de dar por el culo a los panolis contribuyentes (contribuyentes, porque se entiende que los hay que no contribuyen). Otros criminales de mayor calibre son los del tipo madredelacampanario, cuya actividad consiste en inventarse una discapacidad, untar de manteca, o trabajar el pilón del que proceda, y pasar toda la vida rascándose mientras se disfruta de paga vitalicia no merecida (aunque eso es problema menor). En fin, que son de esos que se parten la cara por ser minusválidos (no les basta con no tener honor).

Si se analiza el proceso, inmediatamente se cae en la cuenta del contradiós que supone todo esto:

El fulano conductor recorre las calles cercanas a su destino y se prepara para elegir aparcamiento. Es de esas ocasiones en las que hay espacio de sobra, muchas plazas. Es un ciudadano al uso pero no es gilipollas; por lo cual percibe todos los huecos él solito. Aparece el gorrilla, espécimen del submundo, ataviado con un chaleco florescente mangado y una gorra que anuncia un desodorante, incapaz de tapar la pinta de aficionado a la heroína, con mierda hasta en el cielo de la boca, que hace indicaciones de “aquíaquí” con aire diligente mientras sostiene un cigarro en la boca. El fulano se caga en todos los nombres del santoral, preguntándose cuándo carajo ha llamado él a un asistente privado y personal en menesteres automovilísticos. El gorrilla se ha puesto él sólo allí, porque él lo vale, directamente de la concejalía de fomento del extrarradio; es autónomo pero sin cuota trimestral, se sacó el título de la punta del tema, y está allí para satisfacer las necesidades de los conductores, quieran o no quieran… y si no las tienen, que las tengan por cojones.

El fulano sale del coche y se encuentra al hideputa con la mano palma arriba y mirando a otro coche que entra en la calle, dando por hecho que merece retribución simplemente porque había huecos en la calle. Es decir, en un alarde de infrarrazonamiento, el yonki entiende que los huecos son debidos a su acción laboral. Se comprende el hercúleo trabajo físico e intelectual que supone apuntar con el dedo a un hueco (capacidad que los demás adquirimos ya a edades preescolares). El ciudadano promedio, sintiendo una razonable aprensión y vaticinando un rayón en el coche o un faro roto practicado por el profesional callejero, paga religiosamente el no-perjuicio futuro de su vehículo, además de evitar encares, insultos, y “llamoamisprimos” varios. Es decir, extorsión.

La frustración del ciudadano pagador de impuestos crece con estas situaciones hasta que en un futuro, el juicio final llegue inesperadamente un día de estos debido a la toma de conciencia colectiva de la tocadura de pelotas a la clase media.

Lógicamente, todo hijo de vecino o ciudadano promedio está harto de que, ya le venga del gobierno o de los vagos y maleantes que prefieren pegarse fuego a trabajar, se le mangonee y se le chupe los ahorros porque sí. Porque eso está claro, ya sea al yonki callejero o a las empresas, o a los bancos o a lo que sea, a todos les gusta cobrar. Pero darte… ni las gracias. Los que cobran y los que pagan. Ahí está. La penitencia para los gorrillas, y hoy estoy magnánimo, será la de seguir recaudando pasta, pero donarla 100% a ONG´s. Hoy erigimos al gorrilla como símbolo de este rasgo tan querido y aplaudido en España: el robo legal al prójimo en toda la jeta.


Podéis ir en paz.

FRASES BIGBROTHERIANAS

Aquí os publico los resultados de la encuesta que hacía referencia a las "frases hechas" telecinqueras, tan usadas por la generación actual de analfabetos botelloneros y que más urticaria producen a la gente de bien. Puntuaciones que por supuesto, reflejan la opinión global de los Hermanos:

1. "A mí me han dado muchos palos en la vida" 23%

2. "Soy el alma de la fiesta, la lío donde sea" 7%

3. "Yo soy así y tú no me vas a cambiar" 46%

4. "Yo soy muy amigo de mis amigos" 0%

5. "Voy de frente, las digo a la cara" 15%

6. "Tengo muchas aficiones, como salir, ir de copas..." 7%


Normal, cuando no se lee, se recurre a los únicos vocablos e ideas que se conocen. Póbrecitos.


Podéis ir en paz.

jueves, 13 de enero de 2011

LOS ILUMINATI CON TOMATI DE LA INDIA

Hermanos, hermanas...

La India, como cualquier otro país, está lleno de iluminados y sobredotados para entrever la cuestión espiritual de los asuntos, y de paso sacar tajada. Si en ese aspecto, esta región es especial (a parte de por su religión y sociedad en estado aún primitivo) es por no sólo tener iluminados autóctonos, sino también gilipollas atraídos de otros confines.

Entiéndaseme al hablar de esto, que no menosprecio en absoluto las devociones personales ni las experiencias que uno pueda vivir en la India (puesto que conocer otras experiencias es aprender). Pero desde que Occidente es imbécil, pusilánime y falto de sustancia, busca desesperadamente en culturas exóticas, todo lo que anhela encontrar y no percibe aquí porque lo tapan los artículos omnipresentes del Media Markt, los concesionarios de Audi y la telebasura.

La India está llena de iluminados foráneos, es decir, de occidentales redescubiertos que fueron allí buscando la espiritualidad que no hallaban aquí, la auténtica y genuina. Gente que rechazaba en su cultura a Cristo y al capital de las empresas, pero que sí estaba dispuesta a creer en dioses mutantes con cabeza de elefante y llegar al éxtasis a base de porros (quizás una forma como otra cualquiera de huir, de evadirse, de no afrontar el mundo). El empanado de turno de la foto, con cara de inhabilitado vital, representa la realidad, lejos del romanticismo buscado, del iluminado que encuentra la forma de no ducharse y vivir sin dar palo al agua (en su camiseta, vemos el retrato de su guía espiritual, Don Roberto Marley).

En la India yo no he visto una espiritualidad diferente a la vista en el resto del planeta. He visto devociones intensas, como siempre de la gente pobre (y aseguro que el país está rebosante) que no teniendo formación, no cuestiona ni su situación social ni su determinismo religioso. Cosa que los occidentales traducen, no en credulidad e ignorancia, sino en seguridad. Seguridad de que se reencarnarán, de que les acogerá Brahma al final de su ciclo, de que la muerte es un trámite que te lleva a algo mejor (en definitiva, cosas que ya nos suenan de aquí porque nada de esto es nuevo, por muchos libros de Sai Baba que te leas ciego de cannabis). El occidental ve esto y alucina: qué seguridad, qué espiritualidad tiene esta gente, que paz ante la muerte… y deciden que su sitio está allí, formando parte de la inmóvil estructura social de la India, diseñada para que el rico siga siendo rico y el pobre, pobre (el sistema de castas y la religión cuidan de que así sea).

Vemos entonces a jóvenes y no tan jóvenes europeos y americanos, en los gaths de Benarés, sentados a orillas del Ganges con la mirada perdida en el infinito, y disfrazados de una mezcla entre Joan Baez y Jimmy Hendrix, pensando: “jo, pff, ya se la verdad… esta gente auténtica, que vive sin nada y es feliz, y yo aquí de guay entre ellos haciéndome notar… es la hostia… en plan buda aquí… a ver si se me acerca el santón ese y hablo con él del nirvana y me dice algo flipante y comparte el peta conmigo… y yo aquí con mis sandalias y mi manta, que estoy para foto del Nachional Yeografic aquí con mi comuna de amigos hippilones… joder, aquí tenemos que fundar un hogar utópico de estos y criar niños en esta pobreza salvadora…” El hippie europeo, dos meses después, echa de menos el frapuccino del Starbucks y su portátil, y tirando de la tarjeta de crédito que los padres le engordan desde Londres, se coge un avión y vuelve a la espiritualidad de los almacenes Harrods. (En la foto, niña occidental pseudocriada por comuna hippie en Varanasi; la madre o lo que sea está sentada en el río con mirada porrera y comida de piojos).

Los brahamanes hindúes no son idiotas, saben del comercio y de la ignorancia, de la estupidez supina de los occidentales vacíos que buscan la verdad, y de la fácil manipulación del indio sin estudios; así que muchos se anuncian en las calles con carteles como los pisos VPO, con colores y montajes llamativos para captar incautos. Imagínese que los curas hicieran eso aquí: por una inexplicable razón el occidental ve esto bien allí, pero aquí le resulta aberrante. El brahamán, tras recibir las ofrendas en dinero de los parroquianos del templo al dios de turno, casi sin disimulo pilla unos billetes del plato de ofrentas, se lo mete en el bolsillo y se va para la calle; tampoco el del oeste parece verlo raro. Cuando tiran los restos de los difuntos al río en cantidades enormes junto con restos inorgánicos contaminando a saco, eso en la India queda guay… pero si se hiciera en el Duero, sería una guarrada de tres pares de cojones.

En definitiva, el iluminado encuentra lo que quiere encontrar, y el ser humano mide con distinto rasero lo que quiere, según el resultado que pretenda de la operación.

El occidental y su miedo a la muerte, junto con la cortina de humo que ha creado para no verla, con artículos hedonistas de consumo y necesidades innecesarias… ha olvidado que es estúpido buscar en otros rincones lo más exóticos posible lo que siempre ha estado aquí, y dentro de uno mismo. Ha olvidado que para reencontrarse hay que hacer un viaje interior, preguntarse a uno mismo y apechugar con las respuestas, ser consecuente con ellas, y ser libre.

(Por cierto, el viaje a la India, muy recomendable para el que quiera aprender y vivir cosas, como todos los viajes, una gran experiencia. Os dejo un par de fotos de la verdadera India milenaria).








Que Shiva y Kali nos cojan confesados.
Podéis ir en paz.