Hermanos, hermanas...
Ahora se cumplen dos años de la apertura de esta parroquia vuestra, que desde un principio ha servido más que nada para desahogo personal y justo (dadas las circunstancias y necesidades). A veces ha servido para volcar el cubo de mierda que otros me llenan hasta el borde, y otras para desahogar un poco vuestros cubos con los comentarios con los que habéis participado los Hermanos a menudo. Me iba a tomar unos meses sabáticos y no escribir, pero no va a ser posible visto el aluvión de imbéciles que nos rodea.
Se suele decir que en las culturas en las que te exigen ser de una forma en un contexto y de otra muy diferente en otros, se desarrolla en sus habitantes una serie de trastornos de personalidad, neurosis y psicosis variadas como producto. Para ello, véase “El malestar en la cultura” de Freud, mismamente, que no tengo ganas de entrar en disertaciones sobre esto. Ya lo anticiparon otros en su tiempo, como Munch por ejemplo en sus pinturas.
Hay personas en esta sociedad que aguantan la mierda de otros sin tener derecho a soltarla ellos. Y la gente abusa de esto. A menudo los responsables, profesionales, o simplemente gente educada, de bien, prudente y con dos dedos de frente se ven obligados (como ya hemos dicho más veces) a cuidar a toda esta panda de millones de mearruedas y aprietabancos, analfabetos emocionales y funcionales que nos rodean en la panadería, en los bares, en los colegios, en los bancos, en el bloque de vecinos…
La existencia de este género homínido es el que provoca la existencia y derecho a este blog. El derecho a cuidar a los cuidadores. La necesidad de mimar a los puteados por los tontos de turno, dándoles vías de escape. A menudo no puedes decir a un gilipollas que deje de serlo, porque lejos de cesar en su actitud, se lo tomará como un reto. Así que hasta el apocalipsis final de la raza de los hombres y mujeres de verdad (que está próximo o eso parece), no nos queda otra que apoyarnos entre nosotros, protegernos, cuidarnos, y sobrevivir el tiempo que se nos de. En la medida de lo posible… formar una resistencia y morir matando, con las botas puestas, o como se diga.
Es importante que ni el sistema ni los tontos del culo nos quiten nuestra identidad. Que no consigan abducirnos o borrarnos la memoria, o los ideales y valores por el puro cansancio de luchar contra subnormales hechos de paja. Hasta el final, Hermanos.
Lo más importante es llegar al final y poder decir, al contrario que la mayoría:
YO SE QUIÉN SOY.
Podéis ir en paz.
Ahora se cumplen dos años de la apertura de esta parroquia vuestra, que desde un principio ha servido más que nada para desahogo personal y justo (dadas las circunstancias y necesidades). A veces ha servido para volcar el cubo de mierda que otros me llenan hasta el borde, y otras para desahogar un poco vuestros cubos con los comentarios con los que habéis participado los Hermanos a menudo. Me iba a tomar unos meses sabáticos y no escribir, pero no va a ser posible visto el aluvión de imbéciles que nos rodea.
Se suele decir que en las culturas en las que te exigen ser de una forma en un contexto y de otra muy diferente en otros, se desarrolla en sus habitantes una serie de trastornos de personalidad, neurosis y psicosis variadas como producto. Para ello, véase “El malestar en la cultura” de Freud, mismamente, que no tengo ganas de entrar en disertaciones sobre esto. Ya lo anticiparon otros en su tiempo, como Munch por ejemplo en sus pinturas.
Hay personas en esta sociedad que aguantan la mierda de otros sin tener derecho a soltarla ellos. Y la gente abusa de esto. A menudo los responsables, profesionales, o simplemente gente educada, de bien, prudente y con dos dedos de frente se ven obligados (como ya hemos dicho más veces) a cuidar a toda esta panda de millones de mearruedas y aprietabancos, analfabetos emocionales y funcionales que nos rodean en la panadería, en los bares, en los colegios, en los bancos, en el bloque de vecinos…
La existencia de este género homínido es el que provoca la existencia y derecho a este blog. El derecho a cuidar a los cuidadores. La necesidad de mimar a los puteados por los tontos de turno, dándoles vías de escape. A menudo no puedes decir a un gilipollas que deje de serlo, porque lejos de cesar en su actitud, se lo tomará como un reto. Así que hasta el apocalipsis final de la raza de los hombres y mujeres de verdad (que está próximo o eso parece), no nos queda otra que apoyarnos entre nosotros, protegernos, cuidarnos, y sobrevivir el tiempo que se nos de. En la medida de lo posible… formar una resistencia y morir matando, con las botas puestas, o como se diga.
Es importante que ni el sistema ni los tontos del culo nos quiten nuestra identidad. Que no consigan abducirnos o borrarnos la memoria, o los ideales y valores por el puro cansancio de luchar contra subnormales hechos de paja. Hasta el final, Hermanos.
Lo más importante es llegar al final y poder decir, al contrario que la mayoría:
YO SE QUIÉN SOY.
Podéis ir en paz.