Existen los intelectuales de verdad (los que leen de todo, analizan los puntos de vista divergentes, y se esfuerzan por ser objetivos), y los de chichinabo (los que se han leído unos párrafos de 2 ó 3 libros que van todos de lo mismo, creen lo que quieren creer, y no varían las ideas preconcebidas). En este segundo grupo hay multitud de colectivos, pero hoy el sermón versará sobre los necios fanáticos de lo sobrenatural.
Estos insignes entendidos, de entre los que muchos dicen palabras como "espirituismo" o "posterguei", se piensan a la altura de cualquier catedrático de física cuántica o emérito profesor de arameo y otras lenguas muertas, y no dudan en echar a pelear sus conocimientos con los de quién sea menester. Desconocen el principio de la Navaja de Occam, por el cual, teniendo varias explicaciones de un mismo acontecimiento conviene escoger la hipótesis más sencilla. Ellos eligen del tirón las explicaciones más increíbles e inverosímiles, así, de primeras; con un par. Este fenómeno tan humano pero tan imbécil, es debido a muchas causas, entre ellas: la tendencia al pensamiento mágico (que nos libra del esfuerzo de entender las relaciones causa-efecto), el aburrimiento de la vida (que nos hace anhelar una más variada y aventurera), o el vaguerío que nos da estudiar psicología, física o matemáticas con esas fórmulas tan trabajosas, máxime si puedo echar la culpa de una aparición a que cerca hubo un cementerio indio o a que una suicida impregnó aquel sitio con sus sesos y con una mala hostia del copón en el momento de espicharla.
El ser humano necesita creer en algo más allá de todo esto, hasta ahí de acuerdo (está claro que el miedo a la nada hace que el hombre invente lo que haga falta). Pero para ello escoge las formas más horteras posibles, ya sea a nivel de religión, superchería o esoterismo. Son unos pecadores, por supuesto, y unos crédulos patéticos. Siempre tienen un hermano que escuchó la versión indirecta de un cuñado, que conoce a un amigo, que vió un ovni bailando la macarena en la carretera de Utrera. Hasta llegar al final de la cadena, vayan ustedes a saber, hermanos, cuántos zumbados de vida ociosa habían metiendo mitología de gratis. No se les puede decir que aquel ovni pudo ser la proyección de los focos de un estadio en una nube, ni que cuando se le apareció Papá Pitufo aquella noche, o era por una parálisis del sueño o por meterse más bellota de la cuenta. Eso de explicar las cosas no mola, le quita la vidilla a los asuntos, no lo puedes decir.
A veces es muy fácil encontrar la respuesta a los fantasmas y las cosas paranormales en la sugestión , la incultura o la exhibición, pero estos pecadores, adoradores de becerros de oro, siempre tienen alguna frase idiota que escupir: "¿Ah sí, y cómo explicas que la niña empezara a hablar en griego y se le pusieran los ojos en blanco?". En esos momentos es cuando sabes que no hay nada que hacer, que con necios no se puede hablar, porque para comunicarte con alguien es preciso que la capacidad de razonar o hipotetizar sea, por lo menos, normalita. También usan mucho esa frase que escucharon por ahí pero que no saben de qué coño va - porque no leen - de que sólo usamos el 10% del cerebro, como si tuviera algo que ver, o pudieramos lanzar rayos por la napia si nos concentráramos.
Pero si no ven forma de satisfacer sus historias espíritas, siempre podrán recurrir al comodín: la energía. Cuando se refieren a que una energía ha quedado impregnada, o que fulano le pasa la energía negativa a otro, o que la energía se condensa en el puto ectplasma de tu abuelo... ¿a qué clase de enegía se refieren? Eólica, térmica, nuclear, la cósmica energía oscura, o a vapor? Cuál.
Ah claro... que vosotros, los ouija-people, pasáis de la física (que es muy aburrida pudiendo estar en el bar de copas del polígono), y es siempre más rentable creer al pie de la letra que la sombra que vísteis aquel día en el cuarto no era una reflexión de la luz que pasaba invertida por la ventana, sino la condensación de la energía del puto abuelo redivivo, que viene a recriminarte desde el purgatorio para que acabes la ESO de una puñetera vez.
Podéis ir en paz.
Me encanta este tipo de gente que no son más que pasto de una nueva mitología penca para débiles mentales con pretensiones de nuevos Mesías.
ResponderEliminarCada vez que me encuentro con una persona de este calibre que trata de imponerte las más intrincadas confabulaciones, fenómenos y sucesos paranormales como la verdad más absoluta, intento descolocarla. Intento ir un paso más allá en su euforia, me intereso muchísimo por lo que dice y luego le planteo una nueva hipótesis metiendo conceptos nuevos como "¿y por qué tiene que tratarse de energías y no de materializaciones de seres evolutivamente capaces de comunicarse de una dimensión a otra?
Lo peor no es que plantees una chorrada del mismo calibre sino que encima se ríen de ti porque lo que dices no tienen ni pies ni cabeza. Amiguitos, si no lo dice Jiménez del Oso o Iker "no se vale".
No esperaba menos de seres que cuando hacen una ouija seguro que se le olvida alguna que otra letra.
Podría contar miles de anécdotas vividas en mis propias carnes y que luego me he descojonado yo sola pensando en cómo pude creer tales gilipolleces. Os voy a contar una de mis favoritas...
ResponderEliminarInfluida por personas como de las que se habla en este post, me acojonaba cada vez que mis padres se acostaban y yo no había logrado dormirme antes de que apagaran todas las luces de la casa, por lo que comenzaba a pensar en todas las falacias que contaban mis amigas. Sí, era ingenua, inculta y preadolescente, es decir, gilipollas. El caso es que había noches en las podía ver desde fantasmas hasta moverse objetos hasta ese momento inmóviles, oir voces y demás. Una noche en medio de mucha oscuridad y totalmente acojonada pude ver como algo indeterminado se movía ante mis ojos, ni corta ni perezosa levanté la mano e intenté tocarlo para comprobar de qué se trataba cuando ví claramente como una luz se movía una y otra vez delante mía pero no me dejaba que la tocara. Así pasé algunos minutos intrigada y totalmente acojonada a punto de ponerme a llorar cuando alcé también la otra mano para ayudarme de las dos, esta ves si puede agarrar la luz...no podía creerlo entre alguna lágrima y risa nerviosa toqué una otra vez el foco del que procedía la luz, un anillo, sí un anillo que llevaba puesto y que aquella noche descubrí que también lucía en la oscuridad, jajaja.