“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad”.
Mt 23;27-28
¡Putos pecadores, arrepentíos de vuestros pecados, y pagad con vuestra vida y vuestras miserias, bellacos! (En esta foto: Los malos, justo antes de empezar a chuparse las pollas).
La paz del Señor sea siempre con nosotros, la Resistencia.
Podéis ir en paz.
jueves, 29 de septiembre de 2011
domingo, 25 de septiembre de 2011
EL REVERENDO EN LA BIBLIOTECA DE LOS CACHONDOS
Al entrar en la biblioteca municipal, hallábase recostado en la silla de su recepción, el funcionario bibliotecario, en actitud espatarrada, conversando sin límite de decibelios con un adulto obeso de unos cuarenta y tantos disfrazado con la equipación completa del Betis. Un servidor (que no escarmienta de los episodios subrealistas que se suceden en este recinto del ayuntamiento) probará otra vez, ejecutar un préstamo de algún clásico de la literatura universal).
Predicador (en adelante P): Hola, quería llevarme un libro pero no lo he visto en las estanterías.
Bibliotecario (en adelante B): Niño, tú no estarás aquí mucho tiempo ¿no?, que a y media empieza el partido.
P: No me gusta el fútbol. ¿Tienen el título "La busca" de Pío Baroja?
B: Baroja... me suena. Esperate que lo veo en el ordenador.
El funcionario, cuya pantalla está ladeada de tal forma que la veo desde el otro lado de la mesa, escribe lentamente: "pio y baroja" y le da al enter. Supongo que eso es algo parecido a cuando se suele decir "Ortega y Gasset decían que...".
B: Niño, aquí no me sale nada.
P: No importa, mire a ver "El sabueso de los Baskerville" de Conan Doyle.
El bibliotecario me mira unos segundos extrañado, mira al gordaco bético. "Los Baskerville, me suena" vuelve a decir con cara interesante. "¿Cómo era el autor?". Se lo repito. Teclea lo siguiente en la barra del buscador: "Conan Doi".
B: No, nada.
P: (No me extraña que no salga nada con semejante despropósito en la gestión de un puto libro, y el desconocimiento supino del que hace gala). Voy a intentar el último. El Conde de Montecristo.
El adulto disfrazado, cuyo silencio hasta ahora fue tomado por prudencia, demuestra que no tiene complejos de mandril y se aventura a parlar.
Gordaco: Quillo, qué cosas más raras lees tú, compadre... No leas tanto.
P: Eso mismo le dijeron a mi vecina sus padres y ahora trabaja en un puticlub.
El gordo continúa su sonrisa bobalicona sin detectar la ironía, su capacidad no llega a eso, pero sabe que la palabra puticlub ha sido pronunciada y eso es siempre motivo de gracia en su cultura. El funcionario, que no lo encuentra en la base de datos, repite de nuevo "Me suena". Joder... ¿pero qué coño es eso de "me suena"? ¿Le suena haber visto la película? ¿Le suena de cosas parecidas como el conde Lequio o el conde Drácula? ¿Le suena la campana de muerto que anuncia el deceso de su propia cultura general?
B: Ve y mira en la sección infantil.
P: (Pero estos tíos de dónde han salido... Se seguro que ganan el doble que yo simplemente por haberse atiborrado a cervezas en la peña mientras yo estudiaba como un cabrón). Déjelo, gracias. Miraré en las estanterías a ver si hay algo que me interese.
Al atravesar la biblioteca, veo que están todas la sillas ocupadas por opositores que siempre están en el patio hablando por el móvil y bebiendo coca en corrillo. En toda la estancia se escucha la conversación a gritos y risas del funcionario y su amigo. Buscando, lo único medio interesante que encuentro es una triste guía de viaje de Galicia del año de la pera. La cojo y la llevo a la recepción, donde continúan con sus chanzas y chascarrillos, prestos a beberse unas cervezas en media hora. Me manda a buscar a otra funcinaria a otra sección por algo de un problema en la red. Busco a la bibliotecaria en cuestión, que perfectamente podría ser la hermana gemela del gordaco.
P: Señora, me llevo este. (Le pongo el libro en la mesa).
B: (Le cuesta procesar, va lenta; tras unos segundos de indecisión mira en el ordenador) Este libro está fuera.
P: ¿Cómo?
B: Sí. Está prestado. No lo han devuelto aún.
P: Está aquí, sobre la mesa, señora.
B: (Mira el libro, mira el ordenador, vuelve al libro) No, no está en la biblioteca, está prestado.
El tiempo se para. Intento procesar qué está pasando y genero algunas hipótesis:
1. Se acaba de fumar un porro.
2. La cámara oculta ¿dónde está? (miro en derredor).
3. Los gestores de la biblioteca son todos pertenecientes a una misma dinastía de empanados que practican la endogamia, explicándose así que la escasa variedad genética produzca torpes y aplatanados que se suceden unos a otros en el puesto por herencia, en un proceso idéntico al de la monarquía española.
4. Haciendo memoria, percibo que de los cuatro elementos que trabajan o hacen que trabajan en la biblioteca, uno tiene un leve defecto no incapacitante en el brazo, otro en la pierna, y los dos restantes rezuman un más que sospechoso retraso intelectual, por lo que deduzco: Lo mismo estos tipos no son funcionarios tal cual, sino que cubren vacantes de estas de garantía social. Rechazo la idea por los pelos aunque no es para nada descabellada. ¿Dónde está la relación forzosa entre minusvalía física y nula preparación profesional?
Me largo de allí dejando sobre la mesa el libro que no existe. Al irme veo una montañita de libros (los que yo he ido entregando este último verano) que todavía no han tenido la diligencia de devolver a sus estanterías en tres meses, por lo que me doy cuenta de que soy el único ciudadano que viene a la biblioteca a usar los libros para leer. Concluyo entonces que la biblioteca moderna es un lugar dedicado a que los opositores estudien sus apuntes y los libros son mero adorno intelectualoide, por aquello de dar ambientillo. Es decir, estoy engañado y soy inocentón de la hostia. Salgo despavorido de allí sintiendo una soledad vertiginosa e infame, una indignación cómica, y la decisión de no volver bajo riesgo de ser absorvido por el subrealismo que tan normalmente manejan los ciudadanos promedio.
Ahí están las prioridades. ¿Dónde ponemos a estos torpes? En un puesto superfluo sin importancia, donde hagan el menor daño posible, donde no se necesite preparación. Con los libros. He ahí la importancia que se otorga a cada cosa, y así nos va el patio. Antes me hago ultrasur que tener que preguntar otra vez por un atlas de Europa y que me contesten que les gustó más la película.
Podéis ir en paz.
Predicador (en adelante P): Hola, quería llevarme un libro pero no lo he visto en las estanterías.
Bibliotecario (en adelante B): Niño, tú no estarás aquí mucho tiempo ¿no?, que a y media empieza el partido.
P: No me gusta el fútbol. ¿Tienen el título "La busca" de Pío Baroja?
B: Baroja... me suena. Esperate que lo veo en el ordenador.
El funcionario, cuya pantalla está ladeada de tal forma que la veo desde el otro lado de la mesa, escribe lentamente: "pio y baroja" y le da al enter. Supongo que eso es algo parecido a cuando se suele decir "Ortega y Gasset decían que...".
B: Niño, aquí no me sale nada.
P: No importa, mire a ver "El sabueso de los Baskerville" de Conan Doyle.
El bibliotecario me mira unos segundos extrañado, mira al gordaco bético. "Los Baskerville, me suena" vuelve a decir con cara interesante. "¿Cómo era el autor?". Se lo repito. Teclea lo siguiente en la barra del buscador: "Conan Doi".
B: No, nada.
P: (No me extraña que no salga nada con semejante despropósito en la gestión de un puto libro, y el desconocimiento supino del que hace gala). Voy a intentar el último. El Conde de Montecristo.
El adulto disfrazado, cuyo silencio hasta ahora fue tomado por prudencia, demuestra que no tiene complejos de mandril y se aventura a parlar.
Gordaco: Quillo, qué cosas más raras lees tú, compadre... No leas tanto.
P: Eso mismo le dijeron a mi vecina sus padres y ahora trabaja en un puticlub.
El gordo continúa su sonrisa bobalicona sin detectar la ironía, su capacidad no llega a eso, pero sabe que la palabra puticlub ha sido pronunciada y eso es siempre motivo de gracia en su cultura. El funcionario, que no lo encuentra en la base de datos, repite de nuevo "Me suena". Joder... ¿pero qué coño es eso de "me suena"? ¿Le suena haber visto la película? ¿Le suena de cosas parecidas como el conde Lequio o el conde Drácula? ¿Le suena la campana de muerto que anuncia el deceso de su propia cultura general?
B: Ve y mira en la sección infantil.
P: (Pero estos tíos de dónde han salido... Se seguro que ganan el doble que yo simplemente por haberse atiborrado a cervezas en la peña mientras yo estudiaba como un cabrón). Déjelo, gracias. Miraré en las estanterías a ver si hay algo que me interese.
Al atravesar la biblioteca, veo que están todas la sillas ocupadas por opositores que siempre están en el patio hablando por el móvil y bebiendo coca en corrillo. En toda la estancia se escucha la conversación a gritos y risas del funcionario y su amigo. Buscando, lo único medio interesante que encuentro es una triste guía de viaje de Galicia del año de la pera. La cojo y la llevo a la recepción, donde continúan con sus chanzas y chascarrillos, prestos a beberse unas cervezas en media hora. Me manda a buscar a otra funcinaria a otra sección por algo de un problema en la red. Busco a la bibliotecaria en cuestión, que perfectamente podría ser la hermana gemela del gordaco.
P: Señora, me llevo este. (Le pongo el libro en la mesa).
B: (Le cuesta procesar, va lenta; tras unos segundos de indecisión mira en el ordenador) Este libro está fuera.
P: ¿Cómo?
B: Sí. Está prestado. No lo han devuelto aún.
P: Está aquí, sobre la mesa, señora.
B: (Mira el libro, mira el ordenador, vuelve al libro) No, no está en la biblioteca, está prestado.
El tiempo se para. Intento procesar qué está pasando y genero algunas hipótesis:
1. Se acaba de fumar un porro.
2. La cámara oculta ¿dónde está? (miro en derredor).
3. Los gestores de la biblioteca son todos pertenecientes a una misma dinastía de empanados que practican la endogamia, explicándose así que la escasa variedad genética produzca torpes y aplatanados que se suceden unos a otros en el puesto por herencia, en un proceso idéntico al de la monarquía española.
4. Haciendo memoria, percibo que de los cuatro elementos que trabajan o hacen que trabajan en la biblioteca, uno tiene un leve defecto no incapacitante en el brazo, otro en la pierna, y los dos restantes rezuman un más que sospechoso retraso intelectual, por lo que deduzco: Lo mismo estos tipos no son funcionarios tal cual, sino que cubren vacantes de estas de garantía social. Rechazo la idea por los pelos aunque no es para nada descabellada. ¿Dónde está la relación forzosa entre minusvalía física y nula preparación profesional?
Me largo de allí dejando sobre la mesa el libro que no existe. Al irme veo una montañita de libros (los que yo he ido entregando este último verano) que todavía no han tenido la diligencia de devolver a sus estanterías en tres meses, por lo que me doy cuenta de que soy el único ciudadano que viene a la biblioteca a usar los libros para leer. Concluyo entonces que la biblioteca moderna es un lugar dedicado a que los opositores estudien sus apuntes y los libros son mero adorno intelectualoide, por aquello de dar ambientillo. Es decir, estoy engañado y soy inocentón de la hostia. Salgo despavorido de allí sintiendo una soledad vertiginosa e infame, una indignación cómica, y la decisión de no volver bajo riesgo de ser absorvido por el subrealismo que tan normalmente manejan los ciudadanos promedio.
Ahí están las prioridades. ¿Dónde ponemos a estos torpes? En un puesto superfluo sin importancia, donde hagan el menor daño posible, donde no se necesite preparación. Con los libros. He ahí la importancia que se otorga a cada cosa, y así nos va el patio. Antes me hago ultrasur que tener que preguntar otra vez por un atlas de Europa y que me contesten que les gustó más la película.
Podéis ir en paz.
domingo, 18 de septiembre de 2011
MANUAL DE USO
Hermanos, hermanas...
En esta sociedad en la que el mayor hito cultural de un adolescente consiste en echar una foto a sus abdominales o a sus tetas en el espejo del baño para colgarla en el Tuenti para disfrute de otros "mongolos" sociales y culturales, a veces hay que recurrir al lenguaje más complicado para que se entienda el concepto más primario. Quién quiera escuchar, que escuche.
Podéis ir en paz.
En esta sociedad en la que el mayor hito cultural de un adolescente consiste en echar una foto a sus abdominales o a sus tetas en el espejo del baño para colgarla en el Tuenti para disfrute de otros "mongolos" sociales y culturales, a veces hay que recurrir al lenguaje más complicado para que se entienda el concepto más primario. Quién quiera escuchar, que escuche.
Podéis ir en paz.
domingo, 11 de septiembre de 2011
DE PROFUNDIS
Cuando aquello pasó, y tras un tiempo de anestesia, al ir dándome cuenta de lo ciertas que eran las versiones que hablaban del gobierno como agente que provocó la catástrofe, o en sus alternativas más leves, facilitador y cooperador junto con otros (musulmanes y no musulmanes) para hacer legítimas con ello una serie de guerras preventivas que les diera cobertura territorial en el Medio Oriente, combustible fósil, dinero de la construcción de lo destruido y derecho a retener y exprimir a cualquiera en pro de la seguridad... empecé a preguntarme algo que me costaba mucho asimilar: "¿Realmente un grupo de gobernantes puede tener la falta de escrúpulos necesaria para asesinar a miles de los suyos con tal de justificar las acciones futuras de enriquecerse de poder y oro?".
Pero cuando acto seguido me vino a la cabeza cómo los seres humanos que dirigen bancos esclavizan de por vida a sus "hermanos" en hipotecas heredables, cómo los seguros y hacienda exprimen al trabajador sin dar nada a cambio, cómo los gobiernos mandan a la guerra a jóvenes con o sin futuro a morir para que Cheney u otros empresarios carnívoros tengan donde sacar más cuartos, cómo se encarecen e incluso impiden los tratamientos que podrían curar el cáncer por seguir trincando, cómo los constructores hacen casas de cartón a cuarto de millón para las familias que se endeudan para siempre...
... entonces la respuesta me vino a la cara por ciencia infusa: "Claro que sí. Por supuesto, de qué te extrañas. Lo mismo que han hecho en esas dos torres y en las guerras que continuaron, os lo hacen a vosotros cada día los poderosos, a cada uno de vosotros, sin piedad, sin misericordia ninguna, y sin remordimiento".
... entonces la respuesta me vino a la cara por ciencia infusa: "Claro que sí. Por supuesto, de qué te extrañas. Lo mismo que han hecho en esas dos torres y en las guerras que continuaron, os lo hacen a vosotros cada día los poderosos, a cada uno de vosotros, sin piedad, sin misericordia ninguna, y sin remordimiento".
Frente a ellos, nosotros: unos seres que por anónimos, somos sacrificables, individualmente y en masa. Peones anónimos para ellos, y no obstante seres con sentimientos, expectativas y una vida detrás. Pero aunque somos víctimas como ese Falling Man al que llamaron así porque desconocemos su nombre, también somos héroes cuando otro anónimo de los nuestros, con cojones, sale a enfrentarse al monstruo sabiendo que será devorado, como aquel chino en el 89 frente a los tanques de Tia Nan Men. Desarmado contra la bestia, sólo con su valor, con su honestidad...
Somos perdedores, esclavos y víctimas cansadas,... pero aún duermen en nuestras profundidades, las almas de los héroes antiguos.
Podéis ir en paz.
lunes, 5 de septiembre de 2011
EL HIPPIE-PIJO O FALSO PERROFLAUTA
Hermanos, hemanas...
Ya hablamos en "los iluminati con tomati" de estos tíos, pero reparen y dediquen un momento a observar al perroflauta español. Ese tan abundante en el Lavapiés de Madrid, en la Alameda de Sevilla, o bajo cada piedra en Barcelona. Pues ahí donde ustedes los ven, son unos pijos de la hostia. Unos potentados que juegan a las aventurillas juveniles compitiendo para ver quién consigue una estética más horrenda y mayor faz de drogadicto. Hoy hablamos del pijo o niño/a de clase media-alta que elige disfrazarse de filibustero para ir de guay y de izquierdoso que te cagas porque se lleva mazo.
No se dejen llevar por las pintas. Lo que se quiere conseguir con ellas es subrayar una ideología de la que no tienen ni puta idea. Pueden llevar una camiseta del Che pero sólo unos pocos saben quién fue; la mayoría piensan que fue el guitarrista de Bob Marley. Al alzar una bandera tricolor, hacen lo que han visto hacer a los de la casa okupa, pero el 80% no te sabe nombrar ni un solo presidente de la república. Son, lo que se dice, hippies de pacotilla.
Adviértase en la foto explicativa lo sencillo de pillar a una muchacha pseudo-rebeldilla del barrio de Salamanca y reconvertirla en hippie. Baste con añadirle un palestino - eso sí, de 40 euros mínimo - y se creerá una antisistema peligrosa a la que deberemos añadir un corto repertorio de insultos para usar contra los antidisturios (véase: facha... y ya está). Las rastas son un salvoconducto fundamental para ser guay. Me refiero a las extensiones que se ponen. Pero de nada sirven sin una buena furgoneta (si no se parece a la de Scooby Doo, no vale) con cama pocilguera para ir a la playa (ahí cerca, a Zahara de los Atunes o a Conil) escuchando Chambao bueno, y manejando las cariocas a la luz de la fogata dándole al espirriaque, flipándolo con la imagen de "yo si se vivir los placeres", de alegre proscrito del bosque de Sherwood, y de amante de la vida que muestran al resto de los mortales, que son tan normales y tan grises...
Pero la furgoneta es para andar por casa. Para los destinos medios y largos como Amsterdam, Benarés o Goa, Bali... van con Air France equipados con su portatil, i-Pad, credit card engordada por papá, y muchas vacaciones de no tener que trabajar porque los mantienen desde España. El sumun de su realización será llamarse o llamar a sus hijas con nombres pseudoespeciales y moñas y trillados, como Zoe, Luna o Noa.
Cuando la persona pija no renuncia a su pijedad pero quiere darse un toque desvergonzado y hipilón, se disfraza de una versión edulcorada de Janis Joplin/Barbie con ropa megacara y más falsa que un striptease por la radio (fig.1). Cuando los padres de la pija son tios duros o la pija es poca cosa, se queda en una versión frustrada y de antesala; se queda en simple poppie o bitnik (fig.2). Cuando el pijo se le va de las manos a la chacha ecuatoriana que los padres tienen contratada para educar al niño, este se convierte en perroflauta y deja el Derecho que le obligó a estudiar su padre banquero, para estudiar Torcido, un módulo de animación y tiempo libre y un curso de malabares, al que va descalzo. (fig.3: perroflauta con los leotardos de la madre en la cabeza en plan superestudiado, a lo casual, y petaura de gimnasio).
Pero lo verdaderamente interesante del hippie-pijo es dar un poco de luz científica en todo ello y explicar el proceso por el que un ser patético como el pijo, se convierte en otro de igual valor, sin plantearse ni una leve mejora:
Pelayo, de 10 años, hijo de madre abogada y padre director de una sucursal del santander, vive en su casa de las Rozas, asqueado de la etiqueta crónica de sus progenitores que le obligan a llevar a él también (en forma de pantalones cortos, calcetines hasta la rodilla y camisas repipis), pasa a la etapa de moratoria adolescente o búsqueda de su propia identidad e intimidad, seguro de que quiere ser todo lo contrario a su padre. Para ello imita las pintas de su primo el que estudió bellas artes (un tipo transgresor y antisistema que vive en un loft de 2 millones de euros en el centro puesto por la familia). Busca ser diferente, busca joder a opá y omá. Pelayo se pone unos piercings y unas extensiones de rastas hasta el culo y busca pelea con sus padres capitalistas; y en ello halla la motivación de su rebeldía. No se sabe por qué, a veces habla con un ligero acento holandes, otras con acento argentino (no acaba de encontrarse). El mundo es una mierda, muchacho. Pero Pelayo no remata la jugada, no se convierte en un hippie de verdad. El colchón mullido que representa el saber que a su familia le sale la pasta por las orejas le da tranquilidad para emprender mil aventuras sabiendo que no pasa nada. Que cuando se canse de jugar a los piratas, podrá pillarse un puesto de jefe en el bufette de la madre.
Mensaje a estos especímenes: No hace falta disfrazarse para tener ideologías, en serio. Está comprobado. así que relájense. Se puede ser más de izquierdas con unos vaqueros y una camiseta. Guarden sus disfraces y sus gadgets para el carnaval... que lo estáis deseando.
Podéis ir en paz.
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