Sed bienvenidos...

... los que estáis asqueados de toda la Tontería que nos rodea, los que estáis hasta los cojones/ovarios de aguantar imbéciles e incompetentes, los que tenéis que reventar y no podéis porque vuestra castrante moral judeocristiana os lo prohibe, los que sufríais de pequeños las mofas de seres inferiores, los que esforzándoos no obtenéis recompensa, los que vivís en un mundo que no es para vosotros, los que sabéis parte de la verdad pero os toman por locos, los que necesitáis opinar sin ser juzgados por ignorantes, los que pudiendo cambiar las cosas aún dormimos.

domingo, 25 de septiembre de 2011

EL REVERENDO EN LA BIBLIOTECA DE LOS CACHONDOS

Al entrar en la biblioteca municipal, hallábase recostado en la silla de su recepción, el funcionario bibliotecario, en actitud espatarrada, conversando sin límite de decibelios con un adulto obeso de unos cuarenta y tantos disfrazado con la equipación completa del Betis. Un servidor (que no escarmienta de los episodios subrealistas que se suceden en este recinto del ayuntamiento) probará otra vez, ejecutar un préstamo de algún clásico de la literatura universal).

Predicador (en adelante P): Hola, quería llevarme un libro pero no lo he visto en las estanterías.
Bibliotecario (en adelante B): Niño, tú no estarás aquí mucho tiempo ¿no?, que a y media empieza el partido.
P: No me gusta el fútbol. ¿Tienen el título "La busca" de Pío Baroja?
B: Baroja... me suena. Esperate que lo veo en el ordenador.

El funcionario, cuya pantalla está ladeada de tal forma que la veo desde el otro lado de la mesa, escribe lentamente: "pio y baroja" y le da al enter. Supongo que eso es algo parecido a cuando se suele decir "Ortega y Gasset decían que...".

B: Niño, aquí no me sale nada.
P: No importa, mire a ver "El sabueso de los Baskerville" de Conan Doyle.

El bibliotecario me mira unos segundos extrañado, mira al gordaco bético. "Los Baskerville, me suena" vuelve a decir con cara interesante. "¿Cómo era el autor?". Se lo repito. Teclea lo siguiente en la barra del buscador: "Conan Doi".

B: No, nada.
P: (No me extraña que no salga nada con semejante despropósito en la gestión de un puto libro, y el desconocimiento supino del que hace gala). Voy a intentar el último. El Conde de Montecristo.

El adulto disfrazado, cuyo silencio hasta ahora fue tomado por prudencia, demuestra que no tiene complejos de mandril y se aventura a parlar.
Gordaco: Quillo, qué cosas más raras lees tú, compadre... No leas tanto.
P: Eso mismo le dijeron a mi vecina sus padres y ahora trabaja en un puticlub.

El gordo continúa su sonrisa bobalicona sin detectar la ironía, su capacidad no llega a eso, pero sabe que la palabra puticlub ha sido pronunciada y eso es siempre motivo de gracia en su cultura. El funcionario, que no lo encuentra en la base de datos, repite de nuevo "Me suena". Joder... ¿pero qué coño es eso de "me suena"? ¿Le suena haber visto la película? ¿Le suena de cosas parecidas como el conde Lequio o el conde Drácula? ¿Le suena la campana de muerto que anuncia el deceso de su propia cultura general?

B: Ve y mira en la sección infantil.
P: (Pero estos tíos de dónde han salido... Se seguro que ganan el doble que yo simplemente por haberse atiborrado a cervezas en la peña mientras yo estudiaba como un cabrón). Déjelo, gracias. Miraré en las estanterías a ver si hay algo que me interese.

Al atravesar la biblioteca, veo que están todas la sillas ocupadas por opositores que siempre están en el patio hablando por el móvil y bebiendo coca en corrillo. En toda la estancia se escucha la conversación a gritos y risas del funcionario y su amigo. Buscando, lo único medio interesante que encuentro es una triste guía de viaje de Galicia del año de la pera. La cojo y la llevo a la recepción, donde continúan con sus chanzas y chascarrillos, prestos a beberse unas cervezas en media hora. Me manda a buscar a otra funcinaria a otra sección por algo de un problema en la red. Busco a la bibliotecaria en cuestión, que perfectamente podría ser la hermana gemela del gordaco.

P: Señora, me llevo este. (Le pongo el libro en la mesa).
B: (Le cuesta procesar, va lenta; tras unos segundos de indecisión mira en el ordenador) Este libro está fuera.
P: ¿Cómo?
B: Sí. Está prestado. No lo han devuelto aún.
P: Está aquí, sobre la mesa, señora.
B: (Mira el libro, mira el ordenador, vuelve al libro) No, no está en la biblioteca, está prestado.

El tiempo se para. Intento procesar qué está pasando y genero algunas hipótesis:
1. Se acaba de fumar un porro.
2. La cámara oculta ¿dónde está? (miro en derredor).
3. Los gestores de la biblioteca son todos pertenecientes a una misma dinastía de empanados que practican la endogamia, explicándose así que la escasa variedad genética produzca torpes y aplatanados que se suceden unos a otros en el puesto por herencia, en un proceso idéntico al de la monarquía española.
4. Haciendo memoria, percibo que de los cuatro elementos que trabajan o hacen que trabajan en la biblioteca, uno tiene un leve defecto no incapacitante en el brazo, otro en la pierna, y los dos restantes rezuman un más que sospechoso retraso intelectual, por lo que deduzco: Lo mismo estos tipos no son funcionarios tal cual, sino que cubren vacantes de estas de garantía social. Rechazo la idea por los pelos aunque no es para nada descabellada. ¿Dónde está la relación forzosa entre minusvalía física y nula preparación profesional?

Me largo de allí dejando sobre la mesa el libro que no existe. Al irme veo una montañita de libros (los que yo he ido entregando este último verano) que todavía no han tenido la diligencia de devolver a sus estanterías en tres meses, por lo que me doy cuenta de que soy el único ciudadano que viene a la biblioteca a usar los libros para leer. Concluyo entonces que la biblioteca moderna es un lugar dedicado a que los opositores estudien sus apuntes y los libros son mero adorno intelectualoide, por aquello de dar ambientillo. Es decir, estoy engañado y soy inocentón de la hostia. Salgo despavorido de allí sintiendo una soledad vertiginosa e infame, una indignación cómica, y la decisión de no volver bajo riesgo de ser absorvido por el subrealismo que tan normalmente manejan los ciudadanos promedio.

Ahí están las prioridades. ¿Dónde ponemos a estos torpes? En un puesto superfluo sin importancia, donde hagan el menor daño posible, donde no se necesite preparación. Con los libros. He ahí la importancia que se otorga a cada cosa, y así nos va el patio. Antes me hago ultrasur que tener que preguntar otra vez por un atlas de Europa y que me contesten que les gustó más la película.


Podéis ir en paz.

1 comentario:

  1. ¡Diantres señor Predicador! Es usted todo un ejemplo que la realidad siempre supera a la ficción.

    "Me suena" es sólo un recurso para dejar clara su condición de conocedor universal. Me imagino situaciones tremendas inventándome títulos de libros bizarrísimos pero que se parezcan a reales para que apostille el "Me suena" como el que planta un visto bueno en la petición. Dan ganas de chillarles "INSPECCIÓN SORPRESA ¿LE SUENA?".

    En el futuro hay que apuntarse no acercarse a 10 metros de distancia de cualquier adulto vestido con la equipación completa de cualquier equipo de fútbol.

    Sobre el libro omnipresente no hubiera dudado en exhalar un "de puta madre" e irme silbando con el ejemplar bajo el brazo. La escena siguiente sería la señora de turno diciéndole al encargado 1 "¿Manolín, tu has visto a un chaval muy raro llevándose una guía de Galicia?" a lo que el bibliotecario respondería "Me suena".

    Yo creo que el factor que une a gente con problemas físicas y mentales con puestos de funcionarios (además de los puestos reservados para opositores con minusvalías) es el factor pena por un lado y el factor "primo-malito-del-alcalde".

    Recordará usted cuando Biblioteconomía y Documentación era una opción más que considerable a la hora de escoger una carrera. Ahora usted y todos los parroquianos de este santo sitio sabemos por qué.

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