La generación de nuestros padres es una generación bienintencionada, yo no digo que no... Dios me libre. Pero en este devenir evolutivo y darwinista, ser bienintencionado no te libra de la selección natural ni del carácter indiferente y cabrón del cosmos.Nuestros padres nos dijeron que trabajando más que los demás, estudiando una carrera, y esforzándonos hasta partirnos los cuernos, conseguiríamos lo que ellos no: ser libres de un jefe, ganar pasta a niveles de olvidarte de las penurias, un baño como los que salen en los anuncios de Don Limpio, hijos felices en tu monovolumen, etc... Pero la verdad es que un titulado universitario cobra ahora menos que un técnico, a lo mejor igual, y en la mayoría de ocasiones ni lo contratan por excederse en preparación; aunque resultan muy útiles para currar a más nivel pero pagandosele una mierda. Su jefe es a veces un empresario garrulo sin la ESO que le contrata temporalmente y sin seguro.
Nuestros padres nos dijeron que teníamos que comprarnos una casa porque eso da una seguridad y en nuestro tiempo ya era muy fácil tenerla; no como en el suyo que hacían unos sacrificios inauditos. Pero la verdad es que nuestro héroe se compra una casa y los intereses bancarios le esclavizan hasta más allá de la edad de jubilación, pagando casi todo su sueldo al mes a los usureros del banco que le cobran el triple del precio. Nuestros padres pagaron su casa en 6 u 8 años, Nosotros en 40. Al parecer eso no es un sacrificio.
Nuestros padres nos dijeron que no jugaramos tanto al ordenador, nos racionaban el tiempo ante la pantalla, para que siguieramos estudiando los contenidos alienantes y decimonónicos del colegio, porque el ordenador era como una droga. Pero la verdad es que la gran población de los que sí vivieron su infancia con el ordenador son ahora personas totalmente adaptadas a este tiempo cambiante que tienen profesiones de este tiempo, que usan los métodos de comunicación de este tiempo (y no me refiero al Facebook ni al Tuenti que maneja cualquier matao) para hacer cosas, trabajar y ganarse la vida a gusto (véase los tipos de Google, los probadores de videojuegos, o los activistas y hackers antisistema). Mientras nosotros somos aún analfabetos cibernéticos que tenemos que tirar de nuestra dependencia del amigo informático hasta para formatear el cacharro.
Nuestros padres nos dijeron que teníamos que formar una familia (más bien en este aspecto no daban opciones). Acabando así con todas nuestras posibilidades de independencia, libertad, disfrute de la vida, oportunidades de hacer lo que te de la gana, viajar de aquí para allá, y dejar de ser un número más de esta farsa en la que se valora tu dependencia, tu sedentarismo facilitador de control sobre tí, y tu consumo de necesidades pencas para aparentar ser una familia más feliz que la del vecino.
Nuestros padres dijeron que de no estudiar acabaríamos bajo un puente, pero algunos listos y otros políticos buenistas han demostrado que cualquiera que no estudie tiene garantizado el título con tal de falsear los resultados de los informes europeos de éxito escolar. Cualquier matado que no estudie será rescatado con las ayudas pertinentes de garantía social. Y se sabe.
Los padres de cualquier generación, y nosotros lo seremos en el futuro, cometieron el error de pensar que el mundo de sus hijos se movía por las mismas reglas que el mundo que vivieron. Pero el mundo actual tiene otras reglas, se mueve rápido, da diez mil vueltas en un día, los trabajos no son vitalicios, ni ahorrar sirve de mucho, ni hay valores ni principios a los que atenerse. Guiarse por los valores de los padres cuando éstos son sensatos es algo muy recomendable. Pero el que se enfrente a este mundo con las directrices de sus padres está acabado.
Podéis ir en paz.
"Ser o no ser, ...". Queda claro que las sanas "directrices" de nuestros padres ya no funcionan en un mundo sin coherencia. Sin embargo, ¿Qué es mejor: seguirlas sabiendo que son positivas para el hombre y para la sociedad, como enriquecimiento y satisfacción personal, como perpetuación de lo correcto aun a costa de amargarse, de nadar contra la corriente del conformismo, o ceder ante las miserias de unas conductas huérfanas de afán, de superación, de lucha, de recompensa, de ensayo, error y aprendizaje, que premia la egolatría y que cada vez se aleja más de lo bueno, de lo que está bien, del propio y deseable concepto platónico de Bien? Para mí sin duda lo correcto es lo primero..., y lo rentable lo segundo. ¿Qué anhela cada cual para sí? Los medios, la política, la religión, el neoliberalismo, la ambición desmesurada del ser humano codicioso dicen sin duda que el beneficio y el verse henchido frente al espejo de la vanidad han de ser el objetivo principal por el que levantarse cada día... Si esto es lo que nos espera, y mucho me temo que así es, queridos hermanos: estamos fritos.
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