Sed bienvenidos...

... los que estáis asqueados de toda la Tontería que nos rodea, los que estáis hasta los cojones/ovarios de aguantar imbéciles e incompetentes, los que tenéis que reventar y no podéis porque vuestra castrante moral judeocristiana os lo prohibe, los que sufríais de pequeños las mofas de seres inferiores, los que esforzándoos no obtenéis recompensa, los que vivís en un mundo que no es para vosotros, los que sabéis parte de la verdad pero os toman por locos, los que necesitáis opinar sin ser juzgados por ignorantes, los que pudiendo cambiar las cosas aún dormimos.

lunes, 27 de febrero de 2012

PECADO MORTAL

Hermanos, hermanas...

A menudo me vienen a la cabeza reflexiones a cerca de cual será entre todos los pecados de los habitantes de este país, el mayor y más infame. No es necesario ser muy docto ni espabilao para dar con la respuesta. El pecado capital del español medio es: hablar sin saber.

El paisano tiende a sentenciar hasta cuando duerme. Sentar cátedra es el deporte nacional, seguido del fútbol y beber cerveza. El pecado sería menor si el pecador supiese de los temas tratados, pero lo que lo hace una falta intolerable y merecedora de los tormentos del infierno, es que el fulano sabe perfectamente, en su fuero interno, que no tiene ni puñetera idea, aunque opte como primera opción por partirse la cara con aquel que le corrija un ápice. De ahí la creencia tan arraigada en nuestro suelo patrio de que cualquiera puede decir lo que le de la gana por imbécil que sea, puesto que se piensa que las cosas, para aprenderlas, no hace falta leerlas, ni estudiarlas, ni nada que requiera esfuerzo, sino que son sabidas por ciencia infusa.

El español medio no sabe decir "yo creo que" o "yo pienso que". Antes se deja dar por el culo que decirlo y pasar por que no sabe. Y ahí tenemos la sala de espera de las consultas médicas de la seguridad social con sus desfiles de cuadros hipocondríacos, síndromes de Munchausen y aburrimientos crónicos, en las que siempre escuchamos a la maruja de turno diagnosticar a todo bicho viviente que se le sienta al lado, preguntándote los síntomas para luego sentenciarte lo que tienes y los ibuprofenos que procede tomarse, a la par de rajar del médico, que no tiene ni pajolera (y además engaña a su mujer con la enfermera, fijo). U otro ejemplo radica en el tío del bar, ese que se acerca a la oreja del compañero ya casi mamado del todo, para sentar cátedra con tono agresivo y apocalíptico sobre los errores de Mourinho y de cómo si fuera él el mister arreglaba al Madrid en un pispas, o que igual que te dice la A, te dice la B, y te suelta las medidas económicas que salvarían al país y acabarían con el paro (y todo eso lo sabe el nota que se leventa a la una de la tarde para tomar cervezas hasta que cierran de noche, ole ahí).

Luego resulta que cuando uno es ingeniero y está arreglando un tema de lo suyo, le viene cualquiera con la poca vergüenza que se estila a decirte con toda la jeta que eso no se hace así, que le hagas caso; toma ya... O vienes muy contento de tu viaje a Teruel contando lo que has visto, y el pecador sin guiñar ni nada te suelta que lo que has visto es una mierda, que deberías haber ido al museo de no se qué chorrada, y en vez de comer donde lo hiciste, lo deberías haber hecho en un sitio de puta madre que él tuvo la inteligencia de descubrir en su infinito sibaritismo cateto.

Luego descubres que la gente, tras esa seguridad infinita esconde un complejo de mil pares de cojones. Y que en realidad no tienen criterio alguno sobre lo que dicen. Prueba de ello es que a menudo al preguntar por ejemplo por una película que echan en el cine, si la gente te dice que es lo más, esa película es una mierda y viceversa. Si dicen que es un coñazo y un bodrio, a menudo resulta ser una obra maestrísima. Lo cual es lógico, puesto que para tener criterio hacen falta referencias, cultura y curiosidad; y de eso queda poco ya en esta viña del señor, que es este país en decadencia, donde los más aptos tienden a irse fuera asqueados y resentidos, con toda la razón.

Hoy se celebra el día de Andalucía en esta tierra. Nada ha cambiado. Además de los que eyaculan al escuchar la letra anacrónica aunque emotiva de nuestro himno, sigue fomentándose un sentimiento patriótico usado no para potenciar el amor propio, la voluntad de mejora y la lucha por superarse, sino para seguir arengando a que de nuestra cantera de infantes continúen saliendo artistillas de medio pelo, imitadores de folclóricas, vividores playeros, niños repelentes para programas autonómicos y pijorros tipo siempre así de los que no aguanta ni Dios en cualquier sarao de pub de viernes tarde, que es lo que aquí se valora. Su puta madre.


Podéis ir en paz.

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