Hermanos, hermanas...
Ya dedicamos hace unos meses un sermón a la culturilla de aquí, en relación con los absurdos rituales de puesta de largo (Véanse los sermones del mes de agosto´10). Al ser esta, época de comuniones, no puedo evitar ver los excesos del personal y sus notables esfuerzos por aparentar ante el vecino. Una comunión cuesta una media de 3000 euros. Los iletrados y resentidos echarán la culpa a la iglesia y quedarán satisfechos. Pero la culpa de esto no la tiene el clero. La tiene una vez más, la masa.
Evidentemente, gastarse medio millón de pelas en jugar a las muñequitas es un acto libre (por mí como si se la machacan con dos piedras), pero no respetable. En realidad estoy un poco hasta las gónadas de que todo sea respetable. Todas las opiniones y opciones no merecen respeto. El respeto debe merecerse por el mérito o la bondad de un concepto.
Si ya son absurdas las bodas que describíamos, en las que te cobran multas por ir con tal de acumular 40 ó 50.000 euros (porque la boda costó una media de 25.000), imaginen ustedes inventarse una celebración por toda la cara, en la que vestimos a una infante con un vestido de novia, le hacemos un recogido, la maquillamos, la ponemos sexualmente apetecible, y le hacemos una sesión de fotos en los lugares punteros del pueblo para culminar en un montaje fotográfico de estos modernos y barrocos para que la madre pueda decir “mira mi niña: ni la Keit-mos”. Invitamos luego a todo cristo al guateque para que aporten presentes, paguen la multa por pringaos (como en las bodas), y hagan de extras para rellenar un evento a como de lugar; porque en la vida social de la gente de ahora hay que ser como en el Facebook, cuantos más chalados aparezcan como amigos, aunque sean conocidos de tu primo segundo, mejor… más popular e influyente en la comunidad es tu vástaga y su puta familia. Langostinos a tutiplén, castillo flotante de goma de estos para revolearse (incluidos adultos con la papa de fin de fiesta), payaso cumpleañero y globofléxico para fardar de que “yo es que tengo un poderío y unos recursos para distraer al personal que se caga la perra”, y tertulias catetas de gente disfrazada… Coño, lo estoy diciendo: una boda. Joder, para este rito iniciático de toda la vida, déjate de basarlo en una religión de la que apenas conoces nada y ve al grano. Monta una puesta de largo para tu niña la pedante, como hacen los mexicanos con la fiesta esa de las quinceañeras, y listo. Excusa directa.
Y atentos, hermanos: todo este atrezzo y carnaval porque al infante le han dado hoy un trozo de recorte de pan como símbolo de una supuesta continuación en la religión católica, que para colmo es mentira. Porque ni el niño tiene idea del símbolo en cuestión, ni tendrá en un futuro Confirmación ni hostias, ni tendrá puñetera idea de qué religión tiene, ni sus garrulos familiares saben comportarse en una misa.
Pero no sólo nos centraremos en la figura de la niña precoz. También está la llamativa estampa ya clásica del marinerito (que vete tú a saber la historia de por qué y de donde viene el disfrazar a las personas de esto, y por qué los padres lo tienen tan aceptado) o qué decir del almirante (que es el disfraz que usan los padres con aires de grandeza para destacar socialmente al niño, aunque este tenga un expediente en primaria de “Necesita Mejorar” hasta en el recreo). En las comuniones se monta tal armada de grumetes que parece que en vez de decir “El cuerpo de Cristo” el cura va a soltar “Rompan filas” o “Leven anclas”, y todos al abordaje.
Toda esta apariencia me asquea, hermanos. Tanta necesidad de sobresalir sólo puede estar causada por un gran vacío existencial, una necesidad enorme de aprobación y admiración social, y falta excesiva de otras muchas cosas ricas y estimulantes que tiene la vida. Pero qué vamos a esperar de la masa, si ni siquiera los ídolos populares saben dónde está África en el mapa…
PD: Con ese afán de protagonismo y hedonismo, ¿cómo es que aún no se ha puesto en boga en las bodas de este país lo de las damas de honor? Porque no se les habrá ocurrido todavía, y estoy yo aquí dando ideas. Anda que no… ahí tenéis otra excusa para lucir vuestros disfraces, tocados y piercings, y mostraros en el mercado de la testosterona de los convites a todos esos buenos mozos borrachos de los peinados de crestita.
Podéis ir en paz.
martes, 26 de abril de 2011
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Una de las cosas que me llama más la atención es la cantidad de individuos religiosamente indiferentes que pasan por el aro de casarse por la iglesia por la pompa del evento. Hipócritas. Ateos incongruentes. Pecadores.
ResponderEliminarSin duda ninguna hoy en día la parafernalia panplinera del bautizo, la comunión y la boda poseen un principal caracter propagandísco familiar. La apariencia frente a los demás, en una sociedad sin valores reales, prima por encima de la sinceridad y fortaleza de uno mismo, de lo que la mayoría, sin duda, carece. Si así no fuese, ¿por qué entonces nadie realiza epopéyicas celebraciones del día en que pide la extremaunción? Creo que ésta debiera resultar la máxima alegría de un católico, ¿O es que no quiere reunirse pronto con el Creador y encima libre de cargas?
ResponderEliminarPienso que tampoco debemos olvidar el que en menor medida la celebración de estos festejos ritualistas vaya dirigido a apaciguar el temor de los padres a que a sus mini-clones les pueda fulminar su cruel dios por medio de una centella celestial. Todo por el simple hecho de no acatar los dictámenes establecidos por el gran negocio monopolístico en concepto de salvación. "Cumple como dócil oveja que no sale del redil o fieros demonios enculadores harán que te retuerzas de dolor eterno". Eso marca.
Las celebraciones religiosas nunca se van a devaluar si hay implícita una recompensa y una excusa para los excesos. La religión eso de los excesos los lleva atados con correa, aunque luego se lía parda y se lavan las manitas de cerdo en agua bendita para decir que eso es cosa de los humanos y que lo que pase en la iglesia (previo pago) es cosa de Dios y lo que pase de puertas para fuera es como si pasara en Las Vegas.
ResponderEliminarÚltimamente me aborda un pensamiento al respecto de celebraciones multitudinarias y demás situaciones narradas en esta entrada. Hay diferencias muy claras entre lo que hace uno para sí mismo y lo que hace la gente, pero cuando uno tiene que organizar uno de estos saraos no lo hace para uno mismo nunca, sino que tiene que hacerlo para que la galería goce y se da por supuesto que si no suena Paquito Chocolatero y se come hasta que te salgan canapés por las orejas no es una fiesta del gusto del respetable.
Usted sabe de buena tinta que no soy amigo de estos saraos, pero hace tiempo que soy flexible como un junco y entiendo la actitud y el mal gusto de ciertas parejas por agradar a los invitados casi a punta de pistola tragándose su orgullo.
Aún no he escuchado a ningún padre de niño que vaya a hacer la comunión ni a ninguna pareja a punto de casarse diciendo "estoy disfrutando con lo que tengo que montar para el evento".