El otro día tuve la oportunidad de disfrutar del más que digno Museo del Jurásico Asturiano. Se trata de un museo que brinda una experiencia muy agradable, didáctica y bien organizada. Tuve también el gran error de ir el miércoles – día de entrada gratuita -, por lo que pude vivir, sin pretenderlo, dos experiencias sumamente divulgativas y paleoantropológicas, debido a que esa misma mañana la mayor marabunta jamás vista de turistas patrios (esos de los que hablamos hace un año en esta parroquia), teniendo la misma mediocre idea que un servidor, acudió a este magnífico museo para culturizarse.
La primera experiencia es con la que me quedo: en definitiva un paseo delicioso por el mesozoico, en un edificio original y perfecto para brindar un aprendizaje significativo a adultos y niños.
La segunda, no menos interesante aunque más brutal y garrula, fue el recorrido por los diferentes estratos y desniveles culturales de las regiones de la madre patria España, con su diversidad de acentos usados para acuchillar la cultura y la ciencia, y el gracejo ibérico, que ya sea del sur o del norte, cada vez tiene menos gracia y da más vergüenza ajena. Y aunque no he traído retratos de los especímenes en cuestión, no está de más hacerles mención:
La diva: esta era una zagala de estas de “Hombres y mujeres y viceversa”, anoréxica, con dos centímetros de grosor de maquillaje, vestida entera de leopardo y con tacones de boda. Acompañada iba de una jauría de amigas que intentaban asemejarse a la hembra reina sin poder, ya sea por la gordura o por lo hortera de la ropa discotequera. Aún así, no le iban a la zaga en montarla y llamar la atención. Su máximo objetivo era hacerse fotos con los esqueletos, con todo el que estuviera entero, mientras se ponía ante la cámara con la cara en tres cuartos y sacando morros en gesto forzado. Durante la sesión de fotos largó interrogantes profundas que albergaba su persona: “Cuando los cavernícolas cogían un dinozario de estos tendrían carne para dos años ¿no?”. La tipa pensaría que los dinosaurios se extinguieron poco antes del 94, cuando ella nació. Gracias a Dios, su paseo por el recinto fue corto debido al aburrimiento que sintió y su emergencia por llegar a la playa.
La familia Hooligan: serían como once o doce – en España somos familieros y si no viajamos todos no viaja ni Dios – de bañador y chanclas: ahí, con glamour de clase. Al cabeza de familia (camisa abierta, cordón de oro y uñas de los pies como mejillones), le faltó preguntar por el chiringuito. Los vástagos gritaban pero más lo hacían las que parecían ser sus madres y tías, ya se sabe que de tal palo tal astilla la mayoría de las veces. Los niños iban tocando y pulsando los carteles donde salían ilustraciones y textos sobres los fósiles, no pudiendo diferenciar entre lo que es un simple rótulo y lo que esperaban que fuera una pantalla táctil de las que tienen su casa inundada (animalillos…). Tampoco durarían mucho, ante la orden sin réplica del macho dominante por salir de allí, puesto que se conoce que habiéndose cansado de emitir chistes en alto sobre la sexualidad de los bichos prehistóricos, se le habían antojado unas fabes y allí no ponían ni una triste cerveza.
La madre estimuladora: quizás en un acto noble aunque sin preparación, esta mujer cogía al hijo, pseudohiperactivo ante el impacto de los saurios, y le echaba unos discursos científicos ante las piezas que el niño de tres años ignoraba para salir corriendo cuando pudiera en pos del triceratops que juguete de la entrada. No me hubiese fijado en este fenómeno si la madre no hubiese lanzado mentiras infames, dándole lo mismo ocho que ochenta, del tipo: “mira Aitor, ¿ves eso? pues es un huevo de elefante” o “fíjate, cariño, mi cielo, ese dinosaurio tenía pinchos para protejerse de los tigres".
El púber del carrito: Era realmente casi un púber, le calculo unos 5 o 6 años, e iba sentado en su carrito de bebé. El niño era más grande que el carro. Empujaba el padre con un hervor de menos, que para no aguantar la tortura del niño jartible y consentido por él, le ha dado la cámara (una Canon de 1200 euros con teleobjetivo como para retratar a Nadal sacando mientras guiña el ojo) para que el infante haga sus fotillos a lo que le parezca. Hace el amago de cogerle la cámara y ante la protesta del niño, el padre recula y hocica como buen súbdito.
(En la foto: a la izquierda, un gigante, a la derecha un tonto del culo o ciudadano español promedio).
Entonces, fue igualmente interesante mi recorrido improvisado por la catetura hispana, por el museo de la vergüenza, por el centro de interpretación de la perpetua decadencia cañí. Aunque a día de hoy, cualquier rincón puede pasar por observatorio fiable de estas cuestiones. Un ejemplo más de la margarita para los cerdos. Hay que leer. No todos somos genios ni debemos serlo, pero coño, por lo menos leer hay que saber. La mayoría no somos más que tontos del culo con mayor o menor gradación. Pero a diferencia de los dinosaurios que gobernaron el planeta por derecho y méritos biológicos, ahora por desgracia, los monos más idiotas de la actualidad reinarán sobre la Tierra.
Que la furia de los reptiles sea con todos ellos. Fin.
Podéis ir en paz.
Entonces, fue igualmente interesante mi recorrido improvisado por la catetura hispana, por el museo de la vergüenza, por el centro de interpretación de la perpetua decadencia cañí. Aunque a día de hoy, cualquier rincón puede pasar por observatorio fiable de estas cuestiones. Un ejemplo más de la margarita para los cerdos. Hay que leer. No todos somos genios ni debemos serlo, pero coño, por lo menos leer hay que saber. La mayoría no somos más que tontos del culo con mayor o menor gradación. Pero a diferencia de los dinosaurios que gobernaron el planeta por derecho y méritos biológicos, ahora por desgracia, los monos más idiotas de la actualidad reinarán sobre la Tierra.
Que la furia de los reptiles sea con todos ellos. Fin.
Podéis ir en paz.
Me fascina particularmente este tipo de fenómeno. Gente que acude sin ningún interés exacto a fuentes de cultura y sapiencia poniendo como excusa el "no estar todo el día encerrados en el hotel" o el "para que los niños aprendan".
ResponderEliminarSon personas que al volver de las vacaciones no son capaces de juntar dos palabras para explicarte lo que han aprendido (a veces ni siquiera el sitio donde han estado) y que hacen turismo para añadir muecas a su fusil y páginas ensuciadas en un pasaporte que insisten en sacarse aunque lo más lejos que hayan ido es a Portugal a comprar Toallas y café.
No quiero pecar de nazi y condenar a los necios a alejarse de los conocimientos, pero si hubiera algún detector de intenciones reales por aprender algo y disfrutar de la experiencia lo colocaría en la puerta de todo aquel lugar que pueda aportar algo al visitante y se degrade por culpa de el ganado descrito en este post.