Adviértase la pasmosa facilidad con la que el necio común se reproduce y provóquenos miedo por lo inquietante del asunto. ¿Nos ha abandonado la selección natural? ¿O somos víctimas de la selección estúpidamente artificial? Me explico:
La selección natural siempre ha favorecido a los más aptos (no sólo al más fuerte, sino también al más inteligente, al más rápido, al más capaz de conseguir recursos en definitiva). Siempre hemos tenido la idea – muy extendida entre la clase media honrada – de que había que prepararse para el futuro y para el mundo. Es un mensaje que recibimos de nuestros padres (se bueno, estudia, esfuérzate, respeta al otro, haz las cosas por tí mismo, se listo y adáptate). Pero en algún momento nos dio por confundir la acumulación de cultura y conocimientos, la tolerancia y la asertividad con armas de adaptación. Desde entonces, el proceso de selección nos da por el culo.
Ejemplo: A raíz de la entrada anterior, vienen a mi mente numerosas situaciones que son el pan nuestro, en la que el Homo Zafius es descaradamente favorecido, no sólo por el proceso natural, sino por el artificial también. El otro día tuve que llevar a una persona a urgencias. En urgencias hay una serie de normas muy bien puestas (no hablar por móvil, sólo entra un familiar con el paciente, no se hace ruido… coño, lo básico). Estas normas son para todo el mundo menos para los gitanos. Ellos no tienen que respetar nada. Al parecer la tolerancia panoli que se le exige al español medio para con lo romaní nos obliga a dejarles hacer lo que les salga del aparato reproductor. Y de ahí no sólo parece salirles los caprichos que quieran, sino que también les salen engendros a punta pala. No tienen que pagar impuestos, la sanidad se la aportamos nosotros gratis, a parte de los robos y hurtos crónicos a los que tienes que contestar con una sonrisa porque si le partes la crisma a uno de estos simios, pagas tú encima. Aunque el ejemplo sea con gitanos, no son ellos los únicos orangutanes de esta sociedad. De todo hay en la viña.
Las familias taradas (de las que hablábamos en la entrada anterior) existen y pueblan barrios enteros. Son productos del paternalismo y del gobierno buenista y defensor de los malos. Estos tienen claro su lema del que no llora no mama. Todos con enfermedades inventadas y adobados con un buen fajo de billetes al mes por no hacer nada. Ahí entra la selección artificial del Homo Concejalis de nuestro tiempo, maleducador de mearruedas y aprietabancos. Es un tema ya sacado muchas veces en este púlpito; la pregunta es… Darwin, Darwin… ¿por qué nos has abandonado? O quizás nunca nos abandonaste, sino que nosotros por nuestro puto etnocentrismo nos hemos creído los más aptos cuando, la evolución depende siempre de mutaciones injustas que no llegamos a comprender porque están más allá de la moral humana. Lo entiendo. Pero qué putada, amigo.
Si alguna de las personas de bien quiere perpetuar su especie (Homo Sapiens), frente a las ramificaciones homínidas necias y estúpidas que están siendo favorecidas en la actualidad, que coma con la boca abierta y haga ruido al masticar, que se tatúe la polla, que haga el caballito con la moto, que beba hasta el coma (que ya le curarán los médicos mientras me hacen esperar a mi en sala de urgencias), que deje el colegio, que se meta a puta, que le pegue a sus padres, que invierta su tiempo en probar todos los bancos de las plazas, que no lea, que gruña en vez de hablar, que no salude al cruzarse al vecino, que busque pelea en los botellones, que se haga dibujitos en el corte de pelo, que se pedorree en público, y sobre todo, que folle como un conejo con todo bicho viviente y vaya al ayuntamiento a chillar mientras pone la mano para pedir.
A mí Darwin me parece una bestia parda de científico. Es uno de mis ídolos. Pero me gustaría que por la supervivencia de los Hermanos, se equivocara esta vez, en favor de Piotr Kropotkin y su teoría del Apoyo Mutuo, en la que se describe cómo poblaciones de individuos en muchas especies tienden a unirse en una ayuda recíproca y funcionar como un solo organismo potente y apto para sobrevivir. (A la izquierda, Darwin. A la derecha, Kropotkin. ¿Son primos hermanos? Pues la verdad es que no).
Así fue como sobrevivimos nosotros, y los neandertales (bien adaptados) se extinguieron. Nosotros y nuestra capacidad social y lingüística nos hizo unos sobrados a la hora de hacernos con los recursos. Pero si no volvemos a unirnos frente a esta pandilla de hijos de puta (individualistas, como un servidor, la verdad) egoístas y embusteros, y contra estos gobiernos paternalistas y pusilánimes, nos vamos al carajo pero ya.
Que el Señor os ilumine en la batalla que está por librar.
Podéis ir en paz.
Que el Señor os ilumine en la batalla que está por librar.
Podéis ir en paz.
El otro día un hermano me comentaba con entusiasmo las ideas que le surgen con la venida de un cataclismo natural en el planeta. Un colapso de dimensiones bestiales con su invierno nuclear que dejase en jaque al 95% de la humanidad.
ResponderEliminarJoder, que descanso.
El trabajo a tomar viento, el papeleo a la mierda, el vecino cabrón carbonizado, la hipoteca es historia. Nos daríamos cuenta que casi todo es inútil y que lo esencial de la vida nunca lo ponemos en práctica.
Ahora habrá que buscar comida de otra forma y dejarse del estúpido estado del bienestar con sus tentáculos defectuosos.
A un ordenador petao de información, sin desfragmentar y lleno de virus solo le queda dos opciones: o lo mandas al contenedor o lo formateas de nuevo y empiezas desde cero.
¡A tomar por culo!
Estimado Predicador, adjunto un texto copiado literalmente que plantea una teoría de por qué los descerebrados van en aumento.
ResponderEliminarEn 1951 el malogrado autor norteamericano Cyril M. Kornbluth (falleció en 1958, meses antes de cumplir los 35 años de edad) publicaba La marcha de los imbéciles, un relato de ciencia ficción en el que, de una manera mordaz y con muy mala uva, planteaba una cuestión que dista mucho de ser anecdótica y que, pese a su desenfadada envoltura, daba mucho que pensar: puesto que las personas inteligentes —razonaba Kornbluth— suelen tener pocos hijos y las poco inteligentes muchos, asumiendo que la inteligencia sea hasta cierto punto hereditaria nos encontraríamos, extrapolando estos dos factores, con un futuro en el que el número de imbéciles —morons en la versión original— se iría incrementando de forma inexorable en contraposición a una élite intelectual condenada poco a poco a la extinción, con el corolario de una humanidad hundiéndose cada vez más en el infantilismo.
El tema planteado es apasionante. Una cosa está clara, esta sociedad, ¿suciedad?, es extremadamente débil con sus parásitos. Otro aspecto a tener en cuenta es que los políticos, que son un reflejo de sus votantes, son esclavos de los mismos y, en demasiadas ocasiones, tan obtusos como ellos.
Mirlo Blanco
Señor predicador, en la sanidad no hay que olvidarse de los guiris que vienen por el turismo médico y se operan de gratis a costa del contribuyente patrio. Escoria viva de allende la frontera.
ResponderEliminarLa única ley que perdura a día de hoy es la del mínimo esfuerzo, una variable casi suicida de mendicidad en la que pedimos a una fuerza superior que nos subvencione sin pedirnos nada a cambio. En mi pueblo se llama chupar de la teta y lo que creamos en su práctica son lechones de 30 años que piden asistencia médica en casa porque les ha salido un callo.
El principio de Idiocracia me parece sublime y a la vez lo más cercano a un posible Apocalipsis. Poner el futuro de la humanidad en manos del más popular o del más simpático sólo puede ser el anuncio de un fracaso a nivel de especie.
Muchas veces pienso en las mentes iluminadas, los científicos brillantes, y los tocados por la varita del talento. Todas esas personas están supeditadas a una sociedad de borregos, y debe ser una carga pesadísima querer evolucionar y progresar teniendo en contra tanta inmundicia. El cansancio podrá con ellos, y si ellos fallan sólo nos quedará revolvernos en nuestra propia inmundicia con permiso de los enchufados, los mandamases, los mafiosos, los jefes de la manada y demás escoria que en ese momento serán más importantes que tu.