La asistente social, que estudió la carrera porque pensaba que aquello sería chachipiruli y que salvaría a muchas familias inocentes del ostracismo, llega a casa de los Sánchez. La madre le abre la puerta. Va vestida con una especie de camisón que nunca se quita por ser la única prenda capaz de abarcar semejante bola de sebo. Con los ojos semiabiertos y moño a lo Winehouse, da paso con cara de asco a la asistente, que va tras la matriarca que se balancea de lado a lado dando con los kilos en las paredes del pasillo.
Sra. Sánchez: Ay hija, menos mal que habéis venido. Mira, que yo no puedo con el niño chico, eh... de verdad, mi arma. Llevárselo, llevárselo a un colegio de esos de niños de la Junta, que a mí me va a matar. Y mira, que la subvención esa que me dais por invalidez es que no me da para nada... y a mi niño el mediano, a ver si le encontráis un trabajito o algo, al pobre...
Asistente: Señora, vamos a ver, vamos por partes, que esto no es tan fácil. (La asistente repara en una moto de cross que está literalmente aparcada en el salón, quizás en un intento cultureta de alguno de la casa por emular a Buñuel. Pero no.) Dios santo ¿Pero eso qué es?.
Señora: ay hija, eso es lo que le han echado los Reyes al chico.
Asistente: Coño... tiene que haber sacado unas notazas...
Señora: 9 cates, más el recreo. Pero es que le tienen manía ¿sabé usted? Me lo tienen expulsaíto todo el rato.
Asistente: Expulsado ¿por qué?
Señora: Ay hija, porque no le gusta la maestra, y entonces se aburre y le dice "hija de puta", y empieza a repartir leña a los compañeros.
Asistente: Señora, se tiene usted que imponer, si no, su hijo un día de estos le va a dar a usted, pero con el cuchillo del jamón.
Señora: Si yo lo se, mi arma, pero es que me da mucha pena de mi niño.
Asistente: Usted verá lo que hace. Bueno... nos ha solicitado en los servicios para encontrar trabajo a su hijo mayor, el de 36 años. Venía a que me contara. ¿Puedo hablar con él?
Señora: No niña, ahora no se puede.
Asistente: Claro, estará buscando trabajo como un loco.
Señora: Está durmiendo.
Asistente: ¿Cómo? ¿A las 12,30 de la tarde?
Señora: Se levanta para comer, a las tres.
Asistente: Tiene cojones... vamos a ver, ¿su hijo qué trabajos ha realizado hasta ahora?
Señora: Desde que dejó la ESO, ha estado un mes trabajando en la empresa del vecino cargando cajas pero no le gustaba y se fue. Al pobre le echan de todos los sitios, porque no puede llegar a la hora, todos los sitios abren muy temprano. Ya hace como dos años que no hace nada y está desmotivado... (erupta bestialmente, y sigue hablando como si no hubiese pasado nada)... Lo último fue en el bar de copas del Migue pero yo qué se lo que pasó, hija.
Asistente: Su hijo es un vago que no está acostumbrado al mínimo esfuerzo, señora. Los servicios sociales no estamos para eso. No puede acudir a nosotros para cosas que pueden hacer ustedes y no hacen porque no quieren.
Señora: Chiquilla, pero si es que la cosa está muy mal, y mi marido con la discapacidad. (Entra en escena un niño con crestita y pendientes, moreno como un tizón de hacer vida en la calle, mira a la asistente, le dice "puta guarra" y se va por otra puerta). Qué desgraciaítos somos, señorita.
Asistente: En los papeles consta que usted recibe una paga de 1500 al mes por una invalidez con diagnóstico de fibromialgia...
Señora: Ay sí hija... me duele todo el cuerpo. (Se come un bollilandia de dos bocados en el acto).
Asistente: Su marido, una paga de 2600 al mes por discapacidad en la pierna izquierda que le incapacita para su labor, su hijo mayor recibe la paga de los 400 euros y el mediano cobra el paro. Con el menor le dan una beca por trastorno atencional. Coño, señora, cuántas taras tiene su familia... Joder con la familia taraíta ¿Qué ayuda nos pide?
Señora: Pues mira niña, a mí el dinero no me dura nada. La Play y la moto del chico, la Wii del mediano, el grande que se acaba de comprar un coche nuevo porque el otro no le gustaba... aburriíta me tienen. No me llega ni para los libros del colegio. No podemos ni pagar la contribución.
Asistente: Lo que tenemos que hacer es enterarnos ya de que los coches, las motos y los caprichos son lujos y no necesidades... Están subvencionados por todos lados.
Señora: Ay niña, ¿y de qué quieres que coma yo?
La asistente social mira para abajo, mentando por lo bajini a toda la casta de la señora y a la madre que la parió, reconociendo que con ranas gigantes es imposible entenderse y calmándose antes de defenestrar a la obesa por la ventana - si cupiera -. Al alzar la mirada ve salir de un cuarto a un maromo de gimnasio con cara de dormido rascándose la cebolleta bajo el slip con el escudo de superman que usa como única ropa. Al percatarse el simio de la presencia de la asistente, se mete en el cuarto a toda velocidad. Un ruído desde el interior delata que ha cerrado por dentro con pestillo.
Asistente: Señora, coja inmediatamente a su hijo el mayor y sáquelo de ahí, que lo vamos a llevar a la oficina de empleo ahora mismo.
Señora: Uy, ni loca, tú no sabes cómo se pone cuando se le obliga. (Llega a la casa el paterfamilia, con 8 cervezas en el cuerpo y andando perfectamente).
Padre: Niña, esta quién es.
Señora: La asistenta, Antonio, que no nos quiere dar nada, la malahe.
Padre: ¿Cómo? (dirigiéndose a la asistente y fingiendo un par de cojetadas como para meter la oreja en un charco) Tú lo que eres... es una nasi.
Asistente: ¿Perdón?
Padre: Unos nasis, toh ustedes.
Asistente: ¿Nazi yo?
Padre: Que no me queréis dar nada porque soy gitanito, racistas. Lo que os falta ya es crucificarnos, que mira cómo me tenéis, que el otro día me tuve que ir a urgencias por el disgusto de que a mi hijo no le dais trabajo (recordar que el tipo no paga los impuestos pero tiene acceso a una sanidad eficaz).
Asistente: ¡Me cago en Dios y en la Virgen del Carmen! (la asistente social coje el cuchillo clavado en la paletilla de ibérico de la cocina y lo usa para exterminar/fumigar a toda la puta familia de una forma justa y atroz).
La última línea es mentira, la he puesto yo. Pero no me diréis que no es de recibo.
Podéis ir en paz.
Pero... esto es real?
ResponderEliminarLamentablemente, hermana Patricia, es real al 100%, a excepción de la apoteósis final (de producción propia y necesariamente terapéutica). Son aventuras que sufren a diario los compañeros de lo social, lo educativo y la sanidad. Perra vida.
ResponderEliminarSi es que la basura no está en los contenedores, la tenemos repartida por todas las esquinas de las ciudades...Joder!!! Me cago en todos los putos vagos de este puto país que nos han llevado a la ruina. Si es que ya no me vale contar hasta diez, tengo que llegar a cien... por no decirles la verdad en su cara. Por cierto Sr predicador se le ha olvidado poner en su parodia cuando la trabajadora social es expulsada de ssu trabajo por decirles que son unos vagos, previamente estos indeseables habran salido en Andalucia Directo diciendo que la administración no les da lo que humildemente necesitan como humanos y lo mala que ha sido esa señorita que les ha insultado como perros debido a sus sentimentos razistas. Me cago en la socidad basura!!!
ResponderEliminarHermana Patricia, esto es tan real como que por mis venas corre sangre.
ResponderEliminarYo añadiría que la realidad supera a la ficción y que casos como el expuesto entran incluso dentro de lo normalito.
ResponderEliminarQué gran daño ha hecho el predicar a grito pelao los derechos y guardarse bajo llave los deberes. Ha convertido a la masa en chusma sin conciencia, sin oficio pero con beneficio.
El garantismo no es natural, sino un hecho impostado en grado sumo y eso distorsiona nuestra vida, sobre todo a los que pretendemos vivir nuestros días dentro de una estética agradable. ¿Quién no fantasea alguna vez con vivir en una isla desierta deseando que le dejen en paz, lejos de tanta roña malcriada, sin domesticar y exigente con todos menos con ellos mismos?
Perfecto ejemplo de la familia parásita media española diezmando el dinero que otras personas no pueden utilizar para llevarse un solo mendrugo de pan a la boca si no es robándolo de los contenedores de basura.
ResponderEliminarEstá claro que este tipo de personas usan como escudo las 4 palabras clave que sirven para defenderse a capa y a espada del esfuerzo más mínimo para ganarse el pan.