Sed bienvenidos...

... los que estáis asqueados de toda la Tontería que nos rodea, los que estáis hasta los cojones/ovarios de aguantar imbéciles e incompetentes, los que tenéis que reventar y no podéis porque vuestra castrante moral judeocristiana os lo prohibe, los que sufríais de pequeños las mofas de seres inferiores, los que esforzándoos no obtenéis recompensa, los que vivís en un mundo que no es para vosotros, los que sabéis parte de la verdad pero os toman por locos, los que necesitáis opinar sin ser juzgados por ignorantes, los que pudiendo cambiar las cosas aún dormimos.

sábado, 4 de septiembre de 2010

FASHION VICTIMS O LAS EMPERATRICES DE TRAPISONDA

Hermanos, hermanas…
En verdad os digo que en estos tiempos que corren se estila y se exige el no llamar a las cosas por su nombre. Ejemplifiquemos: Depresión postvacacional en lugar de “quiero seguir más tiempo rascándome las pelotas” o Diagnóstico de Hipoactividad Desafiante en lugar de “niñato flojo al máximo que se niega a estudiar y a cualquier menester porque considera que se está mejor en el sofá” (en definitiva, Flojexia porculera). Sin embargo existen algunos términos que, buscando ser demagógicos, estúpidamente correctos, y benignos para el pinchasacos de turno, vienen a dar sin querer, en toda la madre.

Me refiero a los pecadores de la semana: las fashion victims y los amigos del shopping. Por sus bolsas de tiendas de ropa a dos manos las conoceréis. Intentaremos demostrar la ínfima diferencia existente entre este ser insensato y la vaca que apaciblemente pasta en el campo con su rebaño de referencia. Respeto por supuesto la gran dignidad del vacuno. (En la foto 1: felices borregos inconscientes de que les están trasquilando que da gusto. En la foto 2: ¿capitalismo o comunismo?).

La esclava del shopping (deporte rey en la sociedad occidental) no sacó rendimiento y provecho a sus estudios medios y universitarios, y no conoce la diferencia entre capitalismo y comunismo; le importa un carajo. Es una alumna aventajada del sistema – y permítanme por ahora el uso del género femenino - de las que hay millones, que no cuestiona nada del mundo en el que vive porque le parece maravilloso. Esto lo ha aprendido en la tele, de sus personajes histriónicos (periodistas de mentira, sobreactuados pero simpáticos mariconcetes, ex novias de futbolistas y marca politono para bajarte la música de DJ Pajero), y ha asimilado tal y como el sistema planeaba, que ella es la más, que puede ser la más cool, la reina, siempre y cuando compre de manera continua una serie de articulillos que te aseguran la gloria efímera de una mirada envidiosa de tu amigastra en la botellona, en el cotillón o en la reunión de vecinos.

Ya sea pseudoestudiante, mileurista que vive con sus padres sin aportar ni para un triste pan bimbo, o triunfadora dependienta de una tienda de chinos, la fashion victim se conoce por una serie de patrones conductuales y estéticos:
La muchacha, “mu mona y mu limpia”, tras haber dedicado unas horas al ego frente al espejo (y dejando el baño que da asco para que lo limpie su señora madre), sale maquillada de casa y subvencionada con el dinero de papá, con la ropita que se compró en la sesión de shopping de ayer por la tarde con las amigas. Estas amigas aprobaron y desaprobaron lo que debía comprarse y la tonta del culo asimiló cada una de las razones que las arpías dijeron: “ay tía, eso te vas poner… con esto estás supermona… verás tu el Johnnie cuando te vea… ay, es que somos las mejores amigas…”. Y la muchacha, que con sus artes y letras tampoco da para mucho, está segura de estar comprando una ropa que le hará superatractiva, superdiferente y superespecial. Realmente, lo que se acaba de comprar es el mismo uniforme que llevan en su Colectivo de Amigas Contribuyentes al Enriquecimiento del Tío de Bershka. No caed en la confusión de que la victim es un bellezón (nada que ver); es patético ver toda esa cantidad de feos de cojones con musculitos y complementos a lo Beckham, y esas focas poligoneras intentando ponerse una 38 (y oiga usted… que se la ponen, y la llevan por la calle y todo, no me sean, que está de moda no tener complejos aunque vayas de payaso). Vea por la calle ese top tan mono de la modelo del fotoshop, exponiendo el rebosante tocino de la susodicha embutida.

Si tiene novio estable (porque los rolletes no se dejan embaucar para lo que está a punto de acontecer) le obliga a someterse a la sesión de tortura de acompañarle una por una a cada tienda del centro comercial. ¿Esto por qué? Hay innumerables teorías: unos abogan que es para dar por culo simple y llanamente, otros más serios aseguran que se trata de la inseguridad latente y nuclear que habita en estas personas, que les lleva a tener un panoli al lado que les de garantía de que con cualquier trapillo están como la niña de la foto.

Y atención queridos parroquianos, porque aquí se plantea una cuestión peligrosa de todos conocida: la pregunta trampa. Esta interrogación es de una ingeniería psicológica sin igual, envidiada por la Gestapo, y que le condena haga el panoli lo que haga. “¿Estoy mona con esto, no me hace gorda?”. Siguen unos microsegundos de espanto e indecisión en el que el acompañante traga saliva y se prepara para escupir la verdad o la mentira que igualmente saldrá por la culata. A la parienta, la verdad le ofenderá sobremanera, y la mentira será tomada como una forma cunera de salir del paso. A esto le sigue un movimiento agresivo de dejar la prenda en su sitio y hacer un ademán de vete a mirar a esas guarras que están más buenas que yo.

Este evento explica, junto al aburrimiento, el motivo de que esos bancos en los pasillos de los centros comerciales y los asientos de las zapaterías (reservados para que las señoras consuman aún más calzado innecesario) estén siempre petados de hombres y niños hacinados como ostras sufriendo un tedio soporífero. La mayoría de las broncas familiares en estos templos del capital son debidas a estas incompatibilidades con respecto a la forma de consumir: el hombre recorre el camino más corto para ir a una tienda concreta y adquirir un cachivache ya pensado, la mujer recorre la combinación más compleja de metros para pasar 3 veces por las mismas tiendas y comprar unos trapos improvisados que cuestan un sumatorio de una millonada. Incompatible.

Entiéndase que la fémina no es en exclusiva la victima de lo fashionable. El patrón del machote es simplemente diferente; este no suele comprar muchos artículos a precio módico, éste compra pocas veces pero se agencia unos artículos que te vacían la cuenta en cero coma (el último deportivo, el último home cinema, el aparatejo de última generación). Al fin y al cabo, inseguridad, hermanos, sólo inseguridad, el alimento de la vanidad. Cuanto más grande el coche, más chica la destreza con la picha, ea. En definitiva ellos compran para obtener objetos suntuarios, objetos de poder. Ellas para autoengañarse y creerse la reina de Saba. Y olvidar la terrible verdad que reprimen: que en realidad son simples hijos de proletarios, de los que se avergüenzan, y de los que no conservan ni la dignidad.

El/la fashion victim va por la calle cargando bolsas (no le pidas que cargue alforjas), con gafas de sol en sitios cerrados, y poniendo morritos “pafuera” (aviso inconsciente de su próximo injerto de colágeno). Es ridículo pero se cree el mejor. Ninguna persona cabal, quizás debido a que los cabales escasean, le ha advertido que no hay ninguna cámara siguiéndole, y de que esa banda sonora que le acompaña no la escuchamos los demás.

Algún día dedicaremos otro sermón a otro tipo de victima de la moda más de tipo vintage; me refiero a los nerd, gafapastas y snobs de este tipo (Foto 3: gilipollas que vienen a ilustrar el caso). ¿Qué hago? ¿Condeno a estos infelices? Para qué… ya están condenados. En el pecado va la penitencia. Mi humilde consejo para los hermanos y hermanas es que vuestra seguridad os lleve a vestiros para protegeros del frío y de la forma que os de la gana.

Que el Señor esté con vosotros.

Podéis ir en paz.

5 comentarios:

  1. "La moda" (¿cuándo nos llegamos a acostumbrar a este término?), como la sarna, con la aprobación del propietario es más que placentera, pero la libertad de consumir como y cuanto se quiera no es una cuestión de gusto sino de gasto: Gasto de un dinero pensado para cubrir necesidades y no caprichos, gasto de tiempo que en el lecho de muerte echaremos de menos, gasto de paciencia por parte de los acompañantes, gasto de suelas por recorrer tanta tienda...

    Por desgracia "La Moda" invade poco a poco todo y hasta el más ermitaño adolece cuando al acudir al Ultramarinos de toda la vida (barato, rubio, ultramarinos, colmado... esa tienda que de toda la vida ha vendido batas, bambos o jaulas para grillos) a comprar el pantalón vaquero de toda la vida, encuentra un par de pantalones que parecen haber vivido tiempos mejores. Envejecidos, desteñidos, con manchas, desiguales, mal cosidos... todo hace apuntar al día en el que el coolhunter de turno se quedó mirando al indigente de su esquina y se le encendió la bombilla.

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  2. Felicidades hermano OtroSamu, su inspirado comentario me resulta incluso poético. Lleva dentro una grandísima verdad.

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  3. Si alguna vez preguntas a un adolescente sobre su atuendo, podrás escuchar cosas como que él/ella viste de esa forma porque es su estilo, porque así es original y es su forma de reivindicar su libertad de ser diferente ante los demás. Nada más lejos de lo contrario. La ropa de estos templos del consumo se hace en serie. Es como decir que uno es tan original como un tornillo.
    Más de uno y una ha sufrido un pequeño encogimiento de pellejo cuando ha podido ver que otra persona lleva la misma prenda y encima puedes percibir un cabreo contenido hacia la otra persona por atreverse a tal osadía. ¿Cuántos chalequitos de rayitas horizontales de colores se ven repetidos en las botellonas por parte del chino, el chema y el Celu? (nombres muy originales).

    Es cierto que antes del boom Enditex, allá por el 95, el asunto "ropil" era un tanto peliagudo para el adolescente, que no tenía ningún afán de consumir ropa. Ver a los adolescentes acompañados por su madre con el objetivo de comprarles alguna prenda en la tienda de la calle céntrica de su ciudad o pueblo era muy fácil. La ropa era poco variada por entonces y más sobria, entendiendo por este último concepto normal o discreto.
    Ello ha posibilitado un sin fin de alternativas de atrezo para el adolescente y con ello el capitalismo se ha apuntando un tanto abriendo mercado a un sector potencialmente muerto hasta aquella fecha. No olvidemos que la sociedad debe, como dicen los políticos " crecer sosteniblemente".
    Con todo ello, esa originalidad que dicen ofrecer estas tiendas a ritmo de música enlatada, espejos gigantes y de paredes de yeso-cartón con pegatinas de flores, no es más que otra mentira que sus propios consumidores/zombis se encargan de defender a ultranza pese a que los iguale como a chinchetas apretadas.
    Algunos zombis, concientes de ello, optan por desmarcarse solo con lo posible, que en este caso será el ser estrafalariamente histriónico. No hay nada más cool que Paco Clavel.

    Quisiera seguir escribiendo, pero me acabo de dar cuenta que llevo puesto unos calzoncillos viejos bastante normales. Ahora mismo cojo el coche y me encajo donde sea. Debo agenciarme sin demora unos boxes multicolor de 30 euros para exhibirlos, pero estoy pensando que como eso no es original y hay que enseñarlo todo menos la educación, mejor me tatúo la polla y me hago un agujero en el pantalón para que todo el mundo flipe con mi nuevo estilismo.

    MOLA K NO?

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  4. Los comentarios de los hermanos me recuerdan un par de aspectos interesantes que olvidé:

    1. El de los pantalones nuevos que envejecen a dedre para cobrarte 80 euros por la etiqueta, porque molan que parezcan viejos. Los mismos vacíabotellas que los compran se cachondean de tí porque los tuyos son viejos y roídos de verdad por el uso, y no te compras otro porque tú si que eres "casual" de verdad (y no de diseño). Claro que los tuyos son de mercadillo porque el dinero te lo gastas en necesidades básicas y entonces nunca serás de la élite de esos imbéciles. No se por qué se ríen de uno, ¿no se dan cuenta realmente?. Es como perseguir una tía buena de verdad, pero querer ponerse palote con una muñeca hinchable sólo porque es de Nike.

    2. La música en las tiendas de ropa de tía: al igual que en los supermercados, la música acompaña,y mientras te miras al espejo con tu falda para botellona suena DJ Bajuno sugiriéndote la que vas a liar esta noche. La música suena rápido cuando hay que cerrar, y lento a mitad del día para que te relajes e inviertas tiempo y dinero. Es impresionante parase a mirarlo, como experiencia social, y ver como todos los borregos responden a las notas marciales, de una percha a otra, absortos de lo circundante. Ponte en bolas y grita que hay una bomba en el lugar y nadie se coscará.

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  5. Me olvidaba de un detalle: me parto con la pinta de bobalicones que tienen esta gente tan cool, que defiende la estética del pantalón a la altura del bajo culo con el objetivo de enseñar aunque no tengan qué por detrás, y la marca Calvin Klein por delante. Es sorprendente el estoicismo conque aguantan esa incomodidad con tal de conseguir estas "ventajas" estéticas, y la ignorancia de que objetivamente venden la imagen de Tontolhaba. El colmo es que ahora te encuentras a estos Armani en la playa con el bañador bajado a medio culo, y no te lo pierdas, abajo tienen los calzoncillos CK de marras. A-jajajajajah!!! Ay Señor, que simios tan estúpidos.

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