Hermanos, hermanas…
Para empezar (en este concreto ejemplo) empiezan a aparecer especímenes pseudohumanos de todas partes diciendo que pobrecito, que sólo se divertía, que hay que ver que no somos nadie, y qué injusto es Dios que ha dejado que muriera con lo guapo que era el niño… y demás comentarios que te hacen ver que la masa tiene un verdadero problema para engarzar razonamientos lógicos. Luego ves al grupo de amigos que reían las gracias del motero venido a menos (y tan a menos), lanzando improperios y quejas, con lo que sigues notando que esta gente no razona o que tú te has perdido algo y no entiendes.
La cara de alpargata te llega cuando la comunidad empieza a denunciar al ayuntamiento porque las infraestructuras están como el culo y por eso es que el niño inocente murió. Salen en los medios reivindicando que el adolescente la palmó por culpa de los políticos, de la mala señalización, de que los baches vaya por dios, de que nadie advirtió que haciendo el mongolo se podía morir, de ZP y Rajoy, y de Pinochet si hace falta. Acto seguido el ayuntamiento en vez de mandar a tomar, dice que abrirá una investigación y los culpables pagarán… Y acaban metiendo en juicio al señor que pone las señales rojas de prohibido hacer el gilipollas, al que hay que ajusticiar para calmar los ánimos de los votantes y los gitanos subvencionados; cuando los que tenían que estar acusados en todo caso en la sala del juzgado serían el adolescente imbécil de cuerpo presente, la jauría de amigotes animadores y su entorno todo que lo educaron para lo que acaba de ocurrir. Pero resulta que acusar a una víctima de ser su propio agresor se considera tabú, aunque sea verdad.
El caso de esta semana es el del tren de Casteldefells, en el que la gracia de 13 botelloneros les costó la vida por cruzar las vías en vez de cruzar por los sitios habilitados. Es que el tren venía a mucha velocidad, es que el paso subterráneo estaba petado de gente. Los trenes no frenan así tan fácilmente y menos porque un tontolhaba se ponga delante a menos de 20 metros, y si el paso está petado de gente te esperas un minuto, que el botellón no se va a trasladar. Pero claro, en esta subcultura esperar es intolerable, porque desde casa y desde el gobierno se acostumbra al personal a que todo capricho es para ya, y la paciencia y la prudencia es de mentecatos, y maricón el último. Adivinen lo que dijo ayer el sheriff de la aldea en un alarde de demagogia barata: “se abrirá una investigación”. ¿Y qué vas a investigar, soplagaitas? ¿el cómo se puede ser tan imbécil de suicidarse? Ah pues mira, buen tema para una investigación sociológica. Valiente país de subnormales nos ha tocado.


Esta pandilla de malnacidos, darwinistas neoliberales, lo que querían es ser libres para comerciar sin reglas a las que atenerse y lo consiguieron. Apurando, opino que es algo que se remonta más allá de la Revolución Francesa (donde obtuvieron conciencia de poder); retrocederíamos a la Reforma y la aparición de la burguesía en la Edad Media. La razón es evidente, crecer sin límites comiéndose a los más débiles. Evidentemente esto llevaría al oligopolio de las grandes corporaciones (grupos internacionales de grandes empresas regidas por unas pocas familias) con más poder real que un Estado, en muchos casos con mayor Producto Interior Bruto. Lógicamente los dos sociópatas de la foto están gracias a Dios, fiambres; pero su semilla sigue viva y regenta el cotarro, y los podemos ver, no creáis que se esconden. En los dos últimos años han estado recibiendo inyecciones de dinero para mantener estos lobbys: dinero de las personas que se matan a trabajar de las que luego dejan morirse en una esquina cuando no les llega para pagar su casa. Se las embargan bancos y aseguradoras como AIG, que recibieron estas inyecciones. Es curioso como los salvamos mientras nos sangran y nos echan de nuestras casas. No debe extrañar, puesto que mientras estos exprimen a todo cristo, mis vecinos de abajo difícilmente atinan día tras día a articular la palabra: “PENALTY!!!”. (En la foto los herederos de estos personajes: James Dimon de JP Morgan, Loyd Blankfein de Goldman Sachs y David Rockefeller, como no, por lo menos para ponerles cara a algunos de los que están vivos).












